Urgido por la omnipresencia de la pandemia de coronavirus, el Presidente Sebastián Piñera había dejado prácticamente en el cajón de su escritorio su agenda regional. Los escasos viajes fuera de Santiago habían girado en torno, de una u otra forma, al Covid-19, y otras oportunidades habían quedado descartadas en medio de las sucesivas crisis aportadas por el empeoramiento de la situación sanitaria, la crisis interna en Chile Vamos y los golpes sufridos en el Congreso.
Sin embargo, en medio de las cifras aparentes de mejora de los índices, y del inicio gradual del desconfinamiento en la Región Metropolitana y otras partes del país, los anuncios para y en el resto del país comenzaron a ser nuevamente una alternativa viable para reposicionar a un Gobierno que vive sus últimos 19 meses de gestión.
Pero aunque se planificó con cuidado, con las amenazas políticas y sociales aparentemente desactivadas, la vorágine de actividades y anuncios del jueves y viernes en Ñuble y Magallanes se vio ensombrecida por dos temas fuera de toda planificación, vinculados ambos a Carabineros, y que coparon las agendas matinales en la capital, como lo fueron el «affaire Stange», y la detención de un ex alto oficial acusado de causar las heridas oculares y pérdida de visión de Gustavo Gatica.
Agendas masivas y sin pausa
Con las relaciones en el oficialismo más o menos enrieladas gracias al «Nuevo Trato» y la reestructuración del gabinete, fueron los nuevos ministros los que comenzaron a desplegarse a lo largo del país, «tomando la temperatura» de las situaciones locales, en especial los ministros de Defensa, Mario Desbordes, y de Interior, Víctor Pérez. De hecho este último vivió algunos de los momentos más tensos con su viaje a la Región de La Araucanía en pleno conflicto. Pero pese las críticas y la violencia vivida, la situación entró en aparente calma tras el acuerdo con el machi Celestino Córdova.
Desactivados estas amenazas, correspondía el turno al Mandatario para emprender vuelo desempolvando su agenda regional, en medio de estrictas medidas de seguridad sanitaria (y, por qué no, también seguridad física).
Diseñada ya desde hace algunas semanas atrás, la gira presidencial se enfocó en las regiones de Ñuble y Magallanes, en torno a dos acciones calificadas como hitos para este período: el aniversario del natalicio de Bernardo O’Higgins, en Chillán Viejo, y la promulgación del nuevo Estatuto Antártico, en Punta Arenas.
Pero el viaje no se centraría sólo en aspectos de geopolítica, historia y patriotismo. Las agendas de actividades fueron intensas, y a través de ellas, el equipo presidencial apostó por abordar los más amplios temas.
Así, en Ñuble, el jueves 20, quiso dar un renovado impulso a su política educacional a través de la presentación de la convocatoria para la creación de un centenar de liceos bicentenario; apostó por reforzar el plan de inversiones y empleo «Paso a Paso Chile se Recupera», con su visita a las obras del Hospital Regional de Ñuble. Todo ello enmarcado con su discurso de unidad, amor por la patria y trabajo conjunto para recuperar al país, conceptos esbozados en su discurso por el natalicio de O’Higgins. Para el cierre, una actividad que extrañamente no contó con demasiada difusión más allá de imágenes en el video resumen de la jornada publicado en la cuenta personal presidencial en Twitter, como fue su visita a Asmar Talcahuano, para conocer el estado de avance de la construcción del futuro rompehielos de la Armada, actividad privada que hizo de nexo con la agenda del día siguiente.
Si la agenda en Ñuble fue intensa, no lo sería menos la que desarrollaría en Magallanes. Partió temprano en Puerto Natales, para «supervisar» (como lo catalogó el equipo de comunicaciones presidencial) las obras de mejoramiento entre esa ciudad y Torres del Paine, apuntando en este caso a dar señales tanto por el plan de inversiones Paso a Paso, como para el sector turístico, extremadamente golpeado en la zona a causa de la pandemia.
De allí, se trasladó a Punta Arenas, donde concentró sus actividades regionales, partiendo con la promulgación oficial del Estatuto Antártico, señal científica, medioambiental pero, sobre todo, de relaciones exteriores, dirigida a Argentina, para reafirmar la política antártica de la actual administración. Y si de señales se trata, la firma se efectuó a bordo de un buque de la Armada. De allí, pasó a reforzar sus mensajes en el área científica y el combate a la pandemia con su visita al Centro Asistencial Docente y de Investigación de la Universidad de Magallanes. Luego, le dio un guiño a los sectores energético y medioambiental con su visita al Parque Eólico Vientos Patagónicos, cerrando su programa encabezando la reunión del Gobierno Regional de Magallanes.
Hasta aquí, todo bien, más aún considerando que a nivel local las visitas transcurrieron sin problemas. Incluso el clima, más allá de las rachas de vientos en el Estrecho de Magallanes, ayudaron al desarrollo del programa de actividades.
Carabineros «mete la cola»
Sin embargo, desde Santiago, aunque el Segundo Piso propuso, finalmente, y sin querer, Carabineros se encargaría de nublar el impacto comunicacional de la gira regional del Mandatario.
Pero sería injusto culpar solo a la policía uniformada. El Gobierno también tuvo su cuota de culpa al no efectuar el adecuado seguimiento de lo que sucedía en la Institución, y el haber perdido el rastro de un caso que en su momento prometió seguir y finiquitar el año pasado, y que terminó estallándole en la cara 9 meses más tarde.
Sería el miércoles en la tarde que se conocería la decisión de la policía uniformada, a través de una orden general firmada por el propio general director Mario Rozas, de bautizar a la Academia de Ciencias Policiales con el nombre de «General Director Rodolfo Stange Oelckers», en homenaje al integrante de la Junta de Gobierno del régimen militar.
Con un día revolucionado, lleno de declaraciones cruzadas y las redes sociales al rojo vivo, el Gobierno entró en un incómodo mutismo, hasta que el día jueves en la mañana (con el Presidente pronto a participar en la ceremonia de aniversario del natalicio de O’Higgins), Carabineros liberó un comunicado echando pie atrás a su medida, siguiendo con las revulsivas declaraciones de todos los sectores, incluso con parlamentarios oficialistas acusando derechamente al Gobierno por este pie atrás de la policía uniformada.
El tema le pasaría la cuenta a Piñera durante la actividad de los liceos bicentenario, donde se dio curso a un acotado punto de prensa con solo dos preguntas, donde la primera cuestión fue, obviamente, la opinión presidencial sobre el traspié de Carabineros. La respuesta presidencial, con un rostro serio e incómodo, fue un acotado lavado de manos: “la decisión de cambio de nombre de la Academia la tomó el general director de Carabineros y la revirtió el general director de Carabineros“. Punto y final.
Y ayer viernes, cuando se esperaba contar con un panorama más despejado, surgió la intempestiva detención del ex teniente coronel de Carabineros, Claudio Crespo, quien es sindicado como responsable de los disparos que dejaron sin visión al joven Gustavo Gatica tras la crisis surgida el 18 de octubre de 2019.
Otra vez una maratón de reacciones y declaraciones del mundo políticos, y otra vez las miradas y la atención comunicacional se desvió hacia un tema fuera de control de La Moneda. Aunque tampoco ayudó demasiado la excesiva cantidad de actividades en un tiempo tan reducido, que terminaron por confundir a los medios a la hora de centrar su cobertura.
Aunque al final los resultados no fueron los esperados, el Gobierno pudo reactivar su agenda regional, y pese a que el impacto comunicacional no alcanzó lo planificado, en regiones se pudo percibir un ánimo más positivo, al constatar que el Ejecutivo no se ha olvidado de ellos. Cosa distinta es esperar por la cristalización de los resultados, por lo que la actual administración seguramente se la jugará.
No en vano sólo le quedan 19 meses, y en la vereda opositora ya comienzan a surgir los primeros devaneos de una inminente carrera de candidaturas presidenciales. El oficialismo no querrá quedarse atrás.