La pandemia está desbocada en Brasil, que el pasado martes 23 tuvo más fallecidos que ningún otro día: 3.251 muertos en 24 horas.
Cada 100 brasileños que se infectan con covid ahora mismo contagian la enfermedad a otras 123 personas, según los datos del Imperial College de Londres. La intensa transmisión —acelerada por la variante brasileña, más contagiosa— ha causado una avalancha de enfermos graves que han llevado al colapso de las UCI de buena parte del territorio. Y los científicos temen que Brasil se esté convirtiendo en una incubadora de nuevas variantes y cepas. La OMS exige firmeza al Gobierno federal y que se coordine con el Congreso y el Poder Judicial mientras los países vecinos toman medidas para protegerse, como suspender vuelos o intentar levantar una barrera epidemiológica.
Tras las desastrosas cifras del martes, un día después traspasó la franja de los 300.000 fallecidos, mientras 12,2 de sus 210 millones de habitantes se han infectado. Este jueves superó por primera vez la franja de los 100.000 contagios registrados en un sólo día.
La presión llevó al presidente Jair Bolsonaro, un declarado escéptico del virus y un obstinado opositor del confinamiento, a conformar el miércoles un comité de crisis “para decidir el rumbo del combate” de la pandemia.
Pero la tardía decisión llega cuando 23 de sus 27 estados reportan un 85% de ocupación de sus Unidades de Cuidados Intensivos y se multiplican las denuncias de escasez de oxígeno y otros suministros médicos.
Con 210 millones de habitantes, su tasa acumulada por millón le sitúa por el momento por detrás de EE UU o España, pero acorta distancias a toda velocidad. Y los 50.000 contagios que en promedio contagios suma cada día van alimentando una verdadera bomba de relojería.
Tres Estados brasileños (Acre, Rondonia y Rio Grande do Sul) no tienen una sola plaza libre de UCI. Y más de la mitad tienen el 90% de las plazas ocupadas ante la avalancha de enfermos de las últimas semanas. El panorama no tiene visos de mejorar a corto plazo, en especial porque parte importante de la población, incluido el presidente Bolsonaro, no mantiene las medidas básicas de aislamiento social y mascarilla, lo que permite al virus circular libremente y alumbrar nuevas variantes.
Sudamérica en alerta roja
Varios países vecinos han detectado en sus territorios la variante brasileña, que se llama así porque Japón la descubrió en un viajero llegado desde Manaos, y han adoptado medidas para protegerse. La P1 es más contagiosa que la cepa original y ataca con mayor virulencia a los jóvenes. Y para empeorar el panorama, algunas personas que ya tuvieron coronavirus se han reinfectado.
En Venezuela, los contagios diarios han aumentado hasta duplicarse desde mediados de este mes. Y eso que existe una notable subnotificación por la escasa capacidad de hacer diagnósticos ante la desidia del gobierno de Caracas. Con Brasil convertida en amenaza, se ha visto obligada a tomar medidas más contundentes. Así, esta semana el Gobierno venezolano decretó el confinamiento en todo el país, de modo que solo los trabajadores esenciales de los sectores sanitario y alimentario pueden salir a la calle. La medida fue implantada tres semanas después de que la variante brasileña fuera detectada en tres estados fronterizos.
Colombia y Perú han suspendido los vuelos con Brasil como medida de precaución. Los peruanos solo permiten vuelos humanitarios para repatriar ciudadanos. Los otros, ni eso.
Las autoridades colombianas han anulado también la conexión aérea interna con Leticia, la principal ciudad amazónica del país. Y, con el fin de levantar una suerte de muro epidemiológico frente a la nueva variante, también han adelantado la vacunación en varios departamentos amazónicos –selváticos y poco poblados– con el envío de 40.000 dosis de la vacuna del laboratorio chino Sinovac. Pretenden contener así el avance de los contagios hacia el resto del país. Las autoridades sanitarias no han confirmado por el momento la circulación de la variante brasileña en su territorio, pese a las especulaciones de alcaldes como los de Bogotá y Medellín.
Chile, que no tiene frontera con Brasil, mantiene en cambio los vuelos con ese país (y otros destinos), pero con una contrapartida. Los recién llegados en avión, especialmente los de Brasil, deben permanecer 72 horas de cuarentena en un hotel de tránsito aunque tengan una PCR negativa y reciente. Si luego vuelven a dar negativo, tienen que hacer 10 días de cuarentena obligatoria en su domicilio particular. Los costes extras los tiene que asumir el viajero.
Argentina ha eliminado parte de los vuelos con el exterior, no solo con Brasil. Y empezará a cobrar las PCR a los turistas y sopesa que quienes den positivo deban hacer cuarentena en un hotel que paguen ellos mismos. El Gobierno estudia nuevas medidas para frenar los contagios, pero las anunciará el fin de semana para no enrarecer la cumbre de Mercosur prevista para este viernes en formato virtual.
La entrada de la variante de Manaos en Perú sí está confirmada. Y se sabe que fue por Caballococha, en la triple frontera con Brasil y Colombia. A las variantes brasileña y sudafricana han atribuido las autoridades sanitarias la rapidez de la transmisión.
Las autoridades de Uruguay han cerrado los servicios públicos y suspendido las clases presenciales en las escuelas. Y Paraguay, que estudia decretar una cuarentena nacional con motivo de la Semana Santa, ha confirmado este miércoles los primeros dos contagiados por la variante brasileña. El ministro de Salud paraguayo, Julio Borba, ha advertido de que la transmisión ya es comunitaria porque uno de los infectados “es un joven que nunca viajó y trabaja en los quehaceres domésticos”.
Con información del Diario El País de España.