Por un tiempo dejé de publicar en este prestigioso medio de comunicación social, ya que consideré que la agenda periodística estaba claramente orientada a los procesos que vivía nuestro país, por cierto, por todos conocidos.
Al retomar la escritura, creo conveniente dejar constancia de cómo en la actualidad, aún está vigente la impronta O’Higginiana, como señero ejemplo del deber ser, en especial en materias públicas. Los roles propios de padre, hijo, hermano, agricultor, amigo entrañable y tantos otros, .pierden visibilidad cuando hablamos de sus funciones públicas, las que en contra de la creencia general, fueron más de las que habitualmente se le reconocen.
Su cultura, trato, personalidad y decidida vocación de servicio en beneficio de las personas, lo llevó a ser elegido por los vecinos de Chillán y Los Ángeles, como alcalde de primer voto.
Sería luego proclamado por la mencionada villa de Los Ángeles, como diputado para el Primer Congreso Nacional, siendo según muchos historiadores, uno de los más destacados legisladores de la época.
Cumpliría también funciones como integrante de una Junta de Gobierno, considerado el poder ejecutivo de la época, junto a José Miguel Carrera y Gaspar Marín. Al poco tiempo y producto de la compleja situación política entre Santiago y las provincias del Sur, fue electo por sus conciudadanos como Diputado de Guerra por Concepción.
Luego de combatir a los realistas en diversos grados de la jerarquía militar, fue designado por los vecinos de Santiago reunidos en Cabildo Abierto, como Director Supremo de la naciente nación. En todos sus cargos y según los mencionan sus coetáneos y biógrafos, cumplió sus funciones con absoluto apego a conceptos básicos de la función pública, como el respeto a ley, la probidad, la seriedad en todos sus actos y en forma principal, la protección los supremos intereses del país. No cabe duda, la impronta O´Higginiana tiene hoy en día, como la ha tenido siempre, plena vigencia.
**Antonio Yakcich Furche, Presidente del Instituto O’Higginiano de Rancagua