En la tarde del domingo 10 de noviembre el Presidente Evo Morales, visiblemente conmovido, presentó su renuncia. Se cierra así una crisis que se inició la noche del 20 de octubre, día de las elecciones generales que en una jornada salpicada por denuncias de transparencia, dio formalmente por ganador a Evo Morales para que asumiera un cuarto periodo en enero del 2020. Esa noche estalló la protesta en diversos puntos del país.
El desenlace de la crisis se prefiguró la semana anterior. La oposición recompuso sus fuerzas, y vía la constitución de los llamados Comités Cívicos logró superar su división, ello permitió que emergieran nuevos lideres, como es el caso de Luis Fernando Camacho, carismático líder cívico de Santa Cruz, que con un peculiar estilo (biblia en mano) rápidamente se posicionó como un fuerte referente que incluso opaca al propio Carlos Mesa. Los cruceños elevaron la apuesta: ya no se trataba de recomponer las elecciones, lo que exigieron fue la renuncia del presidente.
Mientras proseguía la auditoria de los técnicos de la OEA al proceso electoral, que en principio debía terminar a mediados de esta semana que se inicia. Ese plazo había abierto una ventana parcial a la dura polarización que se gestaba en todo el país.
En los últimos días los acontecimientos se precipitaron. Los diversos comités cívicos se activaron en las principales ciudades, el Gobierno convocó a sus bases populares y campesinas a rodear las ciudades y detener las columnas que pretendiesen enviar contingentes a la capital. La Paz fue escenario de cotidianos choques entre partidarios de uno y otro bando. Que se sepa, a la fecha se contabilizan tres fallecidos y numerosos heridos, mas incendios y destrucción de bienes.
En ese clima el fin de semana los acontecimientos se precipitaron. La Comisión de la OEA adelanto sus conclusiones, en síntesis, denunció irregularidades y llamó a celebrar nuevas elecciones. Casi al mismo tiempo el Gobierno procedió a destituir a los miembros del TSE y convocó a nuevos sufragios. Pero la demanda ya no era sobre elecciones sino sobre el poder. Los hechos se precipitaron con el repliegue de la policía a sus cuarteles, que empezó en Cochabamba y se irradió pronto a todas las ciudades.
El domingo 10 de noviembre la tensión se elevó, al motín policial se sumaron las FFAA que en conferencia de prensa, encabezados por el general Kalimán, demandaron la renuncia del presidente. Anteriormente lo había solicitado la Central Obrera Boliviana, la combativa COB, otrora firme puntal del régimen. El clima social se había deteriorado en grado sumo e instalaciones gubernamentales y de prensa habían sido asaltadas. El aislamiento del Gobierno empezó a minar sus bases, diversos funcionarios abandonaron sus cargos. En ese contexto, en la tarde del domingo, el presidente renuncio. También lo hicieron el Vicepresidente, y los presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados. Se creó así un vacío formal de poder que solo podría ser resuelto mediante la designación de nuevas autoridades surgidas del Congreso, que asuman en forma transitoria el mando del país para dar paso a nuevas elecciones en el plazo de 90 días. Formalmente hoy no tenemos mandatario ni autoridades en Bolivia. La noche del domingo estallaron saqueos, incendios y disturbios, especialmente en la capital y en El Alto. Camacho ha convocado a que la movilización opositora no se desactive hasta que se nombren nuevas autoridades y se fije fecha de elecciones.
La embajada de México se ha abierto a recibir asilados, se han detenido a los integrantes del TSE, y se amenaza con juicios a los ex altos funcionarios.
Terminan así casi 14 años de gobierno del MAS. No es sólo una coyuntura política. Es un momento de inflexión histórica. Queda por verse como será el nuevo esquema de poder. También queda pendiente el análisis y la evaluación. Tanto la histórica como la política.
La polarización también se da en los análisis. En un extremo tenemos a quienes celebran “el fin de la tiranía”, y en otro, a quienes denuncian un golpe de Estado. También las interpretaciones que buscan la explicación de lo ocurrido en fuerzas externas: unos alegan la presencia de activistas cubanos y venezolanos, otros denuncian una fría maniobra del imperialismo.
Una conclusión preliminar nos muestra un par de enseñanzas de esta crisis. La primera es el rol de arbitro que terminan asumiendo las FFAA, al final, son el elemento que define los empates. Habla también de la incapacidad del nivel político para resolver sus conflictos.
La otra enseñanza es esa: cuando las elites son incapaces de procesar sus diferencias se termina en la violencia. Cuando los actores no son capaces de escuchar lo que la sociedad esta demandando.
¿Las próximas elecciones garantizaran la participación de todos los sectores políticos? ¿La próxima campaña será de propuestas o de recriminaciones? ¿Qué harán los partidos políticos? ¿Se mantendrán las mismas candidaturas que concurrieron el 20 de octubre? ¿Qué composición tendrá el nuevo congreso?
Son muchas preguntas, todas para el futuro. Creo no equivocarme al interpretar que el principal anhelo de la mayoría de los bolivianos es la mas pronta normalización, la restauración de la convivencia social, el retorno del estado de derecho. La estabilidad de Bolivia no es sólo el anhelo de los bolivianos, es también el deseo mayoritario de la mayoría de los latinoamericanos.