1. A bajas temperaturas: Las preparaciones frescas, clásicas del verano, se potencian acompañadas por vinos a temperaturas un poco más bajas. “Los blancos, rosados, espumantes y tintos ligeros pueden conservarse en una cava o bien en el refrigerador a unos 5º o 7º. Y siempre es una buena opción mantenerlos en cubeteras con hielo cerca de la mesa, para disfrutar y aprovechar los vinos de la mejor forma posible”, señala Angélica Valenzuela, directora comercial de Vinos de Chile. La temperatura es clave en el servicio de los vinos, y siempre la experiencia será más grata.
2. Elegir vinos ligeros: Con el calor el cuerpo siempre estará más proclive a recibir bebidas y alimentos contrapuestos a la temperatura del ambiente. Por eso a los blancos, rosados, espumantes y tintos jóvenes se les conoce como los aliados del verano.
Un consejo: si hace mucho calor ambiente la recomendación es servir menor cantidad en la copa; así evitamos que el vino suba muy rápido de temperatura y al mismo tiempo lo refrescamos, ya que el refill es más frecuente.
3. Acidez más marcada: La acidez es lo que le da vivacidad y frescor al vino. Los vinos que gozan de buena acidez siempre serán más frescos y fáciles de beber, y es lo que hará que podamos no solo refrescarnos en el verano, sino que además será parte importante del maridaje que elijamos a la hora de comer
4. Graduaciones alcohólicas más moderadas: Los vinos de alcoholes más moderados siempre serán más frescos, menos cansadores y por ende más fáciles de beber. En verano es ideal elegir vinos que no sean tan alcohólicos para no favorecer la deshidratación. “Pero más allá de este consejo, siempre es indispensable beber dos copas de agua por cada copa de vino; por eso, cada vez que pedimos o compramos una botella de vino, siempre debe ir acompañado de una botella de agua para cuidarnos y disfrutar mejor de la experiencia”, finaliza Angélica Valenzuela.