Mientras en Chile se sigue discutiendo -casi operática y circensemente- si la causal de todos los males es el comunismo «come guaguas», el fascismo o los orcos (no los personajes de Tolkien, por cierto), el mundo real -de ese que depende Chile picapiedra, porque solo exporta materias primas o primitivas- está debatiendo los riesgos de la existencia humana, proceso que estará en curso como lo plantea Henry Gee, paleontólogo, biólogo evolutivo y editor de Nature. Su último libro es A (Very) Short History of Life on Earth (St. Martin’s Press, 2021).
La opinion fue publicada por Scientific American, bajo el título: «Humans Are Doomed to Go Extinct o Los humanos están condenados a extinguirse».
Gee habla de la degradación del hábitat al nivel de que hay menos recursos, del declive de la fertilidad, de la disminución de la tasa de natalidad por sobre la de mortalidad y de recursos genéticos limitados: «Como paleontólogo, tengo una visión a largo plazo. Las especies de mamíferos tienden a aparecer y desaparecer con bastante rapidez, apareciendo, floreciendo y desapareciendo en un millón de años aproximadamente. El registro fósil indica que el Homo sapiens ha existido durante 315.000 años aproximadamente, pero durante la mayor parte de ese tiempo, la especie fue rara, tan rara, de hecho, que estuvo cerca de la extinción , quizás más de una vez. Así se sembraron las semillas de la ruina de la humanidad: la población actual ha crecido, muy rápidamente, desde algo mucho más pequeño. El resultado es que, como especie, H. sapiens es extraordinariamente similar. Hay más variación genética en unos pocos grupos de chimpancés salvajes que en toda la población humana. La falta de variación genética nunca es buena para la supervivencia de las especies.
«Sospecho que la población humana está destinada no solo a la contracción sino al colapso y pronto. Parafraseando a Lehrer [por el músico, Tom], si vamos a escribir sobre la extinción humana, será mejor que comencemos a escribir ahora«, sentencia el paleontologo.
“Las señales ya están ahí para quienes deseen verlas: Cuando el hábitat se degrada de tal manera que hay menos recursos para todos, cuando la fertilidad empieza a declinar, cuando la tasa de natalidad desciende por debajo de la tasa de mortalidad y cuando los recursos genéticos son limitados, el único camino es hacia abajo”.
En ese sentido, desglosa cada uno de los conceptos. Explica en el artículo que aunque la población aumenta, esa tasa de incremento se redujo a la mitad desde 1968. También, que hay un consenso general en que la población alcanzará su punto máximo en algún momento de mediados de siglo y que luego comenzará a caer de forma drástica.
«Los políticos luchan por un crecimiento económico implacable, pero esto no es sostenible en un mundo donde los recursos son finitos. H. sapiens ya secuestra entre el 25 y el 40 por ciento de la productividad primaria neta, es decir, la materia orgánica que las plantas crean a partir del aire, el agua y la luz solar. Además de ser una mala noticia para los millones de otras especies de nuestro planeta que dependen de este asunto, tal secuestro podría estar teniendo efectos nocivos sobre las perspectivas económicas humanas. Hoy en día, la gente tiene que trabajar más y más para mantener el nivel de vida de que disfrutaban sus padres, si es que es posible obtenerlo. De hecho, existe una creciente evidenciaque la productividad económica se ha estancado o incluso ha disminuido a nivel mundial en los últimos 20 años. Un resultado podría ser que la gente esté postergando la posibilidad de tener hijos, quizás tanto tiempo que su propia fertilidad comience a declinar, recalca Gee.
«Tan pronto como 2100, el tamaño de la población mundial podría ser menor de lo que es ahora. En la mayoría de los países, incluidos los más pobres, la tasa de natalidad está ahora muy por debajo de la tasa de mortalidad. En algunos países, la población pronto será la mitad del valor actual. La gente ahora está preocupada por la subpoblación», plantea.
Asimismo, recalca que “las especies de mamíferos tienden a aparecer y a desaparecer con bastante rapidez; apareciendo, floreciendo y desapareciendo en un millón de años aproximadamente” y anexa una posible extinción del Homo sapiens a su falta de variación genética.
“El registro fósil indica que el Homo sapiens existió durante 315.000 años aproximadamente, pero durante la mayor parte de ese tiempo la especie fue rara, tan rara que estuvo cerca de la extinción quizás más de una vez. Así se sembraron las semillas de la ruina de la humanidad: la población actual creció muy rápidamente desde algo mucho más pequeño. El resultado es que, como especie, Homo sapiens es extraordinariamente similar. Hay más variación genética en unos pocos grupos de chimpancés salvajes que en toda la población humana. La falta de variación genética nunca es buena para la supervivencia de las especies”, expone.
Además, plantea que en las últimas décadas disminuyó “enormemente” la calidad de los espermatozoides humanos, lo que posiblemente condujo a tasas de natalidad muy bajas por razones que aún intentan establecerse.
«La contaminación, un subproducto de la degradación humana del medio ambiente, es un factor posible. Otro podría ser el estrés, que sugiero podría desencadenarse al vivir cerca de otras personas durante un período prolongado. En la mayor parte de la evolución humana la gente viajaba liviana por la tierra, en bandas dispersas. El hábito de vivir en las ciudades prácticamente uno encima del otro es un hábito muy reciente», remarca Gee.
También considera que otra razón que puede influir en la desaceleración del crecimiento demográfico es la económica, que incluso postergaría la decisión de tener hijos.
«Homo sapiens ya secuestra entre 25 y 40% de la productividad primaria neta, es decir, la materia orgánica que las plantas crean a partir del aire, el agua y la luz solar. Además de ser una mala noticia para los millones de otras especies de nuestro planeta que dependen de este asunto, tal secuestro podría estar teniendo efectos nocivos sobre las perspectivas económicas humanas. Hoy en día, la gente tiene que trabajar más y más para mantener el nivel de vida de que disfrutaban sus padres, si es que es posible obtenerlo. De hecho, existe una creciente evidencia de que la productividad económica se ha estancado o incluso disminuido a nivel mundial en los últimos 20 años. Un resultado podría ser que la gente esté postergando la posibilidad de tener hijos, quizás tanto tiempo que su propia fertilidad comience a declinar», determina el biólogo.
“Un factor adicional en la reducción de la tasa de crecimiento de la población es algo que solo puede considerarse como del todo bienvenido y desde hace mucho tiempo: la emancipación económica, reproductiva y política de la mujer”, indica asimismo Gee, quien determina que esta transformación comenzó hace poco más de un siglo, pero que ya duplica la población activa y que mejoró tanto el nivel educativo, como la longevidad y el potencial económico de los seres humanos en general.
«Con una mejor anticoncepción y una mejor atención de la salud, las mujeres no necesitan tener tantos hijos para asegurarse de que al menos algunos sobreviven a los peligros de la primera infancia. Pero tener menos hijos y hacerlo más tarde significa que es probable que la población se reduzca», sostiene.
«Llega un momento en el progreso de cualquier especie, incluso las que parecen prosperar, en el que la extinción será inevitable, sin importar lo que puedan hacer para evitarla. La causa de la extinción suele ser una reacción tardía a la pérdida de hábitat. Las especies que corren mayor riesgo son aquellas que dominan parcelas de hábitat particulares a expensas de otras que tienden a migrar a otros lugares y, por lo tanto, están más dispersas. Los seres humanos ocupan más o menos todo el planeta, y con nuestro secuestro de una gran parte de la productividad de este parche de hábitat a nivel planetario, somos dominantes dentro de él. Por tanto, Homo sapiens podría ser ya una especie muerta andante».