Como casi todo el mundo sabe, será imposible conocer en el futuro cifras y aseveraciones reales sobre una sucesión de hechos basada tanto en datos oficiales como indiciarios respecto a las muertes y contagios causados por el coronavirus en su gran espectro mundial.

Podría decirse que la institución clave, la Organización Mundial de la Salud, fue desbordada desde el minuto cero por los acontecimientos al igual que la mayoría de los gobiernos.

Sus comportamientos, metafóricamente hablando, han sido como una especie de caja de resonancias con determinadas frecuencias según las situaciones, capaz de entrar en acción como instrumento o cavidad resonantica, pero no en la forma en que deberían haber ideados para la guarda y custodia de la salud humana.

Pero no fue necesario ser muy sagaz para darnos cuenta posteriormente de la triste realidad en la que nos encontrábamos, cuando muy al principio se albergaban ciertas esperanzas de orden y capacidad, los cuales saltaron por los aires ante la virulencia y velocidad de los acontecimientos, encargándose el pánico, la improvisación y el “mercado negro” de imponer sus propias leyes.

Por ello, del cúmulo sumatorio de los dislates conocidos, surgen cifras oficiales, las cuales debemos interpretar como meramente orientativas, pero no fiables respecto a los desfases entre declaraciones de “fallecimiento por oficialismo”, y la otra cruda realidad justificada por una regla sencilla, que asumen en determinados momentos la ineficacia y/o el oscurantismo, basados en la “normas-masajes” o recomendaciones muy conservadoras o protectoras ofrecidas por la OMS a sus afiliados.

Un ejemplo claro sobre las discordancias existidas podría constituirlo las sucesivas opciones, modificaciones o composiciones contabilizadas por las distintas Autoridades en función de las circunstancias periféricas o políticas que rodeaban al óbito.

Es decir, supuestos tasados mayormente a través de determinados Tests de detección, los cuales, ante sus reducidas existencias junto a la de equipos, medicamentos, y sistema en general, actuaban como rápidas puertas giratorias dentro de los diversos caos existentes.

A la hora el cierre de este artículo los decesos oficiales y contagios galopan en dirección a cifras redondas arriba indicadas, y mencionado de otra manera, si Vds. lo prefieren, es decir como fallecidos por cada 100.000 habitantes en Europa, ocupan el podio de honor: Bélgica; Reino Unido y España, con Italia y Suecia de escoltas.

Es decir, desde los 84.95 de Bélgica hasta los 50.72 de Suecia.

En Latinoamérica, el “podio” lo ocupan: Perú; Brasil y Ecuador, también escoltados por Chile y México, con un 26.27 para el primero, y un 18.53 para México.

En números absolutos y siguiendo el mismo orden anterior, imposible ignorar en EEUU los fallecidos próximos a 125.000 y 2.4 millones de contagio.

México (24.000 fallecidos) y 192.000 contagios

Perú (8.500) y superan los 260.000 los contagios.

Brasil (53.000) y 1.15 Millones contagios.

Ecuador (4.300) fallecidos y 52.000 contagios.

Chile (4.731) fallecidos y 254.416 contagios)

Pero, ¿qué ocurre entonces con los fallecidos extra muros fuera del control de las autoridades sanitarias?

-Es decir, los fallecidos en sus domicilios particulares que no pudieron ser atendidos, pese a las llamadas de auxilio y espera de ambulancias que nunca llegaron debido a los más que desórdenes existentes pese a las llamadas de auxilio.

-Las presencias de las fuerzas del orden público en domicilios contemplando cadáveres sin poder hacer nada.

-Los rechazados por Hospitales bajo situaciones y saturaciones desesperadas.

-Los fallecidos en Residencias para Mayores sin medios propios disponibles para atender a tantos residentes contagiados.

Por supuesto, no vamos a entrar a valorar unos resultados tan discordantes que manejan las autoridades sanitarias y que adolecen de fiabilidad con la aquiescencia de la OMS , pero sí nos quedamos con la afirmación de su director en España del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias, refiriéndose en  rueda de prensa, a su existencia, desconociendo si era grande o pequeña la cantidad de miles de españoles ya acechados por otra especie de culposa “enfermedad del olvido”, pero si nos quedamos con su afirmación de que existen.

Por último, y por ello lo más importante, se encuentra próxima la fecha del 16/7, anunciada por el presidente del gobierno español, como acto homenaje a las víctimas de la pandemia y al personal sanitario, presidido por el Rey de España y con la presencia prevista de altos dignatarios de la Unión Europea.

Creo en estos momentos en la valentía y dignidad de este gobierno español para referirse en dicho acto a la totalidad de las víctimas de la pandemia, sin excepciones de tipo burocrático, y que al menos sus familiares, tengan constancia en esta ocasión, plena de simbolismo, de que permanezcan  en un llamado “sueño justo”, ese reducido grupo de unos 17.000, los cuales no tuvieron culpa ninguna de los avatares burocráticos sucedidos.

Sobre el autor:
Jesús Antonio Rodríguez Morilla, Doctor en Derecho (Cum Laude) www.modificadosobraspublicas.com

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