El economista Gonzalo Martner y director del Departamento Gestión y Políticas Públicas de la USACH, analiza el cambio de Gabinete realizado este martes 28 de julio y plantea:

La gestión de Blumel en Interior, cargo al que llegó por un rebote de última hora, estuvo marcada por un tono de autocontrol pero sin hacer nada concreto para parar el descontrol en el que entraron las fuerzas especiales de Carabineros y la espiral represiva como respuesta a la revuelta social del año pasado. Además, tuvo un rol relativamente prescindente en el precipitado acuerdo constitucional del 15 de noviembre y en la evolución de la coalición de gobierno. Como parte de un partido pequeño sin mayor relevancia y sin experiencia política o parlamentaria, tal vez no podía hacer otra cosa. Su única fortaleza era el apoyo personal del presidente. Es decir, su fragilidad.

En efecto, Sebastián Piñera tiene un capital político ya minúsculo y su ejercicio del cargo ha sido errático, a pesar de un activismo público que terminó de revelarlo como alguien que no tiene un eje de funcionamiento ni una continuidad discursiva mínima que no sea buscar como sea la sobrevida en el cargo. Para comparar, nótese que Macron en Francia -al que en algún momento Piñera quiso emular como líder postideologico- no ha hablado más de dos o tres veces en la crisis del COVID-19.

Blumel pudo haber sido un articulador de una coalición de emergencia hasta el fin del gobierno actual, pero Piñera nunca estuvo dispuesto a salirse del ejercicio obcecadamente personal del poder. Terminó replegado en la mera defensa del “modelo”, una idea no demasiado atractiva y que, en todo caso, no alcanza para articular un proyecto de gobernanza de algún tipo. Pero fue lo único que la derecha fue encontrando, probablemente sin quererlo expresamente, como remedo de legitimidad de la accion de su coalición.

El problema es que ningún gobierno puede aparecer solo como lo que el actual efectivamente es: un gobierno eminentemente oligárquico. Es decir, un gobierno que defiende los intereses de los económicamente privilegiados, pero sin soporte de ideas ni arrastre en el mundo del conservadurismo popular, partidario del orden y la tradición, o del individualismo postmoderno de segmentos de los sectores medios. Eso llevo a que tuviera que resignarse al retiro desordenado de fondos de las AFP.

Ahora hay un giro a la extrema derecha rural en Interior y la incorporación de las figuras conflictuadas de la derecha al gabinete, para amenazar la movilización social y apaciguar a la coalición. Cuánto resistirá este enfoque frente a la magnitud de la crisis social, sanitaria y económica, con sus inevitables impactos políticos? El tiempo dirá», remata Martner.

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