Este miércoles, a 50 años del Golpe Militar que derrocó al gobierno que encabezaba Salvador Allende, el Archivo de Seguridad Nacional de Estados Unidos liberó documentos que revelan que la administración de Richard Nixon llevó a cabo una agresiva estrategia de hostilidad y presión que desembocó en el derrocamiento del Presidente chileno, en 1973.
Así lo menciona el diario español El País, el cual demuele la versión oficial del Gobierno de Nixon en la administración del mandatario socialista chileno, ya que el propio Henry Kissinger, asesor de Seguridad Nacional de la época, señalaba no tener conocimiento que se estaba fraguando el golpe de Estado. Incluso el propio Nixon señalaba que su intención no era la de desestabilizar la Unidad Popular, sino que su intervención estaba enfocada en mantener a los partidos opositores con miras a una elección que se realizaría en 1976.
Sin embargo, los documentos revelados esta jornada, en palabras de Peter Kornbluh, analista senior encargado de Chile del Archivo de Seguridad Nacional, que “registran el propósito deliberado de los funcionarios estadounidenses de socavar la capacidad de gobernar de Allende y derribarlo para que no pudiera establecer un modelo exitoso y atractivo de cambio estructural que otros países podrían emular”.
“Es una historia de un país pionero, Chile, y de un poderoso imperio que quería controlar los países, sus instituciones y las vidas de sus ciudadanos, pero no en el nombre de la democracia, sino de una dictadura militar y su represión. En nuestro mundo actual, en plena crisis, debemos estar vigilantes a esa historia trágica”, sostiene.
El temor de Nixon y Kissinger en ese mundo bipolar era el avance del socialismo a la chilena no solamente en América Latina, sino que en otras regiones del mundo a raíz de su llegada al poder a través de la elección democrática.
En una conversación entre Nixon y Kissinger, el mandatario le indicó que “creo firmemente que esta línea es importante con respecto a su efecto en la gente del mundo”, añadiendo que “si (Allende) puede demostrar que puede establecer una política marxista antiamericana, otros harán lo mismo”, a lo que su asesor le señaló que “tendrá efecto incluso en Europa. No solo en América Latina”.
De esta forma, los documentos dados a conocer muestran que Kissinger influyó decisivamente en la política que Washington realizó hacia Chile, el que incluye el frustrado intento de Golpe de Estado para que asumiera la presidencia.
En ese sentido, se indica que el 5 de noviembre de 1970 se llevaría a cabo en la Casa Blanca una reunión formal del Consejo de Seguridad Nacional para abordar la política hacia Chile, pero fue Kissinger quien logró posponer la cita 24 horas y así se reunió a solas con Nixon para convencerlo de que desistiera de llevar una política amable hacia el Gobierno de Allende.
“Es esencial que deje muy claro cuál es su posición sobre este tema”, le dijo Kissinger al presidente estadounidense.
Sin embargo, el Departamento de Estado tenía temor que se produjera un escándalo internacional si los esfuerzos para derrocar a Allende quedaban en evidencia y abogó por una política prudente de coexistencia, que fue denominada estrategia modus vivendi, que consistía en apoyar a los partidos de la oposición chilena –de centro y de derecha– para ayudarles de cara a las elecciones de 1976.
Mientras tanto, la Oficina de Asuntos Interamericanos señalaba que si Washington violaba su “respeto por el resultado de las elecciones democráticas”, reduciría su credibilidad mundial “aumentando el nacionalismo” contra Estados Unidos, apuntando que esto “será utilizado por el Gobierno de Allende para consolidar su posición con el pueblo chileno y ganar influencia en el resto del hemisferio”.
A pesar de esto, Kissinger pudo tener el encuentro con Nixon en la Oficina Oval en donde le presentó un completo estudio para que ganara el enfoque agresivo a largo plazo hacia el Gobierno de Allende.
La reunión del Consejo de Seguridad se llevó a cabo el 6 de noviembre, en donde se planteó que la elección democrática de Allende y su agenda socialista era una amenaza a los intereses de Estados Unidos. Incluso el secretario de Estado, William Roger, se opuso a la hostilidad, pero el secretario de Defensa, Melvin Laird, dijo que “tenemos que hacer todo lo que podamos para dañarlo y derribarlo”.
Ante esta postura, Nixon afirmó que “si hay una forma de desbancar a Allende, mejor hazlo”, decidiendo de esta forma que se adoptaría un programa de agresión hostil, pero de bajo perfil para desestabilizar la capacidad de gobernar de Allende, afirmando que “nuestra principal preocupación en Chile es la posibilidad de que [Allende] pueda consolidarse y la imagen proyectada al mundo será su éxito”. “Seremos muy fríos y muy correctos, pero haciendo cosas que serán un verdadero mensaje para Allende y otros”, agregó.
Para el 9 de noviembre, Kissinger distribuyó un memorándum secreto con la decisión adoptada en el consejo que indicaba que “el presidente ha decidido que la postura pública de los Estados Unidos será correcta pero fría, para evitar darle al Gobierno de Allende una base sobre la cual reunir apoyo nacional e internacional para la consolidación del régimen”, “pero Estados Unidos buscará maximizar las presiones sobre el Gobierno de Allende para evitar su consolidación y limitar su capacidad para implementar políticas contrarias a los intereses de Estados Unidos y del hemisferio”, señalaba.
El documento daba cuenta también de los métodos que se utilizarían como el bloqueo silencioso de los préstamos de los bancos multilaterales a Chile y se cancelarían los créditos y préstamos a la exportación de Estados Unidos; se reclutarían empresas estadounidenses para que abandonaran Chile y se manipularía el valor del mercado internacional de la principal exportación de Chile, el cobre, para dañar asió la economía chilena.
También se da cuenta de una llamada telefónica entre Nixon y su asesor, donde comentaron el discurso de la toma de posesión de Allende, “Helms [director de la CIA] tiene que llegar a esta gente”, dijo Nixon a lo que Kissinger respondió que “lo hemos dejado claro”.
En opinión del historiador chileno-estadounidense Iván Jaksic, “si bien sabíamos bastante acerca de las maquinaciones del Gobierno de Nixon para impedir o desestabilizar al Gobierno de Allende, resulta sumamente importante contar con estos documentos, incluyendo notas manuscritas y transcripciones de conversaciones telefónicas. Es sorprendente ver cómo lo que antes parecía ser especulación era más que cierto. La crudeza del lenguaje y las medidas que se proponen para presionar al Gobierno de Allende y mandar señales inequívocas a otros países son francamente escalofriantes. Son las palabras del poder y, con estos documentos, no queda duda que detrás de cada palabra hay medidas concretas que tuvieron un impacto directo en la agonía que vivió nuestro país en esos años”.