domingo, diciembre 22, 2024

¿Error no previsto? Isamit no renunciará (por ahora) al gabinete, pero en el oficialismo arde la pugna por urgencia a proyecto de Matrimonio Igualitario

El Mandatario parece no haberle consultado a nadie para incluir a última hora la medida, que le ha implicado una tormenta esperable por todos, menos para él, por lo visto.

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En medio de la expectación, el ministro de Bienes Nacionales, Julio Isamit, llegó este miércoles hasta La Moneda para reunirse con el Presidente Sebastián Piñera, con el fin de conversar en torno a su anuncio en la Cuenta Pública de poner urgencia al proyecto de matrimonio igualitario, reunión imprevista pero urgente que obligó al Mandatario a suspender y reprogramar parte de su agenda.

Dicha idea había sido rechazada tajantemente en ocasiones previas por Isamit, recordándose en especial (en un trabajo de arqueología tuitera que hicieron muchos usuarios de la red social las últimas 24 horas) declaraciones como “Me siento absolutamente estafado: yo no vote para financiar a ministros que promueven matrimonios gay. Que se vaya Cruz Coke”, efectuada por el titular de BB.NN. en 2011.

Y aunque se especuló una posible renuncia del ex dirigente estudiantil, finalmente ello no se produjo (al menos no por ahora).

Pero el «asunto Isamit» fue sólo una parte casi menor comparado con la tormenta que se le vino encima al Mandatario, y que parece ser que no esperaba. No, al menos, con la virulencia con que se presentó.

El hecho de dedicar sobre todo la jornada matinal a una ronda de llamadas telefónicas habla claramente del lío en el que se metió en relación a un tema que en el global de la situación que vive el país es efectivamente menor, pero que este miércoles parece haber capturado la agenda.

Lío autoimpuesto

Hasta el momento, poco se sabe a ciencia cierta sobre lo que motivó al Jefe de Estado a incluir el tema a última hora en su cuenta pública. Y si bien se trataba de un tema que había conversado con sus colaboradores más directos y también al interior del Comité Político, no había señales de que se abordaría en la actividad de ayer en el Congreso.

En ese mismo sentido ni siquiera algunos de sus asesores más estrechos, como Cristián Larroulet (según recogió La Tercera), estaban al tanto de la decisión del Mandatario. De hecho, en uno de los últimos borradores del discurso, alrededor de las 14 horas, no había ninguna mención al tema.

«Yo supe un par de minutos antes de comenzar la misma cuenta», reconoció esta mañana el secretario general de Gobierno, Jaime Bellolio, recalcando eso si que «nosotros habíamos conversado esto con el Presidente varias veces, el Comité Político con él, sobre la opinión personal de cada uno de nosotros -y yo obviamente he manifestado que he estado de acuerdo- y de la oportunidad misma en la cual esto se hacía y frente a esto es una decisión del Presidente el que ayer (martes) era la oportunidad para hacerlo».

De allí el revuelo causado tanto en el gabinete (teniendo como máxima reacción la del ministro Isamit), como en el oficialismo, que se ha mostrado extremadamente dividido a la hora de evaluar las palabras de Piñera, incluso con acusaciones desde la UDI de que con el anuncio se intenta favorecer al supuesto favorito de La Moneda para el sillón presidencial, el exministro y ex presidente del BancoEstado Sebastián Sichel, un tema para él muchísimo menos espinoso que para Joaquín Lavín.

Y el que la medida no fuera parte del programa de Gobierno, implicó que se convirtiera en un verdadero cuchillo enterrado en el corazón de los sectores más conservadores del oficialismo.

Los parlamentarios evangélicos y otros tradicionalistas tanto de la UDI como de Renovación Nacional, también mostraron su descontento, pero fue el director ejecutivo de la Fundación Jaime Guzmán, Jorge Jaraquemada, quien resumió esta «rebelión» de un importate sector de la derecha nacional ante lo que consideran una verdadera afrenta del Presidente: “Esta sorpresiva propuesta agrede la médula del ideario de buena parte de los partidos de su sector y parece develar una obsesión por gobernar en solitario”.

Para muchos analistas, en definitiva, se trató de una salida casi desesperada del Mandatario por dejar su nombre asociado a una medida «popular» que pasara a la historia. Lo que no analizó, fue el costo que implicaba decidir algo sin consultar a sus asesores, sus ministros y a una alianza de Gobierno que no parece compartir su entusiasmos por este tipo de legado.

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