El coronavirus, (COVID-19) revive la batalla contra los microorganismos. En la Edad Media, lanzaban agua hirviendo desde los balcones, para quemar miasmas que flotaban en el aire. Hoy se les llama bacterias y virus. Durante la gran plaga (1665) y hasta mediados del siglo XIX, se creía que esta era la causa de las enfermedades infecciosas y permitió desarrollar las hipótesis sobre los microbios y luego los descubrimientos de los antibióticos y de las vacunas.
Ya en esos años se sabía que los microbios no eran ajenos a la intervención humana. El Dr. Snow, padre de la epidemiología, recomendó al gobierno británico, en el siglo XIX, que las soluciones a los brotes epidémicos cercanos al río Támesis, eran la salubridad, la higiene y las condiciones de vida. Muchos años después, el Dr. Rudolf Virchow, patólogo, biólogo y fundador de la medicina social, asesoró al canciller Bismarck, para implementar un plan de salud publica en Alemania, indicando que ésta no era un problema médico, sino socio-político. En las primeras décadas del siglo XX, el Dr. McKeown, demostró empíricamente que la reducción de las enfermedades infecciosas, se debía principlamente a medidas sociales y sanitarias y no a la intervención bio-médica.
Hace algunas décadas, se tenía la certeza que la ciencia iba a erradicar las enfermedades infecciosas, que los antibióticos les ganarían la guerra a las bacterias y que las vacunas iban a controlar las enfermedades virales. La constante amenaza global de enfermedades infecciosas nuevas y reemergentes, como el COVID-19, SIDA, SARS, Ebola, etcétera, junto a la amenaza pandémica, demuestran que estamos lejos de ganarle la batalla a los microorganismos y lo peor, a sus constantes mutaciones.
La intervención humana impacta en la etiología de nuevas o reemergentes enfermedades infecciosas. Por ejemplo: cambios en la agricultura (fiebres hemorrágicas); migraciones y urbanización (Dengue, Malaria); contagio animal (Ebola); transfusiones y contacto sexual (Hepatitis B y C y HIV); urbanización y roedores (fiebre Lassa); mosquitos (fiebre amarilla); aguas contaminadas (cólera); alimentos envasados y carne contaminada (Escherichia coli); contaminación de cañerías (Legionella Pneumophilia). Los sistemas de irrigación son lugares de propagación de mosquitos; la deforestación, conlleva un desequilibrio ecológico en la fauna, la flora y en el hábitat de microbios. El recalentamiento global tiene incidencia en la ecología de los microbios y en los animales que estos invaden. Estas bacterias resisten a los antibióticos y han logrado adaptarse, mimetizarse o peor mutarse en otras mas resistentes.
Los cambios ecológicos globales, los movimientos migratorios, el mal uso de antibióticos, etc., no sólo están aumentado los factores de prevalencia, sino que además la resistencia de virus y bacterias y alterando su patrón genético. Los microorganismos no sólo resisten, sino que además provocan enfermedades nuevas, muchas de ellas de insospechada sintomatología o irreconocible por el sistema inmunológico.
La manipulación humano-científica no es respuesta. Lo importante, es que las armas que creíamos invencibles: antibióticos, drogas antivirales, pesticidas y otros arsenales de la tecnología están ya claramente demostrando sus límites. La caja de pandora no sólo se ha abierto, sino que hemos descubierto cómo el ser humano está provocando directamente nuevas enfermedades al confiarse en su capacidad de control exterior sobre la naturaleza y, en este caso, del propio organismo humano.
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