El triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil cambió el paradigma de la centroderecha latinoamericana, ya que se alzó con el triunfo lo que en ciencia política se denomina la “derecha radical” o “derecha populista”, con una ideología que rompe los esquemas del mundo globalizado,y Chile no ha quedado ajeno a este fenómeno que también se vive en varios países de Europa donde la derecha más dura va ganando espacios. En el caso chileno se ha perdido el temor a ensalzar el pasado marcado por el 11 de septiembre de 1973 y con ello el resurgimientos del llamado “pinochetismo” y que -a juicios de varios analistas- está arrinconando al Presidente Sebastián Piñera, quien ha debido modficar su discurso con pequeñas sutilezas que pueden ser considerados guiños para el ala más dura del conglomerado que lo apoya.
Pero cómo ha variado Piñera en este segundo gobierno después de haberlo escuchado en su primer mandato hablar de los cómplices pasivos y dar muestras de una centroderecha más moderada con el cierre del Penal Cordillera. Prueba de ello fue cuando dijo que la izquierda lleva al infierno, mezclando religiosidad con política, una mezcla que ya utilizó Bolsonaro en Brasil.
En el caso de Chile, todo indica que el impulso para el resurgimiento del neo pinochetismo parte con Bolsonaro, ya que este triunfo encendió las alarmas en la derecha más moderada respecto a la posibilidad que una posición más dura pueda acceder al poder a través de los votos.
Acá en Chile el representante más fiel de este nuevo paradigma es el ex diputado UDI José Antonio Kast, ahora líder de Acción Republicana quien a pesar de definirse como un representante de la derecha tradicional y conservadora, su discurso puede ser leído como extremo, a lo que se suma que ha tenido una aceptación importante en el país y que se puede comprobar con las cifras que entregan las encuestas y que estaría alcanzando un 20%, siendo su público más fiel no los «viejitos retirados de las FFAA», como creen algunos, sino que jóvenes profesionales o estudiantes universitarios que ven en él un líder que los motiva por sobre los políticos tradicionales.
Pero, varios analistas políticos y parlamentarios es considerado populista, para otros, en cambio, su discurso no resulta ser del todo populista, puesto que más bien cae en la definición de lo que es la ultraderecha y su postura ultraconservadora.
Y es que el populismo realiza propuestas y soluciones facilistas a los problemas que enfrenta la población por medio de un líder populista, aunque muchas, para no decir todas, resultan ser inviables.
La posición de Kast, en cambio, se aleja de esto y se puede notar un discurso ultraconservador que se comprueba con su oposición al aborto, a las políticas de reconocimiento de diversidad sexual, incluso ahora se ha abierto a declararse en contra de los pactos y tratados internacionales, lo cual en el mundo globalizado que vivimos y como Chile es una economía muy pequeña, no podemos aislarnos, además en su discurso apela al factor religioso, mensaje que ha sido muy bien considerado por el mundo evangélico que hoy se alza con mayor fuerza que la alicaída Iglesia Católica sumida en los escándalos por abusos sexuales.
Ahora bien, Kast podría ser considerado como el “Bolsonaro chileno” por su discurso más conservador, pero lo que lo coloca en la extrema derecha es su reconocimiento a la dictadura de Augusto Pinochet o “gobierno militar”, especialmente a lo que fue la instauración del modelo económico, pero hace un distingo en las violaciones a los derechos humanos.
Pinochetismo arrincona a Piñera
Pero este cambio hacia la derecha más dura, apoyada con la “salida del closet” de los pinochetistas está complicando al gobierno y acorralando al mandatario, quien está moviéndose hacia esa línea y haciendo guiños a quienes votaron por él en las elecciones pasadas que pertenecen al ala más dura de la derecha.
Incluso, algunos ya han comenzado a darle vuelta la espalda que se está notando en la baja aprobación que ha tenido en las encuestas.
Hay que mencionar el episodio en donde la diputada RN, Camila Flores, dijo en su discurso ante el partido que se declaraba abiertamente admiradora de Pinochet, incluso en el programa 360 de CNN indicó que el ex general fue un referente democrático, que no fue un dictador, sino que un “Presidente de Chile”.
Tras esto, el presidente de RN, Mario Desbordes, trató de quitarle peso a las declaraciones de una de sus parlamentarias, afirmando que el partido no es pinochetista, pero que hay personas que se identifican con el desaparecido dictador, pero haciendo el distingo respecto a condenar las violaciones de derechos humanos
Incluso más, la propia vocera de gobierno, Cecilia Pérez, dio un argumento un poco increíble, puesto que aseguró que cuando hay respeto a la diversidad y a la diferencia no puede existir incomodidad, saltándose el precepto fundamental de un gobierno democrático que es condenar todo tipo de dictadura y totalitarismo.
Sin embargo, nadie ha puesto el énfasis en señalar que no es compatible condenar dictaduras de izquierda en todo su ámbito, pero declararse abiertamente partidarios de otra de derecha especificando su rechazo a las violaciones de DD.HH., ya que gobernar bajo el terror de los asesinatos, las torturas y el terror son propias de todas las dictaduras sin apellidos.
Otro que negó el pinochetismo que profesaba en un momento de su vida fue el ministro del Interior, Andrés Chadwick, quien en una entrevista con radio ADN buscó la forma de explicar la posición que tiene ahora respecto este resurgimiento del pinochetismo.
“La diversidad no significa aceptar todo, sino que tener bases comunes. Y hay una base común en la coalición que es nuestra condena y repudio a todo atentado a los derechos humanos”, dijo.
Chadwick aseguró no renegar de su pasado como participante del recordado “Acto de Chacarillas” o como presidente designado por la dictadura de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica (Feuc).
En cuanto a la figura de Pinochet, afirmó que “es posible tener una mirada objetiva de la realidad del país, en términos de lo bueno que se pudo haber hecho, pero tengo un juicio muy categórico sobre mi condena a las violaciones a los derechos humanos”.
Sin embargo, dentro del abanico que conforma la derecha existen posturas distintas que condenan la alegoría al pinochetismo y una de ellas es la diputada RN, Marcela Sabat, quien rechaza el discurso pronunciado por su colega Camila Flores.
“Todos sabemos que al interior de RN, desde su formación, conviven dos almas en términos valóricos, liberales y conservadores que enriquece nuestras ideas. En general nuestras diferencias se basan en eso, pero cuando se ancla la diversidad al pinochetismo, estamos anclando también todo lo que esto conlleva y que tiene que ver con las violaciones a los Derechos Humanos y con muchas situaciones que a Chile le han provocado muchísimo dolor. Por lo que esos aplausos causan dolor”, precisó.
Y fue clara en fijar su posición respecto al pinochetismo, mencionando que “es indivisible respecto a la violación a los Derechos Humanos. Por eso, desde el dolor planteo esa incoherencia”.
Aún queda mucho tiempo para definir si efectivamente el pinochetismo aumenta su efervescencia y seguidores, lo cual se apreciaría en las próximas elecciones y candidatos que se presenten. Sin embargo, esto ya está instalado en el debate político y es de esperar que todo se decante en la centroderecha o derecha más liberal.
En este escenario JA Kast, podría transformarse en un verdadero tapado de la derecha criolla, ya que el está realizando un trabajo de base impecable, tiene redes y seguidores en casi todos los equipos de los parlamentarios de Chile Vamos, mantienen un constante diálogo con parlamentarios del sector, es decir, ha logrado permear la frágil base de la UDI, RN y sus simpatizantes, así las cosas no es de extrañar que ahora muchos de los que renegaron de esas posiciones (pinochetistas) salgan del clóset y no sientan vergüenza de defender lo que ellos consideran «el salvador de la patria», porque los tiempos han cambiado y las posiciones más radicales van ganando terreno ante las tibiezas iedeológicas de la derecha chilena que más que ideológica es libremercadista y por lo tanto economicista, habiendo dejado así abierto -por vacío- lo que debe mover a una colectividad como es el pensamiento político.