La agencia alemana DW publica: «El saldo fatal de la crisis humanitaria que Chile ignoró», y que da cuenta del impacto internacional que está teniendo la graves crisis migratoria que afecta al país.

En los últimos días, las autoridades de regiones del norte del país habían manifestado su preocupación por el considerable aumento de flujo migratorio de, sobre todo, venezolanos. Este miércoles murieron dos immigrantes.

Colchane, un pueblo en el norte de Chile, en la frontera con Bolivia, se convirtió este miércoles en el destino fatal para inmigrantes que buscaban de manera irregular entrar al país: dos personas de nacionalidad venezolana y colombiana murieron tras cruzar la desértica frontera a más de 3.600 metros de altura sobre el nivel del mar. Ellos eran parte de un grupo de treinta personas, según informaron las autoridades locales, sin precisar la causa de las muertes. 

Pese a las extremas temperaturas y a la pandemia del coronavirus, el paso fronterizo en esa zona andina se convirtió en los últimos meses en la ruta perfecta para extranjeros indocumentados que quieren ingresar a Chile. A diferencia de la frontera con Perú en Arica, esta zona fronteriza es, por su extensión, menos custodiada por la Policía.

«Estas muertes deben poner en máxima alerta a las autoridades chilenas. Esta crisis había sido ignorada y ha ido creciendo desde hace cuatro años. Los ingresos por pasos no habilitados se han triplicado y ahora tenemos una crisis humanitaria en el norte del país”, comenta a DW la representante de la organización de inmigrantes Colectivo sin Fronteras de Chile, Patricia Loredo.

Tragedia advertida

En los últimos días, autoridades de pequeñas comunas de Tarapacá, región donde se encuentra Colchane, ya habían manifestado su preocupación por el considerable aumento del flujo migratorio de, sobre todo, venezolanos. Ellos exigían la intervención urgente del Gobierno central debido a la saturación del sistema de residencias sanitarias y de estadías transitorias.

El alcalde de Colchane, Javier García, lamentó la crisis humanitaria que se evidencia en plazas y alrededores de su comuna de 1.700 habitantes, que son de origen aymara. A sus problemas de desabastecimiento e infraestructura se ha sumado el ingreso irregular de venezolanos, quienes por necesidad, incluso, toman de refugio las viviendas de los habitantes. 

Aproximadamente 500 ingresos diarios se han registrado en la última semana, llegando el último martes a un pico de 1.500 personas. Debido a la falta de infraestructura, un tercio de ellos fue trasladado en buses hasta Iquique. Si bien en el norte de Chile existe ayuda humanitaria de algunas organizaciones internacionales, “estas son muy puntuales y bastante insuficientes”, cuenta la activista Loredo. 

Política selectiva y criminalización 

Esto es consecuencia, según Luis Eduardo Thayer, profesor de la Cátedra de Racismo y Migraciones de la Universidad de Chile, por un lado, de la crisis que sigue atravesando Venezuela, cuyo Gobierno ha empujado a que casi cinco millones de personas abandonen su país. Y, por otro lado, en el caso particular de Chile, se está llevando adelante una política de frontera que tiene como componentes restricciones y normas muy selectivas por nacionalidad.

«En los últimos tres años han ingresado clandestinamente al país 30.000 personas. De modo que la crisis humanitaria y migratoria no es nueva. Los inmigrantes irregulares no solo son de Venezuela, sino también de Haití, República Dominicana o Cuba, que tienen restricciones para el ingreso a territorio chileno y deben pedir un visado en sus países de origen, algo que, por ejemplo, para los venezolanos es imposible de obtener”, asegura Thayer en entrevista con DW. 

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