En las últimas tres décadas se han triplicado las sequías y las inundaciones, provocando desplazamientos superiores a aquellos causados por los conflictos bélicos. De acuerdo a datos de la Agencia de la ONU para Refugiados, en los próximos 50 años entre 250 y 1.000 millones de personas abandonarán su hogar a causa del cambio climático.
Estos refugiados climáticos huyen de un entorno hostil donde el clima los ha dejado sin agua, sanidad ni alimentos y carecen de estructuras políticas y sociales que las protejan. Ya sea en Kenia por la sequía o en Mozambique por las inundaciones, miles de personas han tenido que abandonar sus casas y buscar nuevos lugares donde iniciar una nueva vida.
El cambio climático genera una desigualdad que impacta profundamente a aquellas regiones que, no sólo son afectadas por el calentamiento global, sino que además tienen menos capacidad para hacerle frente. Es decir, muchas veces los fenómenos naturales no son un desastre en sí mismos, pero sí tienen consecuencias catastróficas cuando las personas no están preparadas para hacerles frente. Asimismo, las regiones receptoras de estos refugiados sufren la llegada intempestiva de miles de personas sin estar preparadas para eso. De acuerdo a proyecciones actuales, Etiopía por ejemplo, podría incrementar hasta en un 85% de su población hacia 2050 por este tipo de migración.
Si la crisis de refugiados en el mundo ha desbordado la capacidad de los Estados para gestionar de forma eficaz la llegada de las personas que huyen de las guerras, las consecuencias por la migración ante el aumento de las temperaturas pueden ser devastadoras.
Hace unas semanas estuve en Etiopía, un país que con más de cien millones de habitantes, han tenido que recibir a más de un millón de migrantes por el cambio climático y por refugiados de guerras vecinas y de ellos, 500 mil provienen de Sudán del Sur. Estas familias, que hasta hace muy pocos años atrás vivían plenamente en comunidades ancestrales y trabajaban una tierra que les pertenecía desde tiempos inmemoriales, hoy, ante la falta de agua y sequía deben migrar, abandonar sus casas y estructuras cotidianas para poder sobrevivir en países extraños, con estructuras precarias y expuestas a todo tipo de enfermedades y sufrimientos.
Por esto impulsar medidas de mitigación que reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero es fundamental para hacer que ciudades y pueblos logren ser más resilientes a los cambios. En este sentido, la innovación tecnológica, la eficiencia energética y la implantación de energías renovables, pueden cumplir un papel clave en el futuro de la protección ambiental, crecimiento económico y desarrollo social de estas comunidades.
Para que esto suceda, los países con más recursos financieros y tecnológicos deben colaborar en una transformación global que permita a aquellas regiones más pobres diseñar medidas de adaptación que impulsan un crecimiento más sustentable, pero sobre todo, más humano.