Los chilenos ya llevamos mas de tres meses padeciendo la pandemia, la salud de todos esta amenazada por el virus. Bicho malo.  Han muerto miles y se han contagiado decenas de miles.  Muchos en estado crítico en los hospitales, otros en residencias sanitarias improvisadas.  Las cuarentenas agobian a muchos desde hace semanas, la economía se ha desplomado, y con ello viene el desempleo y la pobreza.

La población tiene asimilado que en casos de emergencia las FFAA se despliegan divididos en patrullas que vigilan y cuidan, mientras otras ayudan a la reconstrucción, asisten a los damnificados, atienden a los heridos, etc.

Estamos en medio de una emergencia grave, y vamos perdiendo la batalla de Santiago.  A la fecha se despliegan todo tipo de esfuerzos por aminorar los efectos de esta catástrofe.  Desde planes oficiales, hasta toda una batería de leyes aprobadas por amplia mayoría en el Congreso.  Diversas organizaciones de la sociedad civil emprenden solidarias campañas con los mas desvalidos, entre ellos muchos migrantes que virtualmente habían quedado en la calle.  La seguridad ciudadana se afecta, por ello todo Chile con toque de queda.  La mayoría de los chilenos vive la incertidumbre respecto a su salud, y cada vez mas, se pregunta como llegará a fin de mes.

La población demanda abrumadoramente protección social y seguridad.  En medio de la angustia, necesita las mayores certezas posibles.  Recordemos que desde antes de la crisis de la pandemia, los chilenos vivíamos un fuerte estallido social que entre otras cosas, se alimentaba de una gran desconfianza de los gobernados respecto a los gobernantes. Por tanto, es vital recuperar la confianza de la población en las instituciones. 

En estos momentos de crisis, un verdadero ejercito de trabajadores y funcionarios laburan duro para ayudar a la población: desde los aseadores públicos, hasta los operarios de las empresas de luz, agua y gas.  Imaginemos lo que seria una cuarentena con apagones prolongados o sin energía ni calefacción.  Funcionarios públicos y municipales, trabajadores de comercio, del transporte, etc.  Por supuesto los miles de trabajadores de la salud.  Los servicios básicos se mantienen mientras millones permanecemos en un acuartelamiento masivo.

 los marinos que vigilaban la calles, que sufrieron un intento de atropello, han terminado siendo “imputados”.

La pandemia también amenaza la seguridad ciudadana

Lamentablemente, la pandemia también amenaza la seguridad ciudadana.  Es difícil medir la cantidad de delitos que se cometen en estos días, porque muchos de ellos no son denunciados.  Las organizaciones delictuales en los barrios tratan de establecer su control territorial y combinan demostraciones de fuerza hasta pseudo medidas de apoyo social.  En Santiago ha surgido una hora critica: los momentos previos al toque de queda, innumerables casos de bandas a bordo de  vehículos que en rápidas y violentas acciones, asaltan a transeúntes para robarles dinero y celulares.  Muchas veces un mismo vehículo, recorre en pocos minutos varias cuadras cometiendo múltiples asaltos para luego perderse en barrios periféricos.

Chile necesita que las instituciones funciones, aun en medio de la crisis.  Los chilenos necesitamos seguridad y menos leguleyadas. 

En este cuadro, el toque de queda se transforma en un espacio de  tiempo que refuerza la cuarentena y garantiza la seguridad de las personas, de las instalaciones vitales, de bancos y comercios.  En ese momento se  despliegan miles de militares y policías, cuya misión es proteger a los ciudadanos y sus propiedades.  

Hasta ahí todo entendible.  Los chilenos estamos acostumbrados a vivir esta experiencia en casos de catástrofe, es más, me atrevo a afirmar, en base a mi propia experiencia, que es uno de los momentos de mayor cercanía entre civiles y militares.  Nadie se extraña por el despliegue militar en situaciones de emergencia.  Se espera eso de las FFAA.  Me toco acompañar, por los cargos que desempeñe en el pasado reciente, a la presidenta Bachelet recorriendo zonas damnificadas.  La escena era la misma: al bajarnos de los helicópteros o aviones donde llegaba la comitiva presidencial, siempre éramos recibidos por una gran cantidad de pobladores, en su mayoría mujeres que gritaban lo mismo en todas partes: “Michelle ¡¡ traiga a los milicos”!!

La población tiene asimilado que en casos de emergencia las FFAA se despliegan divididos en patrullas que vigilan y cuidan, mientras otras ayudan a la reconstrucción, asisten a los damnificados, atienden a los heridos, etc.  En las noches, muchos pobladores suelen resistirse a ir a albergues para quedarse a proteger sus bienes que en algunos casos habían quedado al aire libre.  Todos agradecían el patrullaje de seguridad.

Esa es una de las buenas prácticas de tiempos de emergencia, como también lo es el brote de miles de voluntarios para combatir incendios, o atender a las victimas de tsunamis o terremotos.  Es uno de los momentos en que los chilenos nos damos la mano todos.

Por eso mismo llama la atención lo ocurrido la noche del 13 de mayo en Lota.  En horas de toque de queda, una patrulla de tres Infantes de Marina intentaron controlar a un vehículo que circulaba a esas  horas, fueron violentamente embestidos lo que los obligó a replegarse y hacer uso defensivo de sus armas de fogueo.  Afortunadamente el o los tripulantes del vehículo no logró arrollarlos.  Los marinos fueron a estampar la denuncia a la Comisaria, conforme reglamento, y oh sorpresa, el fiscal de turno, instruyó declararlos “imputados” y no denunciantes de un ilícito.  Esto fue apelado a la Corte de Apelaciones de Concepción la que acogió por unanimidad la petición. Pero Fiscalía llevó el caso hasta la Suprema la cual le dio la razón.  Resumen:  los marinos que vigilaban la calles, que sufrieron un intento de atropello, han terminado siendo “imputados”. 

Cuesta imaginar que racionalidad jurídica anima este empeño.  Pero pareciera que se defiende supuestos derechos de quienes trasgreden el toque de queda, e intentan agredir a personal que cumplía una misión reglamentaria.  En pocas palabras, se sanciona a quienes protegen a la ciudadanía. 

Tamaña torpeza merece ser trasparentada.  Por cierto corregida.  Si circular sin autorización en horas de toque de queda, resistirse a una orden de detención, y mas encima intentar arrollar a los uniformados no es un delito, entonces estamos ante una enorme distorsión del estado de derecho, y sobre todo, estamos poniendo en peligro la seguridad de la población porque el ejemplo puede ser demoledor para otras patrullas que eventualmente pasen por similar experiencia.

Chile necesita que las instituciones funciones, aun en medio de la crisis.  Los chilenos necesitamos seguridad y menos leguleyadas. 

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