Todos los olores, agradables o no, son extraordinarios evocadores de recuerdos” (Primo Levi)

Quién no ha experimentado un retroceso en el tiempo, placentero o no, al momento de oler un aroma cualquiera, esos aromas que evocan sensaciones, emociones, experiencias o recuerdos de todo tipo. Me entero que hay toda clase de teorías que explican el mecanismo bioquímico del sentido del olfato, pero, hasta ahora,  no encuentro una justificación científica, coherente y plausible, que me explique el “olfato político” o la ausencia del mismo. Puede ser que ni siquiera exista. En su búsqueda, encuentro un estudio del 2013 (Castro y Chennubhotla), que plantea la existencia de 10 olores básicos.

Pueden quedarse tranquilos estimados lectores: no delataré los olores de ninguno de ustedes (aunque la tentación exista), ni confesaré los míos. Tampoco el olor predilecto del senador Navarro, que ya es de público, y poco agradable, conocimiento. Sólo me pareció interesante hacer un análisis de la política chilena en base a 3 de los olores propuestos en el estudio: cítrico, rancio y descompuesto. Adelanto desde ya, un cierto prejuzgamiento, al escoger los que consideré más apropiados a la realidad política local. 

¿Algo huele mal en nuestro país? Hace tiempo ya que la política chilena -y varios de sus actores- presenta olores cítricos, principalmente por la acidez del lenguaje y de la descalificación en el debate público. La fragmentación y polarización de las fuerzas políticas en el Congreso, avivado por el cambio del sistema electoral, sólo ha acrecentado los grados de acidez con que los políticos se desenvuelven en el campo legislativo criollo. Un cuadro de acidez que ni el mejor de los antiácidos puede resolver. Los mejores exponentes de este tipo de aromas cítricos, son los parlamentarios del PC. Pareciera que se duchan diariamente en jugo de limón. 

Peor aún, pareciera que el olfato del sentido común indica un fuerte aroma a rancio en el Congreso, que ya presenta desde hace años un olor a mal estado, propio del vencimiento de productos. Así, nos hemos ido acostumbrando a ver a diario como los políticos abusan de sus atribuciones y privilegios, cuidan sus intereses particulares, incluso por sobre los ciudadanos, aprueban proyectos inconstitucionales o populistas, entre otras conductas, que hablan de una clase totalmente desconectada de la realidad. La reciente aprobación express de una ley que permitió a candidatos a alcaldes -que habían sido descalificados por no cumplir con los requisitos legales-, seguir en carrera, habla de un parlamento que sólo legisla para ellos mismos. A ello, se agrega la insólita norma que permite a los alcaldes que van a reelección, volver a reasumir sus funciones mientras se suspende la campaña. Un olor que nos recuerda a la leche avinagrada.

Pero si seguimos olfateando a los políticos, podemos llegar a sentir un fuerte olor a descomposición, que nos conduce rápidamente al plano municipal. Los casos de las luminarias LED y la vinculación del narcotrafico con diversos municipios del país, nos hablan de un alto grado de putrefacción, al más puro estilo de un vertedero clandestino. No obstante, la descomposición política no se limita al ámbito municipal. Los focos de corrupción en el Estado indican que estamos frente a un problema generalizado. Una posible explicación, aunque parcial, es la captura del Estado como botín por los operadores políticos. Un olor que, tristemente, nos evoca una caleta pesquera.

La política y los políticos, tal como hoy los conocemos, huelen a gladiolos. Esta expresión tan propia de los chilenos, nos indica que estos personajes se encuentran en un estado terminal. Si no queremos que estos olores se repitan en la Convención Constituyente, debemos votar por personas, principios e ideas, y no por candidatos que no nos representen. No obstante la campaña del terror en contra de los independientes, el mayor riesgo no está ahí. No podemos repetir el error de elegir candidatos simplemente con el propósito de engrosar, o engordar, a una bancada, y que al primer timbre terminen abrazando los olores de la izquierda. En las próximas elecciones vote en conciencia y no con la colonia en la mano. No se autogañe. 

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