Como personas nos podríamos autodenominar “inteligentes“en la medida que nuestras acciones también lo sean. Lo mismo ocurre con los medidores de electricidad, que hoy están en el centro de la discusión. Estos medidores serán inteligentes en la medida que entreguen beneficios concretos a los consumidores. Actualmente, no es tan así, ya que la información más detallada que entregan sólo sirve a la empresa distribuidora en el marco de lo que le permite la ley, es decir, para tarificar, construir la boleta y controlar estándares de calidad. Nada muy diferente a lo que hoy se lleva a cabo. El gran potencial de los medidores inteligentes se podrá concretar en la medida que los consumidores sean dueños de los datos generados, y estos puedan ser entregados a terceros que desarrollen nuevos productos y servicios, velando siempre por su correcto uso. Por ejemplo, podremos instalar paneles solares y controlar cuánta electricidad consumimos o vendemos a nuestros vecinos, o también a ciertas horas podremos reducir nuestros consumos deliberadamente, a cambio de un premio. Ambos ejemplos se encuentran bien desarrollados en otros países con medidores realmente inteligentes. Los medidores inteligentes y la nueva ley de distribución que está en desarrollo, puede abrir camino a la competencia, crear nuevas empresas y nuevos empleos en un mercado monopólico y, finalmente, generar atractivos beneficios para los usuarios. Creo que ahí nosotros, como consumidores, estaremos felices de pagar esos $200 pesos adicionales mes a mes por tener un medidor inteligente.