A medida que la producción orgánica gana espacios en nichos ‘premium’ del mercado internacional, también lo hace la manipulación del marketing de las grandes compañías productoras de proteína animal. El encubrimiento de irregularidades sanitarias y ambientales, así como el uso de certificaciones que cuentan con la complicidad de autoridades gubernamentales, cadenas de venta al pormenor (retail), y organizaciones no gubernamentales (ONGs) asociadas a las empresas certificadoras, son sólo algunos ejemplos sotienen Juan Carlos Cárdenas, Elsa Cabrera, Bárbara Galletti y Patricio Igor Melillanca**
Los sellos certificadores intentan dar la apariencia que sus productos son una opción sana, segura y sustentable, a la vez que incorporan las denominadas ‘licencias sociales.’ Éstas últimas buscan destacar la buen vecindad de las empresas con los ciudadanos y las comunidades locales e indígenas adyacentes.
Pero los reiterados desastres ambientales y crisis sanitarias de la mega industria salmonera en Chile, así como las frecuentes denuncias sobre la entrega de información falsa a organismos fiscalizadores del estado, consumidores y mercados internacionales, deja en evidencia que estas certificaciones forman parte de una estrategia de marketing corporativo destinado a ganar posiciones frente a los mercados internacionales y consumidores desinformados.
Por ejemplo, la empresa salmonera noruega-norteamericana Nova Austral acaba de ser sancionada por la Superintendencia del Medio Ambiente (SMA) con una multa que supera los 1,5 millón de dólares, debido a la falsificación y ocultamiento de información ambiental y sanitaria sobre el inadecuado manejo de mortalidades y residuos sólidos. Todo con el objetivo de ocultar la destrucción del fondo marino por ausencia de oxigeno (anoxia) a causa del alto nivel de contaminación orgánica.
Hasta fines del 2019, Nova Austral se encontraba certificada por la coalición empresarial Global Aquaculture Alliance (GAA) y el Aquaculture Stewardship Council (ASC), empresa vinculada a la ONG internacional World Wildlife Fund (WWF). Dicha certificación le permitía formar parte de un exclusivo grupo de siete compañías productoras de salmón a nivel mundial que eran calificadas por el programa Seafood Watch, del Monterrey Bay Aquarium como una ‘buena alternativa’ para los consumidores a través del producto ‘Salmón Sixty South’ comercializado en el competitivo mercado norteamericano.
Adicionalmente, el marketing internacional de Nova Austral exhibía la certificación sanitaria del Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (Sernapesca) de Chile, que le permitía promover falsamente sus centros de cultivos en la Patagonia chilena como «libres del uso de antimicrobianos desde el 2015». A pesar del historial de comportamiento ambiental ilegal, varios de los centros de cultivo de Nova Austral continúan exhibiendo certificaciones internacionales.
Sellos Ambientales Internacionales: Tan falsos como el color del salmón industrial
Las certificaciones del ASC / World Wildlife Fund y del GAA, el cual administra el sello Best Aquaculture Practices (BAP), juegan un papel clave en la estrategia de lavado de imagen internacional o ‘greenwashing‘ de la industria salmonera chilena, cuya producción se orienta a mercados y consumidores extranjeros, con exportaciones superiores a los cinco mil millones de dólares anuales.
En este contexto, la organización Friends of the Sea (Amigos del Mar) busca aprovechar las oportunidades que brindan los crecientes y diversos conflictos ambientales provocados por la expansión de los monocultivos industriales de salmónidos en el sur de Chile, a través de un programa de certificación del World Sustainability Organization. Para ello está realizando una activa campaña de promoción de su último producto, el sello Whale-Safe o Ballena Segura, destinado a empresas navieras, cruceros turísticos, flotas pesqueras y de transporte salmonicultor (well-boats), para que «tomen medidas para prevenir los choques contra las ballenas (sic).»
Friends of the Sea fue fundada en 2008 por el economista Paolo Bray, director de los programas internacionales del proyecto Dolphin-Safe Tuna, y de la ONG Earth Island Institute (USA). Cuenta con 67 empresas certificadas en el área de monocultivo industrial de salmónidos a nivel global. En Chile ha certificado hasta la fecha a Cultivos Yadrán, Acuícola del Norte, y St. Andrews Chiloé Seafoods, esta última de propiedad del Grupo Angelini (Orizon), y de las familias Sarquis y Yaconi-Santa Cruz (Blumar).
El 2013 Friends of the Sea certificó las producciones Golden Omega de propiedad de la megaempresa Corpesca del Grupo Angelini, que produce harina y aceite de pescado en base a la anchoveta (Engraulis ringens). Y en 2019 certificó tres barcos-factorías del Grupo Inder de propiedad de la familia Del Rio y del grupo islandés Brim HF, que operan en la Patagonia chilena, a pesar de que estas naves poseen planta de procesamiento industrial abordo, lo que actualmente está prohibido bajo la actual legislación chilena. Luego, en marzo del 2021, certificó el ingrediente de alimento para peces de cultivo Aquaterra, producido en base a canola genéticamente modificada.
Whale Safe: ¿Ballenas Seguras?
En entrevista con Aqua.cl, Bray anunció la creación de un Programa de Certificación para Acuicultura Sostenible, donde las empresas que utilizan el sello Friends of Sea «deben comprometerse a reducir su impacto sobre el hábitat que las rodea, mantener altos estándares en la calidad del agua, prohibir el uso de hormonas y antifouling nocivo», además de incluir el bienestar de los peces como uno de los criterios dentro del estándar.
Como parte de este programa, se lanzó en abril del 2021 el sello Whale-Safe para reducir las colisiones de barcos con ejemplares de ballenas, incrementando la oferta de productos de la World Sustainability Organization. Afirman que su objetivo es «involucrar al sector acuícola en esta región, a las empresas ya certificadas por nosotros y a otras, para que formen parte del programa Whale-Safe.»
Para ello las embarcaciones «dispondrían de un procedimiento para reaccionar y evitar a los mamíferos marinos cercanos» y compartirían sus observaciones de ballenas en tiempo real a través de una plataforma en línea a disposición de los barcos de la zona y con fines estadísticos. Las compañías certificadas podrían utilizar el logotipo de Whale-Safe en sus barcos, páginas web y documentación corporativa. Por su parte las empresas serían publicitadas en la página web de Friends of Sea.
Sin embargo, el continuo incremento del tráfico naviero por el aumento del comercio internacional y la expansión geográfica de la salmonicultura industrial en aguas de la Patagonia chilena, constituyen una creciente amenaza para la conservación de las ballenas que difícilmente podrán reducirse con la compra de un sello de certificación.
De las 729 embarcaciones que componen la flota de transporte acuícola industrial en Chile, existen a lo menos 54 wellboats, -barcos de transporte de peces-, los que pueden alcanzar hasta 18 nudos de velocidad. Estas naves se desplazan por las rutas migratorias, áreas de alimentación y de reproducción de ballenas, junto a embarcaciones pesqueras industriales y semi-artesanales, grandes cruceros de turismo, y transporte de containers.
Por su tamaño y velocidad, las colisiones de estas embarcaciones con las ballenas resultan fatales. El problema sólo irá en aumento debido al proceso de expansión territorial y aumento del 10 a 20 por ciento anual de la producción de salmónidos en el país. Por ejemplo, las empresas noruegas AquaShip integrará dos wellboats a fin de año, mientras que InterShip invertirá 140 millones dólares para construir una flota de siete naves más, las que serán incorporados en 2022 a la transnacional noruega Mowi. Adicionalmente, la naviera Orca Chile agregará otra nave de casi 80 metros de largo el próximo año a la zona marítima austral.
Sellos ambientales estimulan consumo, expansión territorial y aumento de la producción salmonera
La certificación de empresas acuícolas a través de sellos Whale-Safe u otros similares, resulta contraproducente a la protección de los cetáceos. Estos esquemas estimulan aún más el consumo y aumento de producción de salmón, y su consecuente tráfico marítimo, a cambio de implementar medidas voluntarias e insuficientes para asegurar la conservación de las poblaciones de cetáceos, y sus hábitats, en un área tan compleja y frágil como los ecosistemas de fiordos y canales de la Patagonia chilena. Pero el sello Whale-Safe no tiene nada nuevo, a excepción quizás de la marca comercial que podrá ser utilizada en los productos para promover su consumo.
Hace seis años se realizó en Chile la Conferencia Internacional Our Ocean. En dicha oportunidad se adoptó un Acuerdo de Producción Limpia (APL) de carácter voluntario, entre el Ministerio de Medio Ambiente de Chile, el Consejo Nacional de Producción Limpia, WWF Chile, Universidad Austral de Chile, el Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (Sernapesca), y seis mega empresas salmoneras, para la implementación de un sistema de monitoreo y avistamiento de ballenas azules y otros grandes cetáceos en el Golfo de Corcovado, y la adopción de prácticas productivas salmoacuícolas que favorezcan la conservación del ecosistema.
A sólo meses de la firma del acuerdo, el vertimiento masivo y autorizado de más de 40 toneladas de salmones muertos y en descomposición en el noroeste de la Isla de Chiloé desencadenó uno de los mayores desastres ambientales que provocó la muerte masiva de diversas especies de fauna marina.
Y a través de los años, el prontuario de impactos negativos en mamíferos marinos ha aumentado, incluyendo diversos registros de enmalles en redes acuícolas, capturas ilegales de lobos marinos y delfines, y colisiones fatales con embarcaciones. Recientemente, en abril de 2021, un nuevo episodio de mortalidad de salmones en centro de cultivos provocó un nuevo desastre ambiental, esta vez dentro del área marina protegida del Fiordo Comau.
Cómo vencer la propaganda ambiental para intentar salvar en serio a las ballenas
Para el Centro Ecocéanos y el Centro de Conservación Cetácea, las organizaciones ambientalistas, movimientos sociales, comunidades de pueblos originarios, e investigadores, deben exigir al Estado chileno la implementación de una serie de medidas de corto y largo plazo para evitar las continuas colisiones fatales de ballenas con embarcaciones marinas y proteger los delicados ecosistemas de fiordos de la Patagonia chilena.
Como primera medida proponen establecer una moratoria a la actual expansión geográfica y productiva de los monocultivos salmoneros industriales, así como la salida de los centros de cultivo de los ecosistemas vulnerables como fiordos, estuarios, canales interiores y lagos.
También consideran urgente detener de inmediato la entrega de nuevas concesiones, así como de ampliaciones de las capacidades productivas de los actuales centros de cultivo intensivo, y la eliminación del abusivo y opaco proceso de ‘reubicación’ de concesiones salmoneras hacia la Reserva Forestal Las Guaitecas, la Reserva Nacional Kawésqar, y Parque Nacional Kawésqar, en la Patagonia chilena.
En el caso específico de disminuir colisiones con embarcaciones, proponen reducir obligatoriamente la velocidad de navegación en el área durante la temporada de alimentación de las ballenas y establecer de un sistema público vinculante de control y monitoreo para la velocidad de las naves que operan en la Patagonia chilena.
Boicot a la compra y consumo de salmón industrial en defensa de las ballenas del sur del mundo
Detener la destructiva expansión de la industria del salmón cultivado que intenta duplicar sus actuales producciones en Chile, también depende de la reducción de su comercialización, por lo que el Centro Ecocéanos y el Centro de Conservación Cetácea hacen un llamado a los consumidores nacionales e internacionales a no comprar ni consumir salmón chileno, e informar de su decisión a las empresas importadoras, cadenas del retail, restaurantes y empresas de comida rápida, utilizando los mecanismos de presión existentes desde los mercados nacionales e internacionales.
Finalmente, ambas organizaciones reiteran la necesidad de informarse y rechazar las engañosas y manipuladoras certificaciones y sellos ambientales de las producciones de salmón de cultivo industrial proveniente del sur de Chile.
**Juan Carlos Cárdenas, Elsa Cabrera de Centro Ecoceános, Bárbara Galletti y Patricio Igor Melillanca del Centro de Conservación Cetácea.