Gran Bretaña recurrió a las armas atómicas durante la Guerra de las Falkland en 1982. Así lo reveló una serie de documentos desclasificados de la administración de Margaret Thatcher y divulgados por la prensa británica. El gobierno argentino consideró que el hallazgo “va a requerir un pedido de explicaciones” por parte de Londres.
La revelación de ese hecho que se presumía factible pero que hasta ahora no tuvo comprobación tuvo una coincidencia inquietante: fue hecha ayer lunes 3 de enero, fecha en que se cumplieron 189 años de la ocupación británica del archipiélago, según señaló el diario trasandino Página 12.
La información confirma lo que en 2003 había admitido en parte Gran Bretaña, al sugerir que la ex primera ministra Margaret Thatcher envió al Atlántico Sur en 1982 armas de todo tipo para desalojar por la fuerza a los militares argentinos que retomaron el control de las islas.
Ese mismo año, el Ministerio de Defensa británico también reconoció que hubo «incidentes» en el transporte de esas armas, como contenedores dañados en sus traslados.
Qué dicen los documentos desclasificados
La confirmación de estos hechos fue publicada en las últimas horas por el periodista Richard Norton Taylor, del diario The Guardian. La publicación indicó que fueron tres los barcos enviados en 1982 con armas atómicas.
A mediados de mayo de 1982, el portaaviones inglés HMS Hermes tenía 18 armas nucleares a bordo y el portaaviones Invincible (Invencible) tenía 12. Mientras que el barco auxiliar de la Flota Real, Regent, poseía una, según los documentos desclasificados.
«Los barcos estaban dentro de la ‘Zona de Exclusión Total’ impuesta por Gran Bretaña alrededor de las Islas Malvinas», dice la publicación británica en el artículo titulado «Desclassified UK».
Norton señaló que los militares británicos advirtieron sobre la gravedad del hecho y consideraron que si algún arma nuclear hubiera sido dañada o hundida los argentinos podrían haberse hecho con tecnología nuclear y «podríamos haber tenido que enfrentar una gran vergüenza en el campo de la no proliferación».
La reacción del gobierno argentino
La reacción del gobierno argentino no se hizo esperar. «Se confirmó en la desclasificación de archivos. Ya se había denunciado. Es muy grave, viola la normativa internacional. Va a requerir un pedido de explicaciones«, afirmó Guillermo Carmona, secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur.
En declaraciones a La Patriada, el funcionario expresó el malestar de la administración nacional y puntualizó que “la presencia de Reino Unido en Malvinas responde a intereses geopolíticos que comparte con otras potencias occidentales”.
De la misma manera, reiteró su rechazo a las expresiones del premier británico, Boris Jhonson, quien en su saludo navideño tildó de “invasión” al legítimo reclamo argentino de soberanía y se jactó del poder bélico de su país.
Para Carmona, con esos dichos y la revelación del envío de armas atómicas «queda develado el belicismo del Reino Unido”. Por este motivo “persistimos en el reclamo y en la exigencia de que se cumpla lo pedido la reapertura de negociaciones pedida por la ONU», dijo.
La trastienda en la administración de Margaret Thatcher
Lo revelado por The Guardian coincide con lo escrito por el profesor Sir Lawrence Freedman, el historiador oficial británico de la guerra de las Malvinas, quien reconoció que desde Gibraltar fueron despachadas armas nucleares a las islas.
Según se informó, la información en los Archivos Nacionales aparecieron marcados como «Atómico de Alto secreto». Causó «pánico» y discusiones entre los funcionarios de Londres sobre los daños físicos que las armas podían causar y también sobre el tipo de decisiones políticas que les convenía o no tomar.
Señala que un acta del Ministerio de Defensa (MoD), fechada el 6 de abril de 1982, se refirió a la «gran preocupación» de que algunas de las «bombas nucleares de profundidad» pudieran «perderse o dañarse y el hecho se hiciera público«.
El acta, agregó Norton Taylor, decía que «las repercusiones internacionales de tal incidente podrían ser muy dañinas». Entonces se instaló una disputa entre el Ministerio de Defensa y el Foreign Office (Relaciones Exteriores), que pidió a los primeros que «desarmara» el armamento. Pero la Marina se negó, señala Norton en «Declassified UK».
A raíz de esto, el Foreign Office se preocupó porque la presencia de armas nucleares en el Atlántico Sur violaría el Tratado de Tlatelolco de 1967, que estableció una zona libre de armas nucleares en América Latina y las aguas circundantes, incluidas las islas Falkland.
El Ministerio de Defensa inglés tomó nota de los principales argumentos a favor de mantener las armas a bordo y, según la investigación de Norton, declaró: «En caso de tensión u hostilidades entre nosotros y la Unión Soviética al mismo tiempo que la Operación Corporate (Operación Corporativa, el nombre en clave dado a la liberación de las Malvinas), la capacidad militar de nuestros buques de guerra se reduciría drásticamente«.