El 9 y 10 de julio de cada año, Chile conmemora una de las acciones más impresionantes de la historia militar: la épica gesta de 77 jóvenes soldados que hace 137 años, en un pequeño pueblo en la sierra peruana, enfrentados a una desigual lucha, todos, resolvieron no claudicar pese a los sucesivos embates del adversario y a sus ofertas de rendición, resistiendo hasta el último hombre, sin dudar en sacrificar sus vidas en defensa de sus más altos ideales.
Con toda razón entonces, en justo homenaje a estos héroes caídos en el cumplimiento del deber, se instituyó el 9 de julio como el “Día de la Bandera”, ocasión en que los más jóvenes miembros del Ejército juran lealtad a la Patria.
La epopeya de La Concepción no se entiende en toda su magnitud si se reduce a un hecho aislado de inmolación. Debe concebirse como la consecuencia de una disposición del carácter cultivada en valores, que marca la diferencia entre un acto temerario de desprecio por la vida y uno virtuoso, que conscientemente impulsa a sobreponerse a la adversidad.
Resulta muy interesante observar que los 77 héroes constituyen una clara representación de la sociedad chilena, y que transversalmente actuaron inspirados por preciadas virtudes como el honor, el valor y el sentido del deber, realidad que sigue estando presente en el Ejército de hoy, porque sus integrantes son un fiel reflejo de las diversas capas que componen nuestra estructura social.
Recordemos que el Ejército nace, se construye y desarrolla en íntima vinculación con el pueblo chileno. En todos los tiempos sus filas han sido integradas por campesinos, obreros, mineros, pescadores, artesanos, profesionales y estudiantes, como muestra evidente de la inclusión social que lo caracteriza.
La Concepción nos recuerda, además, algunas cualidades fundamentales de los chilenos. Nos demuestra que las grandes tareas son desafíos posibles de cumplir, no como una tradición puramente formal y romántica carente de valor práctico, sino como un compromiso con el deber, de gran significado en lo cotidiano y en lo permanente.
La vigencia del mensaje de esos jóvenes soldados nos llama hoy a mirar con detención a nuestra sociedad. En efecto, frecuentemente el país observa manifestaciones de preocupación de conciudadanos respecto de su futuro, su salud, su educación o sus expectativas laborales. El Ejército no es ajeno a estas inquietudes, porque como ya lo señalara, en sus filas coexiste una amplia representación de chilenos que han optado por esta forma de vida profesional. Así, en una época en que se exalta el individualismo, se discute la falta de compromiso de las personas y la debilidad de las instituciones, el Ejército se ha visto expuesto a un severo cuestionamiento, debido a hechos relacionados con faltas a la probidad que —no obstante que todavía están bajo investigación judicial— han afectado gravemente la imagen que la sociedad tiene de la institución.
Esta dura realidad nos mueve a mirar aún con mayor convicción el ejemplo de los héroes de La Concepción, impulsándonos a redoblar nuestro compromiso para avanzar decididamente en reforzar e incrementar las medidas de control y las buenas prácticas, incorporando asimismo mayores niveles de transparencia y profundizando el conocimiento de todo nuestro personal en los fundamentos éticos y valóricos que dan sentido a nuestra existencia como institución.
Con esa visión, si a raíz de los hechos que actualmente investiga la justicia, finalmente se acreditan delitos, nuestro compromiso a partir de las consecuencias del fraude, es elevar nuestros estándares, rindiendo de esa forma homenaje al legado de los héroes de La Concepción, que inspiran a todos los chilenos.
Creemos que es bueno para Chile que el Ejército sea percibido como una institución que pertenece y se debe a todos, que respeta la institucionalidad y protege a los chilenos en sus necesidades; porque su actuar siempre ha estado unido a una vieja tradición militar que señala que los integrantes del Ejército deben profesar un profundo amor a la patria como ideario de su vocación. Y aunque el amor a Chile no es privativo de los militares, la sociedad confía en que este sentimiento sea la fortaleza y la inspiración de los soldados para su defensa.