Al menos 33 militares de las Fuerzas Armadas de Turquía murieron en la noche del jueves en un ataque de las fuerzas del Gobierno sirio o de sus aliados rusos.
Los hechos se produjeron en la provincia siria de Idlib, en el noroeste de Siria, donde el Ejército turco ha movilizado numerosas fuerzas militares para apoyar a las fuerzas rebeldes islamistas opuestas al régimen de Bachar el Asad.
Idlib es el último reducto de insurgentes armados fuera del alcance del Ejército sirio tras casi 9 años de sangrienta guerra civil en este país de Medio Oriente.
Según informó un corresponsal local del medio Dokuz8, el hospital de Reyhanli, localidad turca fronteriza con Siria, recibió “multitud de cadáveres y heridos”. Dogan confirmó la muerte de al menos una treintena de militares: “Hay heridos y también heridos graves —dijo sin confirmar el número—, han sido trasladados a los hospitales de la provincia de Hatay”.
El Observatorio Sirio de Derechos Humanos afirmó que al menos fueron 34 los muertos turcos y que se debió a un bombardeo de aviación en las cercanías de la localidad de Bulion, aunque no pudo precisar si se trató de las Fuerzas Aéreas sirias o rusas, que también actúan en la zona. Otras fuentes turcas, en cambio, elevan el número de muertos hasta cerca del centenar. Hasta este jueves antes del ataque, los enfrentamientos entre el régimen sirio y Turquía iniciados a principios de mes habían provocado la muerte de al menos una veintena de militares turcos y de un número indeterminado de sirios.
En declaraciones citadas por la agencia oficial turca Anadolu, el jefe de la Presidencia de Comunicaciones del Gobierno turco, Fahrettin Altun, aseguró que, en respuesta al ataque, «se ha golpeado con apoyo de artillería y fuego aéreo todos los objetivos conocidos del régimen». Según los medios turcos, se lanzaron misiles a objetivos en las provincias de Hama y Latakia, así como a las ciudades de Nubl y Zahraa en la región de Alepo.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha convocado una reunión de urgencia con los ministros de Exteriores y Defensa, los generales al mando de las Fuerzas Armadas y el jefe de los servicios secretos. También el jefe de la oposición socialdemócrata, Kemal Kiliçdaroglu, ha convocado una reunión de urgencia de su partido lo que da una idea de la gravedad de la situación. Otra de las principales líderes políticas del país, Meral Aksener, ha decidido cancelar todos sus actos y regresar a Ankara tras conversar por teléfono con el presidente. Las Fuerzas Armadas turcas han cancelado todos los permisos otorgados para los próximos días y el ministro de Exteriores turco, Mevlüt Çavusoglu, ha conversado con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg.
La agencia Reuters citó una fuente del Gobierno turco según la cual Ankara habría dado la orden a sus guardacostas y vigilantes fronterizos de no detener a los refugiados sirios que traten de ganar territorio europeo de manera irregular a través de las fronteras terrestres con Grecia y Bulgaria y del mar Egeo. No ha habido confirmación oficial pública de este punto que, de producirse, supondría un modo de presionar a la Unión Europea para que dé un apoyo tangible a la postura turca sobre Idlib. «Nuestra política sobre los refugiados es la misma de siempre, pero la situación es la que es. Actualmente no estamos en posición de parar a los refugiados», afirmó Ömer Çelik, portavoz del partido gubernamental AKP.
El ataque del Ejército sirio y sus aliados de este jueves se produjo después de que las fuerzas rebeldes, con apoyo turco, recuperasen la estratégica localidad de Saraqib, en la confluencia de las autovías M-4 y M-5, esta última crucial para el tráfico entre la capital siria, Damasco, y la antaño principal ciudad del norte del país, Alepo. Los rebeldes habían mantenido el control de esta ciudad hasta inicios de este mes, cuando las tropas regulares sirias se hicieron con ella.
El Gobierno de El Asad inició el pasado año una ofensiva para reconquistar Idlib, el último bastión de las fuerzas rebeldes y salafistas opuestas al régimen, y las operaciones ganaron en intensidad en diciembre. Desde entonces, el régimen —gracias al apoyo de los bombardeos aéreos rusos y sirios y la contribución de milicias proiraníes— ha avanzado hasta capturar casi un tercio de la provincia, lo que ha provocado la huida de un millón de civiles hacia la frontera turca. Ankara, que teme una nueva oleada de refugiados pues ya acoge a cerca de 4 millones de sirios en su territorio, ha enviado decenas de convoyes de vehículos militares, tanques y piezas de artillería, y ha entregado armas de defensa antiaérea a las fuerzas rebeldes para impedir el avance del régimen.
Erdogan había dado de plazo hasta este viernes para que el régimen se retirase a las posiciones previas a la ofensiva, una línea del frente pactada en 2018 por los patronos de las diversas fuerzas en liza en el conflicto sirio: Rusia, Irán y Turquía. En caso contrario, advirtió el mandatario, el Ejército turco “atacará al régimen en todas partes”. Desde finales de enero, delegaciones rusas y turcas se han entrevistado en Ankara y Moscú para tratar de alcanzar un acuerdo, sin resultado. De hecho, este jueves, el Ministerio de Defensa ruso acusó a Turquía de “violar los acuerdos de Sochi” por “prestar apoyo a grupos armados ilegales con fuego de artillería y uso de drones contra tropas sirias”. Según los acuerdos de Sochi (2018), las partes se comprometen a respetar una suerte de alto el fuego del que quedan excluidos los grupos “terroristas”, un lenguaje laxo ya que para Damasco lo son prácticamente todos los que se le oponen.
(Con información de El País de España)