Todos los «atletas políticos» de nuestro sistema se preparan para llevar la posta por regiones, ciudades y barrios buscado el apoyo de las encuestas para posicionar nombres presidenciables y articular los apoyos sociales que les permitan tener convencionales de ganar el apruebo, mantener o incrementar alcaldes y concejales y obtener el mayor número de Gobernadores en la olimpiada de eventos electorales que se inaugura el próximo 25 de octubre. Se trata de mayor competencia para acceder a posiciones de poder que permiten mantener, cambiar o recrear el sistema institucional del país desde el poder.

Si hay algo que comparten todos los sectores políticos –izquierda a derecha y también las minorías intensas de ambos sectores- es el oportunismo y la falta de conexión con la realidad, cuestión que le es enrostrada de manera permanente por la ciudadanía a la mal llamada “clase política”, crítica que ha aumentado en esta crisis generada por el Covid19, dado que, por ejemplo, los parlamentarios  legislan con celeridad máxima en temas que les atañen pero no así en los de la agenda social, tal como ha pasado con los proyectos de recuperación y apoyo enviados por el Ejecutivo.

En este escenario de crisis agudizada por el desempleo galopante –más de 2,5 millones de chilenos desempleados- los políticos le dan una bofetada a la maltratada ciudadanía con el inicio de la campaña pre presidencial, como si hubiese liderazgos potentes a ambos lados del arco político. El objetivo es evidente, lograr posicionar un precandidato presidencial que permita negociar listas, apoyos y recursos para sostener el esfuerzo de campañas desde el plebiscito en adelante, sin olvidar los intereses de las minorías intensas que apuestan a la polarización del país.

Al candidato complicado judicialmente como es el caso de Ossandón, donde se deviene no solo la causa judicial y todas sus aristas con los antecedentes que involucraran a distintos dirigentes e instancias del partido, se suma la fragmentación al interior del partido, donde este caso judicial puede dejar más consecuencias de las que actualmente es posible advertir.

Las estrategias de negociación finalmente quedan sumidas en el oportunismo mayor, como se devela en RN, el ex partido del Presidente Piñera que aprovechando la compleja situación del senador Manuel José Ossandón vislumbra una posibilidad de lograr una plataforma de continuidad. Como en toda Olimpiada, todos quieren ganar o al menos así se plantea. La cuestión es que el escenario es un tanto más complicado que una sumatoria de variables o de acuerdos en el entorno de establishment.

En este escenario el presidente interino (no encargado) de RN, el senador Rafael Prohens, pone sobre la mesa los nombres de Andrés Allamand (eterno candidato) y Mario Desbordes, como cartas para La Moneda.  El otro eterno nombre es el mediático, pero poco influyente senador Francisco Chahuán. Cada uno de ellos representado el histórico clivaje entre liberales y conservadores, pero sin asumir la realidad social del siglo XXI.

Lo que no sabe Prohens, o no quiere ver, es que en Chile nunca un Canciller será presidente, tal como lo sentenció en su momento Gabriel Valdés.

El presidente interino de RN cree que Desbordes puede de ser el «Bachelet» de la centroderecha. una idea tan alocada como pensar que un canciller puede llegar a ser Presidente de Chile.

Y Prohens, ve con Desbordes la posibilidad de que se repita el fenómeno Bachelet. Si está pensando así, es decir que en RN no han entendido nada en lo que ha ocurrido en política y en la administración del poder en tiempos de pandemia y pos revuelta social.

Todo ello sin contar con las consabidas condiciones que instala la UDI para avanzar hacia alianzas electorales, teniendo como figura ariete al también eterno presidenciable Joaquín Lavín. Y que decir de lo que implica el partido Republicano de JA Kast y sus expectativas a partir de la polarización social y política que fluye desde la realidad que otros no ven.

El factor PC

En este escenario más bien alocado, el fantasma de los candidatos comunistas remecen a la derecha y a la centro izquierda, reviviendo un debate ideológico propio de los tiempos en que se decía que los comunistas chilenos eran tan obedientes que si en Moscú estaba lloviendo, en Chile ellos salían con paraguas. Asumir que el comunismo soviético está vigente es, en verdad, una hipótesis sin sustento. Tal cual lo es el hecho de pensar que toda revuelta o procesos de desobediencia civil e, incluso insurreccional la apoya y, planifica y coordina este partido.

Hoy en día el PC es funcional a otros grupos del mundo progresista y de intereses económicos de grupos que no muchos se atreven a identificar. El PC termina siendo funcional para debate de las élites y un adecuado distractor respecto a lo que realmente sucede.

De hecho, el PC lucha incansablemente por mantenerse al menos 5% de su electorado y en base a eso negocia con quien esté dispuesto a darle cupos privilegiados. El PC es un instrumento que distrae a la derecha y da paraguas a una diversidad de expresiones que poco o nada tiene que ver con su ideología soviética (si es que la mantiene). Si la opción presidencial del PC toma vuelo, será por el error de los demás partidos tanto cercanos como en, especial de la derecha. Pensar en ese comunismo soviético es caricaturesco, pero así ven al alcalde Daniel Jadue y los eventuales candidatos del Frente Amplio (neocomunistas para muchos). Dejamos para otra oportunidad el giro pro chino que el hoy día pragmático partidos comunista esta mostrando.

El romanticismo de la izquierda histórica

Pero no son los únicos que piensan en ocupar el destartalado trono de La Moneda, destartalado porque el actual Presidente Piñera, ha hecho de institución presidencial y su simbolismo otra caricatura. Pero aun así, el romanticismo de los socialistas los lleva a pensar que aún tienen posibilidades a llegar restaurar a vieja República y para ello está el senador Carlos Montes. El PPD, el partido instrumental creado por Ricardo Lagos, tiene su propia carta el ex canciller Heraldo Muñoz (le pasará lo mismo que a Allamand nunca será presidente), el senador Felipe Harboe y otros nombres irrelevantes.

La cuestión es sobre que propuesta se construirá una plataforma presidencial capaz de arrastrar éxitos electorales en la elección de convencionales, alcaldes, concejales, gobernadores, diputados y senadores. La fragmentación es más complicada por la ex Concertación y ex Nueva Mayoría. Con todo, la coalición que gobierna tiene más incentivos para construir una mínima cohesión, cuestión que se intenta hacer con el cambio de gabinete y la inclusión de las “corrientes” al interior de Chile Vamos, pero que no asegura ningún éxito si no hay ideas y sintonía ciudadana creíble, confiable y viable, que es obstaculizada por un Presidente que intenta tener el control de todo en una acumulación de cosas que nunca controlará tal como o refleja su espantoso escritorio que más parece un repositorio de un decimonónico archivero, que relea la nula modernización de la máxima autoridad del país que vive sumergido entre carpetas, papeleos y burocracia del siglo XIX.

La alicaída DC

En la tienda de la falange, cada vez menos influyente y diezmada por los lotes al interior del que fuera el partido más grande de Chile, tiene un par de nombres, la senadora Ximena Rincón, el exintendente Orrego, cuyas pretensiones dependen de lograr superar las divisiones internas y el apoyo de redes de operadores políticos desgastadas en el Estado. Su apuesta sin duda será ciudadana, pero eso no implica sensibilidad para lograr ser considerado una opción legitima. Tendrán que definir a quine apoyan y de ellos dependerá cuán populista pueden ser las alternativas. Mal que mal, aún tiene la marca “centro”, pero es difícil pensar que el electorado actual lo entienda y le crea.

Algo similar para con el PRSD que está en una estrategia “paso a paso” para mantenerse en la grilla electoral en zonas que le permita su despegue y mantenerse como partido minoritario que hace guiños a la izquierda y la socialdemocracia.  

Pero todos estos sueños de poder que enloquecen a los partidos son eso, sueños, porque primero hay que ver como Chile sale de la pandemia y sí vuelve a despertar el malestar que gatilló el 18-O y vuelve recargado como han enunciado en las RSS y que claramente podrían poner en pausa los sueños de los insignificantes partidos políticos grandes responsables de la profunda crisis debido a su permanente desconexión con la realidad.

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