El manejo de la pandemia en Chile ha generado una exótica formula política: se ha instalado un régimen en el que el presidencialismo ha entronizado un primer ministro sin nombrarlo: el titular de salud Jaime Mañalich. Este Primer Ministro “a la chilena”, no responde ante el Congreso, y pareciera que tampoco ante la coalición de gobierno. Cuesta imaginar que su jefe es el Ministro del Interior, quien tiene la jefatura de gabinete en nuestro sistema.
Recordemos que constitucionalmente en Chile el Presidente es Jefe de Estado y a la vez Jefe de gobierno. A ello se le agrega el rol político de ser líder de la coalición de gobierno, Chile Vamos en la actualidad.
Pero, previo a la pandemia, el Presidente padecía de un grave deterioro de su aceptación, habiendo descendido a los niveles mas bajos desde el retorno a la democracia (6% de aprobación según encuesta CEP de fin de año). El país vivía desde el 18/O un estallido social que amainó por la época de vacaciones, pero amenazaba un segundo round a partir de marzo del 2020. Todos los actores políticos se prepararon para ese escenario. Entre otras cosas, el gobierno intentó desde fines de 2019 que se aprobase un nuevo estado de excepción, que permitiría a las FFAA, brindar “protección a la infraestructura critica”.
A inicios de marzo, se conoció del primer caso de infección del Covid-19 y a los pocos días el gobierno decretó un estado de excepción constitucional. Conforme a ello, las FFAA pasaron a tener un nuevo rol destinado a proteger a la población, a asegurar su abastecimiento y el orden público. Este estado permite la restricción de derechos constitucionales como la libre circulación, la libertad de reunión e inclusive el derecho de propiedad. Se ha establecido un toque de queda en todo el territorio, y conforme instrucciones del Ministerio de Salud, estado de cuarentena para diversas comunas del país, a criterio de las autoridades sanitarias.
Lo curioso del ejercicio del estado de excepción, es que ha creado -en los hechos- una figura equivalente al primer ministro, es decir, una autoridad que centraliza las principales decisiones gubernamentales. Mientras la presencia de los Jefes de Defensa designados cumplen una discreta presencia, el ministro de salud define y conduce la maniobra, no solo las sanitarias, sino también las correspondientes a otros ministerios. El ministro dictamina respecto al año escolar, incluido cuando debe reanudarse. Evalúa unilateralmente la eficacia de decisiones de gobierno (como la critica que realizo a la suspensión de clases), a su vez, invade atribuciones de la cancillería al protagonizar episodios como aquel donde implico al embajador chino. Opina sin problemas respecto al congreso (responsabilidad de la SEGPRES) y además adjetiva a los parlamentarios, lo mismo sucede con los alcaldes (que se relacionan con el Estado central de manera preferente con la Subsecretaria de Desarrollo Regional y la Subsecretaria del Interior).
En suma, el ministro de Salud se ha posicionado, con el aval presidencial, como un virtual Primer Ministro. No es malo que se tomen decisiones centrales y que se asuman con firmeza. Pero en los regímenes donde existe Primer Ministro, el presidente reserva para si las tareas de Estado (básicamente la política exterior y la defensa nacional), y el Premier maneja el Gobierno. Para asegurar la gobernanza y el equilibrio de poderes, depende de la confianza del congreso, es decir, el congreso al aprobar a un Premier asegura con ello la mayoría parlamentaria al Ejecutivo lo que permite la gobernabilidad.
Esta curiosa convivencia hibrida de regímenes al calor de la emergencia, tiene el crédito de disciplina social que proviene de una sociedad experimentada por el aprendizaje de muchas emergencias en el cuerpo. Pero esta vez se dan dos situaciones excepcionales: hoy todo el país se encuentra en estado de excepción (antaño solo eran una o dos regiones según donde hubiese ocurrido el terremoto). A la vez, se trata de una emergencia desconocida, nadie sabe como se debe manejar. Respecto a la cadena de mando de las FFAA y policiales, en tiempos de estado de excepción, dependen directamente del Presidente. Están en una misión extra institucional. Recordemos que fue en los años 80 del siglo pasado, la ultima vez que en que todo el país estuvo bajo un estado de excepcion.
Llevamos mas dos meses de emergencia, y estamos a la mitad de los 90 días que dura el Estado de Catástrofe. Un experimentado estratego me hacia notar esta ultima circunstancia. A mitad de camino se impone a lo menos una evaluación preliminar para optimizar el esfuerzo final. Al cumplirse los 90 días la Moneda puede pedir su prórroga, debe aprobarla el Congreso.
Desde hace unos días tenemos mas de mil contagiados diarios, ¿se mantendrá esta tendencia? ¿cuántos días? ¿y si aumenta? El panorama es difícil, y por el bien superior de Chile, el ideal es el mayor diálogo posible y la mas clara transparencia respecto a la estrategia a seguir (no solo la sanitaria sino también en lo referido a la reactivación económica y el orden público), el mayor de los respetos en las comunicaciones. Todos queremos que se controle la pandemia y que el costo social sea el mínimo.
El “toreo” no ayuda, quienquiera que lo realice. La población está afectada, por la propia pandemia, por la restricción de su libertad individual, por el gigantesco desorden cotidiano que la crisis provoca en las familias. Que decir cuando además de todos estos problemas, se suma el desempleo y la pobreza. Al contrario, ayuda la capacidad de escuchar, de organizar el diálogo. No sirve sentirse infalible. Vale en especial para las autoridades. Porque si además de la sorna, la burla y la no escucha, siguen subiendo los contagios y se sigue deteriorando la economía familiar, la disciplina social se va empezar a descomponer.
Pero la figura del “primer ministro” tiene una ventaja política: se transforma en un dique de contención a las criticas al Presidente. Como un pararrayos que le permite a la Jefatura de Estado (inclusive al equipo político de la Moneda) salir de la “primera línea”. Mas aún, su destitución no generaría una crisis institucional.