La semana que termina ha mostrado la precariedad, la ignorancia, la rusticidad y el bajísimo nivel de la sin duda la peor mal llamada «clase política» desde la vuelta a la democracia. El Congreso se ha transformado en un ring circense donde no se respetan las formas y los mínimos básicos del respeto por el adversario político, la falta de liderazgos y la falta de peso político de los ministros de un gobierno que se cae a pedazos por la falta de conducción de parte del que ejerce como Presidente (Gobernar no el lo mismo que gerenciar) que no logró tener esa fina sintonía con el país, deja a Chile en una penosa y riesgosa situación que se caricaturizó con esta guerra del Tercer Retiro y el bloqueo que ha hecho el Presidente en el Tribunal Constitucional. La guerra desatada entre el Congreso, los partidos -diezmados por la fuga de militantes-, La Moneda y los precandidatos presidenciales hacen la mezcla perfecta para que esta semana siga escalando el conflicto que tiene como símbolo el Tercer Retiro pero que en el fondo tiene otros objetivos quizás más estratégicos y que apuntan al frío Palacio.

En este escenario este domingo el por tercera vez precandidato presidencial del bacheletismoaliancista y autodefinido socialemócrata Joaquín Lavín, publica una suerte de manifiesto en que el llama -cándidamente- «en esta hora difícil, creo que llegó el momento de un nuevo acuerdo. Otro acuerdo con mayúscula, de los grandes. La presidenta del Senado y el propio Presidente Piñera ya lo han mencionado. Y somos muchos los que tenemos que sumarnos».

Lavín en su buena intención apela además a algo que se perdió hace rato en la política chilena: «Con un poco de generosidad política, no debería ser tan difícil ponerse de acuerdo en cómo aliviar rápido la situación de los chilenos», la generosidad política NO EXISTE en Chile hace mucho tiempo, lo que existe es OPORTUNISMO POLÍTICO. Pero, Lavin, no contento con este razonable planteamiento -que busca rescatar la bondad de sus pares políticos- también llama a a algo que está mucho más ausente del país quizás desde la Presidencia de Ricardo Lagos -el último estadista que tuvo Chile-, liderazgo y un estadista.

Lavín dice: «En síntesis, vivimos un momento difícil, que exige lo mejor de nosotros. Es el momento de la colaboración. Es la hora de los acuerdos. Eso es lo que los chilenos esperan de sus líderes. ¿Qué líderes o liderazgos tiene Chile? los liderazgos políticos dejaron de existir en el país cuando sucumbieron a la corrupción, a los placeres cortesanos y a la incestuosa relación política&negocios.

La buena idea de Lavín es para otro país o para el Chile pre corrupción política. De todos modos publicamos el texto completo de la propueta de «Joaquín el Bueno»:

«El 15 de noviembre del 2019 se logró un acuerdo que cambió Chile y le dio una salida institucional a la situación que se estaba viviendo. Fue en momentos inciertos y difíciles. Más difíciles que los de ahora. Pero igual de tensos y desafiantes. Esa noche, cuando vimos a todos alrededor de una mesa en que al centro estaba el presidente del Senado, en ese entonces Jaime Quintana, todo Chile sintió una sensación de alivio. En ese “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución” se establecieron temas tan importantes como el plebiscito y la regla de los 2/3 para acordar la nueva Carta Fundamental.

Después apareció la pandemia, y su secuela de muertes, cuarentenas y una crisis económica que no habíamos vivido en treinta años. En medio de todas las peleas y discusiones, la presidenta del Colegio Médico convocó a un grupo de economistas, que junto al entonces ministro de Hacienda, Ignacio Briones, lograron un nuevo acuerdo. Un fondo Covid de US$ 12.000 millones para ayuda social.

Fue otro punto de inflexión positivo en este Chile de confrontaciones y polarización en la política y en las redes sociales, pero que no va de la mano con el país real, que sabe que avanzamos cuando nos ponemos de acuerdo.

Estamos nuevamente en un momento duro. La segunda ola de covid nos pegó muy fuerte. El ánimo de los chilenos pasó de la esperanza a la incertidumbre total. A la angustia, en realidad. ¿Tendré trabajo? ¿De qué viviré en los próximos meses si esto sigue así? ¿Cómo mantendré a mi familia?

Y en esta hora difícil, creo que llegó el momento de un nuevo acuerdo. Otro acuerdo con mayúscula, de los grandes. La presidenta del Senado y el propio Presidente Piñera ya lo han mencionado. Y somos muchos los que tenemos que sumarnos.

A veces la depresión hace que uno vea todo negro. Pero no todo es negro. Al contrario, en el trasfondo de ese acuerdo hay que tener en cuenta dos noticias muy positivas que quizás no estamos viendo:

Hay luz al final del túnel del covid. Y esa luz es la vacuna. Aquí Israel es el mejor ejemplo. Es cosa de algunos meses. Es verdad que la vida no volverá a ser la misma. Pero las cuarentenas pasarán.

La economía chilena no solo se recuperará. Tiene un futuro que brilla. Es verdad. El precio del cobre supera los US$ 4 y es probable que siga así por mucho tiempo. Tiene que ver con la construcción, con los cables, con los autos eléctricos. Los autos eléctricos usan cuatro veces más cobre que los autos convencionales y llegarán a ser mayoría en el mundo más temprano que tarde.

Pero eso no es todo. Viene una combinación virtuosa de precio del cobre alto y costo de la energía bajo, fruto de las energías limpias en que Chile tiene ventajas comparativas: el viento y el sol.

Todo esto abre posibilidades insospechadas a nuestra economía, que no parecían tan claras hace algunos meses.

Por eso, el tercer gran acuerdo, sabiendo que estamos pisando sobre terreno sólido, debe avanzar en temas como los siguientes:

Una nueva política social. Nuestras políticas sociales están en crisis porque ya no responden a las necesidades del país. Nos transformamos en un país de clase media, con todas las diferencias y precariedades que esa clasificación esconde. Y los instrumentos de ayuda social que rigieron durante todos estos años no están diseñados para el nuevo Chile. Fueron pensados para un país con 40% de pobreza y no para la realidad de hoy.

En este Chile en que todos merecemos ser tratados con la misma dignidad, la universalidad debe reemplazar a la focalización. Se entiende que este es un proceso que no será de un día para otro, pero que debe partir ya. Y entendiendo que siempre habrá grupos que requerirán un apoyo especial.

Todo esto se ha agudizado por la pandemia, porque las cuarentenas exigen una respuesta social por parte del Estado, que sea universal, suficiente y oportuna. Y obviamente, eso ha ocurrido solo muy parcialmente.

En particular, el concepto acuñado por el Gobierno respecto a que si una persona mantiene su trabajo y su sueldo, entonces significa que no necesita ayuda, está equivocado.

La razón es que hoy las familias chilenas son verdaderas pymes, es decir, actúan como una red extendida de apoyos, en que el jefe de hogar ayuda económicamente no solo a los que conviven, sino a sus padres adultos mayores, y a otros familiares que sí han perdido el empleo, o que están sobreendeudados, o que enfrentan una situación difícil por la pandemia.

Los retiros. Estas fallas de la política social han llevado a buscar fórmulas como la propuesta del tercer retiro de las AFP, y la que yo mismo he hecho de autorizar un retiro de la AFC, en el que 10,5 millones de chilenos tenemos una cuenta.

Cada una de estas propuestas tiene ventajas y desventajas. Por ejemplo, el tercer retiro deja afuera a 3 millones de personas que ya no tendrían fondos que sacar. A su vez, el IFE y el bono de clase media ya aprobados dejan fuera al menos a 4 millones de chilenos que sí tienen cuenta en la AFP o en la AFC.

Con un poco de generosidad política, no debería ser tan difícil ponerse de acuerdo en cómo aliviar rápido la situación de los chilenos.

La reforma previsional. Esto es más urgente que nunca. Mientras retiramos dinero de las cuentas duerme en el Congreso la fórmula para volver a poner recursos que mejoren las pensiones en el futuro. Estoy seguro de que la gran mayoría quiere que esos seis puntos adicionales de cotización de los que se habla vayan a sus cuentas individuales, al menos mientras se recupere lo girado en los dos retiros del 10%. Cualquier negociación será mejor que no hacer nada.

Aprovecharía también de incluir un artículo que permita efectuar un retiro en situaciones especiales como lo tienen Australia y otros países.

Los impuestos. Transitar hacia un Estado para un país de clase media requerirá no solo gastar mejor los recursos, sino tener más recursos. Debe hacerse con cuidado, porque la economía está débil y afectando lo menos posible los incentivos a la inversión.

Se habla de eliminar exenciones, de gravar a los “súper ricos” o al “superlujo”. Hay que pensar también qué podemos hacer para que realmente sea cierto que el cobre es de todos lo chilenos, y que cuando llega a valores como el que tiene hoy sea verdad que todos nos beneficiamos.

Fin a los proyectos inconstitucionales. Y, por último, pero no menos importante, cualquier acuerdo de gobernabilidad para los próximos meses pasa por respetar la Constitución que tenemos, y las atribuciones que otorga a cada poder del Estado.

Parece obvio, pero hay que explicitarlo. Así funcionan las democracias.

En síntesis, vivimos un momento difícil, que exige lo mejor de nosotros. Es el momento de la colaboración. Es la hora de los acuerdos. Eso es lo que los chilenos esperan de sus líderes», remata y firma Joaquín Lavín

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