La renuncia del presidente Morales y su posterior asilo en México puso fin a 14 años de gobierno del Movimiento al Socialismo, MAS, pero no le puso fin a la grave crisis que estallo la noche misma del 20 de octubre, día de las elecciones generales. El triunfo del MAS fue cuestionado y como sabemos, la auditoria electoral de la OEA denuncio irregularidades.
El espiral de violencia que siguió no ha frenado. Empezando por una polarización de las interpretaciones: para los simpatizantes del MAS estamos en presencia de un golpe de estado porque las FFAA abandonaron su prescindencia política y junto con una policía amotinada, demandaron la renuncia de Evo. En la oposición la crítica es que la interrupción institucional se origina en un fraude electoral.
Hasta allí uno podría entender el conflicto como una de naturaleza política, que ha provocado una crisis de magnitudes: enfrentamientos en las calles entre partidarios de uno y otro bando, en tomas de carreteras y bloqueos de ciudades. Algo habitual en la historia de Bolivia en el siglo XX. Pero no es todo. El gobierno de transición que se instaló, encabezado por la segunda vicepresidenta del senado, Jeanine Añez, no ha empezado con el pie derecho.
De partida, su propia investidura queda cuestionada dado que la sesión que la designó presidenta del senado, no reunió quórum porque no asistió la mayoría de los parlamentarios del MAS. Para rematar los problemas formales, la entrega de la banda presidencial la hizo el propio general Kaliman, comandante de las FFAA. El gabinete que ha conformado es disímil. La Cancillería la asume Karen Longaric, reconocida internacionalista, mas, junto a ella figuran ministros que llaman a perseguir a los dirigentes masistas, y otras (como la ministra Lizarraga, de Comunicaciones) que amenaza a periodistas bolivianos y extranjeros. Un grupo de periodistas argentinos tuvieron que ser protegidos por su embajada para salvarlos de las amenazas gubernamentales.
Ahí no queda todo, una presidenta que enarbola con fanatismo una biblia para dirigirse al país, unido a abundantes declaraciones plagadas de racismo de parte de muchas de las nuevas autoridades muestran un gobierno intolerante. Se une a la destrucción de viviendas pertenecientes a dirigentes del antiguo gobierno.
Desgraciadamente pasa lo mismo cuando manifestaciones leales a Morales se apoderan de algún sector de las ciudades con las propiedades de sus detractores. Peor aun, el sábado en las cercanías de Cochabamba enfrentamientos entre campesinos y uniformados dejaron 9 muertos, ya van mas de dos docenas en todo el país. El Gobierno emitió un decreto autorizando el uso de los medios de las FFAA para “normalizar el país”. La oposición denuncia represión. La Oficina de la Alta Comisionada llama a proteger a la población.
Se supone que el nuevo gobierno tiene como función normalizar el país y sobre todo, organizar elecciones nuevas dentro de 90 días. Nada de eso ha ocurrido. Desde el exterior se intenta ayudar para que el dialogo se restablezca. El Secretario General de la ONU ha nombrado a un alto funcionario para que funja de mediador, idénticos propósitos manifiesta la Unión Europea. Mientras, la OEA prosigue zigzagueando, su Secretario General meses atrás defendía la legalidad de la candidatura de Morales alegando que era un “derecho humano” para ahora condenarlo por fraude y justificar su destitución. Muy pocos países han reconocido al gobierno de la senadora Añez.
¿Existen condiciones hoy para un proceso electoral normal? Los antiguos miembros del TSE están presos, aun no se nombra a la nueva autoridad electoral, mientras muchos policías recortan de sus uniformes el parche con la whipala, la bandera aymara, en clara manifestación racista. Para muchos pobladores humildes de Bolivia estaríamos en presencia del retorno rabioso de las minorías racistas y excluyentes. La demanda de democracia que impregnaba a buena parte de la oposición a Morales empieza a ser reemplazada por el fomento al odio y a la intolerancia.
En medios académicos de América Latina, y en círculos políticos se abre un debate que amenaza entrabarse y polarizarce: ¿que es lo dominante de la realidad boliviana? ¿Hubo un golpe? ¿O previamente hubo un fraude? Es un debate en desarrollo en que las dos posiciones tienen algo de verdad, pero lo que no puede ser motivo de discusión es la condena a la emergencia de posiciones intolerantes, mas propias de las limpiezas étnicas que de la democracia, unida a la barbarie del racismo como mecanismo de gobierno.
Hoy no se ve salida a la crisis. Desgraciadamente. Bolivia esta en el corazón de Sudamérica, una crisis profunda allí lanzaría esquirlas a todo el subcontinente, que atraviesa por un difícil momento. Que decir si la crisis no logra ser encauzada y se da paso a un conflicto mayor. La paz de Bolivia es parte integrante de la armonía en la región, por ello debe ser motivo de prioridad para la diplomacia regional.