El efecto de la derrota del miércoles último en la Cámara de Diputados dejó una huella y una herida mortal en todo el oficialismo. De paso dio un golpe inmediato en el amor propio del Presidente Sebastián Piñera, quien vio como todo su equipo parecía haber perdido la brújula y se había mostrado incapaz de sacar adelante siquiera el llamado al orden de los parlamentarios de Chile Vamos, mientras los partidos oficialistas se hundían en el desorden, peleas internas y criticaban abiertamente al propio gobierno.
Así, con un Gobierno paralizado ante una impensable crisis que cuestiona uno de los pilares de su modelo económico como lo son las AFP, Piñera salió a intentar tomar el timón del barco fuera de control, con una puesta en escena que ha pasado -hasta ahora- sin mayores interpretaciones, pero cuyo simbolismo entrega varios mensajes.
Tres reuniones con el Comité Político en un día (además de la del miércoles en la noche), la suspensión de los comités políticos ampliados de los lunes con Chile Vamos, dieron cuenta de su impaciencia y preocupación.
Sin embargo, sería la ceremonia de conmemoración del Día de la Bandera, del día jueves 9, la que se transformaría en el «as bajo la manga» para entregar su más dura señal a su entorno, a los otros poderes del Estado y a todo el estamento político, que estuvo ausente de una ceremonia republicana. Pero Piñera se encargó de estar solo rodeado de los jefes militares y de las policías.
Armada urgentemente, fue escogida como escenario por parte del Presidente de la República y sus más cercanos colaboradores el famoso y cuestionado Segundo Piso (que ya no incluyeron esta vez al Comité Político) para remecer el tablero institucional, llamar al orden y recordar al establishment que quien manda (o intenta hacerlo) es el Mandatario y que cuenta -desde su lógica- con respaldos de otro tipo.
Al respecto, el analista Guillermo Holzmann explica que «es una señal que va más bien a los otros poderes del Estado, no parece ser la forma en que así se manifiesta una señal a todo el resto de la ciudadanía, porque eso ameritaría una ceremonia distinta con otros órganos del Estado presentes, y lo que quiere hacer ver básicamente es que su Gobierno cuenta con el respaldo de las FFAA, aunque eso no creo que va a ser interpretado de esa manera y se va a transformar en un error comunicacional más respecto de lo que se quiere transmitir y la manera en que se quiere expresar».
¿Una señal correcta?
Hasta las últimas horas del miércoles 8, la conmemoración del Día de la Bandera no figuraba en la agenda ni intenciones de nadie, por lo menos en la pública a la que tiene acceso la prensa acreditada en Palacio. La ceremonia principal, en un año tradicional, la organiza el Ejército en diversas reparticiones a lo largo del país, con asistencia del Mandatario de turno la mayoría de las veces. El año pasado, por ejemplo, Piñera ser trasladó hasta Talca para participar de la actividad.
Este año, sin embargo, y con los peores efectos de la pandemia viviéndose en todo el país, la fecha iba a pasar sin pena ni gloria. De hecho, el comandante en jefe del Ejército se había trasladado hasta la zona sur la para desarrollar una visita operativa y participar ese jueves de un acto conmemorativo a pequeña escala en el Regimiento «Chacabuco», en la región del Biobío.
Sin embargo, toda la programación de actividades previstas sufrió un brusco cambio tras recibir una llamada urgente desde La Moneda en la que se señalaba que el Presidente de la República tenía previsto un acto de conmemoración del Día Nacional de la Bandera, a las 14 horas del 9 de julio, en el Patio de los Cañones del Palacio Presidencial.
Cada uno de los comandantes en jefe, junto al general director de Carabineros y el Director de la PDI recibió llamadas similares. En paralelo, en el segundo piso de la sede del Ejecutivo, se terminaba de planificar el inesperado acto y sus aristas comunicacionales.
Desde temprano, empezaron a llegar a Palacio los elementos logísticos para la puesta en escena. Nada destacable más allá de un asta de bandera que se elevaba por encima del segundo piso de la construcción.
A las 11.25 horas del jueves, en tanto, se comunicaba oficialmente a la prensa acreditada en Palacio que «el Presidente tiene previsto hablar a las 14 horas en un acto simbólico en La Moneda por el Día Nacional de la Bandera». Ello en momento que los profesionales estaban paralelamente cubriendo el balance diario del Ministerio de Salud buscaban información por la nueva reunión del Comité Político y una vocería oficial comentando el descalabro del día previo en el Congreso.
Finalmente, con 45 minutos de retraso respecto a lo programado inicialmente, se abrió el telón y apareció el Presidente, acompañado por el ministro de Defensa, los comandantes en jefe del Ejército, la Armada y la FACh, y los máximos jefes de las policías. Salvo Alberto Espina, solo representantes de las Fuerzas Armadas y de Orden y Seguridad. Ninguna de las autoridades republicanas que tradicionalmente acompañan estos actos como los presidentes del Congreso, por ejemplo. Esta fue la segunda gran señal de Piñera para moros y cristianos.
Fueron siete minutos de intervención, en los que aludió al patriotismo, a la defensa del país y su bandera, al sacrificio. Pero también fue una vía para acusar indirectamente el golpe del día anterior, junto a la desunión del bloque gobiernista, las críticas de los partidos de Chile Vamos de no ser escuchados, y el fracaso del Comité Político en alinear a los parlamentarios oficialistas detrás del objetivo del Gobierno en la votación de la Cámara.
Holzmann recalca en este punto que «el Presidente de la República no tiene una estrategia comunicacional, donde tiene que cumplir varios objetivos, entre ellos, lograr manejar la crisis que el propio gobierno tiene con el legislativo, con la coalición que lo apoya, pero a su vez también mostrar una solidez institucional, que es lo que estaría explicando la repentina convocatoria que realiza para el Día de la Bandera el 9 de julio«.
Añade que esta convocatoria urgente de los mandos militares y policiales deja de lado «a los presidentes de la Cámara de Diputados, Senado y otras autoridades institucionales del sistema democrático que son relevantes dentro de la construcción institucional, y donde el juramento a la bandera y las FF.AA. tienen un rol no solamente especial sino que simbólico«, añadiendo que «en esa perspectiva, la convocatoria solo a los jefes de las FF.AA. puede ser mal interpretada en términos de mostrar un foto solamente con ellos el Día de la Bandera, pero dejando de lado los elementos básicos de lo que es la República chilena y particularmente los aspectos democráticos de esta República».
El discurso
“Tiempos en que las divisiones nos hacen mirar con temor el presente y preocupación el futuro.hoy más que nunca debemos inspirarnos en nuestra bandera y guiarnos por su estrella solitaria, para comprender que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa y que todos tenemos una misión a cumplir«, señaló el Mandatario, añadiendo que “somos mucho más que un conjunto de individuos. Somos una comunidad que comparte un pasado, un presente y un futuro. Somos una familia, y ninguna familia deja sólo o desamparado a ninguno de sus miembros“.
Y, como sucede en cada intervención del Mandatario desde el pasado 19 de octubre volvió a hacer una convocatoria, en este caso «a todos mis compatriotas a enfrentar unidos estos tiempos de adversidad. A respetar nuestras diferencias. A buscar el diálogo y la colaboración para encontrar las soluciones a nuestros problemas. A mejorar la calidad de la política. A actuar con sensibilidad frente a los problemas y con responsabilidad frente a las soluciones. Y por sobre todo, a recuperar la fe en nuestro país, la confianza en nosotros mismos y la esperanza en el futuro».
Fue un acto del palo o la zanahoria. La del vegetal al aludir a la necesidad de unidad, de dialogar, de mejorar los procesos. En cuanto al palo, la imagen del Presidente escoltado por las jefaturas de las Fuerzas Armadas, de Orden y Seguridad puede dar para muchas interpretaciones.
En palabras de Holzmann, «las comunicaciones finalmente terminan siendo evaluadas por lo que se percibe y por lo que se interpreta, y no necesariamente eso está en consonancia con lo que se quiere expresar (…) En consecuencia, no es solamente un tema militar ni tampoco se puede encasillar en una relación con el Gobierno de turno, y probablemente es allí donde las interrogaciones van a jugar nuevamente en contra de esta estrategia comunicacional o de esta expresión que se quiere hacer del 9 de julio convocada intempestivamente paras ese día«.
Lea el discurso presidencial del Día de la Bandera:
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