Las «bolsas de gatos» son el pan de cada día al interior del oficialismo y oposición en estos días, al haber instalado prematuramente las precandidaturas para la carrera presidencial que, el 21 de noviembre del próximo año, determinará al sucesor del actual Mandatario, Sebastián Piñera.

La lucha por el sillón de La Moneda nunca ha respetado demasiados códigos ni realidades, y es así como la ciudadanía puede ser testigo de cómo en el amplio espectro político discuten, se insultan, se transforman o se ningunean, sin parecer darse cuenta que el país está inmerso en una crisis social, económica y sanitaria de proporciones que no se vivía desde la pandemia de gripe a finales de la década de 1950, o que dentro de 46 días el país vivirá un plebiscito fundamental que redefinirá el curso de la República.

Pero como lo principal en sus cabezas es establecer quienes serán los corredores que se situarán en la línea de salida de la carrera presidencial (y así establecer sus cuotas de poder, marcar territorios y capacidades negociadoras para el futuro) desde agosto las luchas políticas han arreciado, pese a que los nombres ya circularan desde meses antes (y bastante más de un año en más de algún caso).

Y el complejo escenario que la ciudadanía trata de entender (ya que ni los propios partidos parecen tener claro cómo se encuentra la situación) tiene multitud de actores, en una carrera de figuras prepresidenciables donde son los alcaldes los que parecen llevar la delantera, dejando al desnudo la falta de los liderazgos políticos tradicionales.

Probablemente faltarán varios, pero en términos generales Infogate les presenta los 15 más probables que han iniciado esta carrera.

La Derecha no se da tregua

José Antonio Kast, líder de Acción Republicana, es la carta fija de la derecha «más a la derecha». Quien ya fuera candidato presidencial para las elecciones de 2017, ha mostrado su disposición para volver al ruedo, en especial ante la posibilidad cierta de cosechar los votos del sector descontentos con la administración Piñera y que ven con muy malos ojos la deriva hacia el centro (y más allá) de algunas de las principales cartas como Lavín, Desbordes e, incluso, Allamand. Hasta el momento, ha manejado la opción de enfrentar directamente una primera vuelta.

Evelyn Matthei, quien ya fuera candidata de la derecha (incluida la socialdemocrata que pareciera ser una ala del la UDI) para enfrentar a Michelle Bachelet en las elecciones de 2013, había hecho del silencio su norte. Algunos anticiparon que la negativa de la alcaldesa UDI por Providencia a integrarse al gabinete en el último cambio de fines de julio era un frío cálculo para tomar posiciones y analizar sus posibilidades desde la relativa calma (si eso es posible en medio de las emergencias que vive el país) desde su cargo como alcaldesa de Providencia. La aparente falta de opciones en Renovación Nacional pero, sobre todo, la incoherente declaración socialdemócrata de Lavín, la llevaron a saltar al ruedo, anunciando su total disposición para participar en la carrera, en medio de sus críticas a su camaleónico compañero de partido. Los militantes de la UDI más tradicional, como la derecha conservadora, ven con buenos ojos su postulación, aunque también concita afectos más transversales.

Joaquín Lavín, en tanto, vive en permanente campaña desde su estrecha derrota ante Ricardo Lagos Escobar en la segunda vuelta de las elecciones de 1999 y su posterior despedida en primera vuelta en el proceso de 2005. Su rostro ha sido figura recurrente en cuanto matinal televisivo existe durante el presente milenio, ya sea como alcalde, candidato o ministro. Su persistencia y recurrencia comunicacional ha sido objeto de memes pero también de alta llegada a la ciudadanía y, por lo mismo, en la derecha se le ve permanentemente como un potencial candidato. Sin embargo, sus devaneos populistas y guiños permanentes hacia el centro político (el bacheletismo-aliancista de la primera década del siglo, y sus recientes expresiones «de amor» hacia el mundo socialdemócrata) buscando ampliar su base de apoyo, le han significado fuertes críticas en la derecha más tradicional. Sigue ocupando los primeros lugares en cualquier encuesta pública, pero no se descarta que se desinfle con el correr del tiempo, como le sucedió en 2005 ante Sebastián Piñera.

Mario Desbordes, ex presidente de Renovación Nacional y actual ministro de Defensa, ganó bonos el año pasado como una de las caras visibles de las negociaciones del oficialismo con la oposición, además de reflejar una derecha más «social», con llegada potencial a un amplio sector liberal e, incluso, de centro. Su entrampamiento en una dura lucha con su par de la UDI, Jacqueline van Rysselberghe, su incapacidad de alinear a sus parlamentarios y a si mismo, con numerosas iniciativas del Gobierno, terminaron por hacerle perder el impulso. Su pobre rol en la discusión y votación en el proyecto del 10%, pelea incluida con Andrés Allamand, terminaron por hacerlo caer en las preferencias de Chile Vamos. El Ejecutivo optó por «ascenderlo» a miembro de su gabinete con el fin de aquietar las aguas en el oficialismo, disminuyendo sus posibilidades al mínimo. Pero ahora en Defensa ha retomado su rol más político desde un ministerio que ya catapultó a la Presidencia de la Nación por lo tanto podría ayudar a su reposicionamiento.

Andrés Allamand, el histórico militante RN, y ahora canciller, también ha jugado por años con la idea de ser «el» candidato de la derecha. Tuvo su principal oportunidad en las primarias de la Alianza en 2013, pero fue derrotado por Pablo Longueira y, tras la bajada de este poco después, no logró apoyos para reemplazarlo. Luego de ello, desde su puesto en el Senado, evitó desgastarse en primera línea del partido, manejando los hilos para posicionarse. Su ambivalencia en torno al apoyo o rechazo al plebiscito y la nueva constitución a fines del año pasado, le significaron fuertes críticas del oficialismo y, ni siquiera su postrer cambio al rechazo, le permitieron repuntar. Su pelea con Desbordes en el marco del proyecto del 10% y la conducción del partido le significaron su mismo destino: «ascenso» al gabinete, donde se ha visto neutralizado, hasta el momento. En su caso, y con sus redes, nunca se sabe si reaparecerá como el ave fénix. Pero como profetizó Gabriel Valdés, en Chile NUNCA un canciller ha sido ni será Presidente de la República.

Manuel José Ossandón, otro histórico de RN y patrón político de la derecha en el sector oriente de Santiago, ya probó los dulces de una aspiración presidencial tras participar en las primarias de Chile Vamos en 2017, superando a Felipe Kast pero siendo avasallado por Piñera. Durante la última década se ha mostrado como un permanente díscolo del sector, intentando posicionarse como líder de la llamada derecha social. Desde el estallido de la crisis social de octubre del año pasado se posicionó como una de las más críticas figuras de la gestión del gobierno al interior del oficialismo, ganando presencia mediática. Con el estallido de la pandemia, redobló sus permanentes críticas al Gobierno y a Piñera, pero recientemente su figura se ha visto opacada por acusaciones de corrupción por tráfico de influencias, que por ahora lo tiene abajo del tren prepresidencial.

Germán Codina, el alcalde de Puente Alto, quien ganó su reelección con más del 80 %, se ha ido posicionando como una real carta de la llamada derecha social y ha ido apareciendo sostenidamente en las encuestas ganando terreno. Codina, que por un momento fue considerado el «delfín de Ossandón» ya logró desprenderse de él y hoy brilla con luz propia. Pero en la actualidad, el posicionamiento del ex presidente de la Asociación de Municipalidades de Chile ha ganado peso específico por su propia labor como alcalde, donde ha ganado merecida fama por su gestión en medio de la pandemia y enfrentar directamente al Gobierno por sus medidas (o falta de las mismas) adoptadas en medio de la crisis sanitaria. Al ubicarse en tercer lugar en el ránking de aprobación de figuras políticas de la encuesta Cadem -a escasa distancia de Izkia Siches y Lavín-, en Renovación Nacional vieron con satisfacción el fuerte posicionamiento de uno de los suyos, proyectable como una potente y popular carta presidenciable. Y por cierto, Puente Alto es la comuna más grande de Chile, su votación es decisiva en cualquier elección y ese piso electoral lo mantiene intacto.

Rodolfo Carter, alcalde de La Florida y militante o exmilitante UDI, ganó puntos con su gestión inicial durante la pandemia, sus enfrentamientos con las medidas del Gobierno y su exposición mediática en matinales. Más aún, ha sido experto en el «autobombo». «Sí, yo me represento a mí mismo y no lo digo con falsa modestia ni con exceso de orgullo. Creo que alguien como yo (debería ser el candidato de la centro derecha), para no ser tan egocéntrico», expresó a fines de julio en una entrevista, reiterando lo señalado algunas semanas antes. Claro que sus deseos no son órdenes para su partido, que más bien apunta a postularlo a un cargo senatorial. 

Franco Parisi es un fenómeno extraño. Dada su escasa actividad pública (reflejada en su casi nula presencia en medios tradicionales), su irrupción como presidenciable tomó por sorpresa a muchos: las encuestas arrojaron en diciembre del año pasado un sorpresivo y expectante 9% de adhesión. ¿Qué lo explica? La crisis de la política partidista tras la crisis de octubre de 2019, la recordación que mantiene aun en la ciudadanía tras su participación en las elecciones de 2013 (obtuvo un nada despreciable 10%, siendo un total outsider en el mundo político), pero, sobre todo, se debe a su intensa presencia en redes sociales de la cual pocos se percataron en el mundo de los medios tradicionales. Fue muy activo en Youtube, Instagram, Facebook, menos en Twitter, pero muy masivo, señalaron expertos. Siguiendo esta «campaña subterránea», los números de Parisi han bajado (37% de aprobación en la Criteria, y en torno al 5% en las encuestas presidenciales), pero quien sabe qué sucederá si se pone serio y emerge de las profundidades.

Los líos de la Oposición

Daniel Jadue, el polémico alcalde de Recoleta, suma el respaldo monolítico del Partido Comunista para cimentar sus aspiraciones. Él, personalmente, no ha querido confirmar su postulación, pero sabe que es el candidato de facto de su agrupación, y lo demuestra en cada aparición pública y entrevista. Su gestión edilicia se ha mostrado hasta el momento bastante eficiente, y ello le ha posicionado en lo alto de las encuestas, superando incluso al eterno Lavín. Sin embargo, su estilo extremadamente confrontacional y muy poco dado al diálogo, ha generado anticuerpos transversalmente en la oposición, incluso al interior de quienes podrían ser sus aliados potenciales como lo es el Frente Amplio. En una eventual primaria tiene opciones de ganar, pero sus declaraciones parecen hipotecar sus aspiraciones, aunque él no parece muy inclinado en transigir con su actitud. Pero en Chile la palabra comunista es como mencionar al mismísimo «mandinga» y sigue siendo un factor que sigue provocando miedo.

Beatriz Sánchez, la candidata del Frente Amplio para las elecciones de 2017 ( tercer lugar en la votación con un 20,32%), se mantiene como una de las cartas para el actual proceso. O el menos eso se supone , ya que poco ha ayudado su prolongado silencio, la irresolución del propio FA para potenciar su figura y su fallida irrupción en medio de la crisis social del 18-O, donde fue expulsada por los propios manifestantes, sepultando su papel como vocera del movimiento en el que había debutado pocos días antes. Su nombre aparece por inercia en las encuestas, sin haber sido capaz de mejorar su performance política, que le pasó la cuenta en más de una ocasión en los debates y entrevistas de la elección de hace tres años.

Heraldo Muñoz, actual presidente del PPD, ha emprendido una fuerte campaña de posicionamiento al interior de la oposición, aunque él mismo ha declarado que este no es el momento de hablar de campañas presidenciales, sino del plebiscito. Si bien se ha mantenido activo como uno de los principales voceros de la oposición tradicional -la ex Nueva Mayoría y ex Concertación- los últimos días ha cobrado impulso por sus comentarios en torno a la ley de migraciones pero, en especial, por sus disputas con Daniel Jadue. Muñoz asoma como uno de los pocos miembros de la vieja aristocracia concertacionista que se mantiene vigente y con opciones de proyectar su liderazgo hacia una carrera presidencial con alguna posibilidad de éxito. Pero sobre Muñoz también pesa la «maldición» Valdés: En Chile NUNCA un canciller ha sido ni será Presidente de la República.

Carlos Montes, prestigioso senador socialista, ha sido mencionado como una carta de consenso capaz de aglutinar a la ex Nueva Mayoría con el Frente Amplio e, incluso el PC. El veterano político de mil batallas cuenta con el respeto hasta del oficialismo, pero por el momento ha sido enfático en que una aspiración presidencial «no está dentro de mis metas ni mis proyectos». El presidente del PS, Álvaro Elizalde lo calificó hace pocos días como un buen liderazgo político, por su afinidad transversal con la oposición, pero Montes retrucó casi de inmediato que hablar de las elecciones presidenciales a estas alturas “no es lo más atinado”. Pero nadie en el mundo político puede decir que de esta agua no beberé.

Jorge Sharp, el emblemático alcalde de Valparaíso por el Frente Amplio -aunque como independiente después de su salida de Convergencia Social- ha sido sindicado desde su inesperada victoria en el elecciones municipales de 2016 como una carta presidenciable a futuro. Y si bien ha tenido la oportunidad de desarrollar con carta amplia su agenda en el puerto, con algunos éxitos reseñables, ha cometido errores de gestión de bulto que han terminado desmantelando la alianza ciudadana que impulsó se llegada a la alcaldía. Actualmente la comuna acusa una altísima desocupación, una destrucción de fuentes laborales fuera de toda lógica no solo por la pandemia, sino especialmente por las protestas de la crisis del año pasado que virtualmente arrasaron el casco comercial de la ciudad y donde Sharp tuvo un pésimo manejo. Aún cuando el FA sigue tratándolo como una figura «top», su eventual candidatura se ha desinflado.

Izkia Siches, otra emblemática dirigenta, en este caso presidenta del Colegio Médico de Chile, se ha consolidado como una de las figuras más populares en el país. Mujer, joven, sin pelos en la lengua, capaz de encarar al Gobierno pero, en especial, ajena al mundo político tradicional, ha ganado puntos por su papel durante la pandemia. La última Cadem la encumbra al primer puesto como las figura política con mayor aprobación, por sobre Joaquín Lavín, pero aún no se proyecta más arriba en encuestas presidenciales. Sin embargo, la propia Siches ha sido enfática en desestimar su participación en la carrera presidencial: “personalmente creo que me falta experiencia, así que lo descarto”. Eso, al menos por el momento. Todo dependerá de las presiones del Frente Amplio. Y, claro, lo que digan las encuestas.

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