La nueva pandemia causada por el síndrome respiratorio agudo severo coronavirus 2 (SARS-CoV-2) sigue en aumento en nuestro país y cada día más personas sufren los embates de la enfermedad.
De acuerdo a la evidencia científica, la nutrición es un factor relevante y determinante de la respuesta inmune.
Pamela Estay, académica de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad de Valparaíso (UV), sostiene que “la respuesta inflamatoria juega un papel crucial en las manifestaciones clínicas de COVID-19. Después de la entrada del coronavirus al organismo, se desencadena una respuesta inmune que, si no se controla, puede provocar daños en el tejido pulmonar y deterioro de la capacidad respiratoria”.
La académica agrega que hay varios factores de riesgo asociados a una infección grave por COVID-19 relacionados con la nutrición: un mal estado nutricional; presencia de enfermedades crónicas no transmisibles, como diabetes mellitus;, enfermedades cardiovasculares; obesidad y otras enfermedades inflamatorias que aumentan la gravedad de la enfermedad.
Su colega Claudia Vega, magister en Ciencias Biológicas y Médicas, afirma que “en general, lo que se recomienda es la inmunonutrición, es decir alimentos ricos en omega 3, vitaminas, minerales y antioxidantes. Estos alimentos, junto con fortalecer el sistema inmune, permiten disminuir la inflamación tanto aguda, propia de COVID, como crónica, propia de enfermedades crónicas y el envejecimiento“.
En la misma línea, la nutricionista Samanta Thomas, doctora en Ciencias, explica que “el omega 3 puede ser obtenido de pescados grasos, los cuales deben ser consumidos al menos dos veces por semanas. Sin embargo, para obtener mayor beneficio de este componente y ojalá consumirlo a diario, existen aceites enriquecidos con omega 3. Usar una cucharadita de este aceite en la ensalada diariamente mantendría un aporte regular del mismo”.
Respecto a los minerales, como el zinc, selenio, manganeso y cobre, la doctora Thomas señala que actúan como cofactores enzimáticos, ya que hacen parte de la defensa antioxidante, por lo tanto su aporte es fundamental. Una elevada concentración de minerales está presente en legumbres, siendo recomendado el consumo –a lo menos- dos veces a la semana. Por su parte, los antioxidantes constituyen una gama variada de compuestos, desde vitaminas (vitaminas C, A, E) hasta los fitoquímicos, también conocidos como no nutrientes, como son los polifenoles, algunos carotenoides, terpenos, índoles, entre otros”.
También destaca que las frutas cítricas presentan elevado contenido de vitamina C, además “algunos polifenoles particulares, como la naringenina. Mientras que “otros vegetales de color amarillo, naranjo o rojo presentan vitamina A (una variedad de carotenoides). Los frutos de color rosáceo hasta morado intenso (especialmente las bayas) presentan elevada concentración de polifenoles, en especial antocianinas. La vitamina E es encontrada en aceites como el de oliva. Todos estos compuestos con propiedades antioxidantes deben ser consumidos de forma lo más natural posible, sin calentarlos, ya que la mayoría se pierde a elevada temperatura”.
La nutricionista clínica Pamela Estay complementa que, además de las frutas, se aconseja el consumo de dos platos de verduras de distintos colores, ya que los distintos colores aportan distintas concentraciones de vitaminas, minerales y otros compuestos beneficiosos: «Ojalá se pueda incluir también frutos secos en la dieta diaria: nueces, almendras, castañas, maní y otros tienen muchas propiedades nutricionales y son fuente de vitaminas, antioxidantes, fibra, fitoquímicos y minerales como potasio, calcio y magnesio, entre otros nutrientes. Se aconseja un puñado diario en promedio”, advierte.
Finalmente, la nutricionista aconseja evitar el consumo de productos altamente procesados o que “contengan los logos de advertencia ‘Alto en’, ya que son pobres en inmunonutrientes, pero altos en azúcar, grasas saturadas y sal, que no contribuyen en la mantención o recuperación de la salud”, advierte.