2018 está concluyendo complicado para el Gobierno.
En efecto, todo nuevo gobierno sudamericano inicia su mandato con una mayoría entre el 50 y el 60% de aprobación ciudadana. El desafío es cuanto tiempo mantiene esos números. Macri lo logró durante casi dos años, otro, como el colombiano Duque ha visto evaporar su apoyo en pocos meses. El gobierno de Sebastián Piñera bajó a un 37% de apoyo a los ocho meses de gestión y su nivel de rechazo es mayor.
Por cierto, la explicación de este proceso es un tema largo, pero lo concreto es que a menos de un año, la situación política muestra a un Gobierno que no logra controlar la agenda, y al mismo tiempo, algunas carteras exhiben fuertes déficit tanto de gestión sectorial como política.
La agenda política es por excelencia un campo que debe dominar el gobierno. Pero no ha sido el caso. Eso si, no es por falta de afán, el Gobierno lo ha intentado en varias oportunidades en estos meses: desde los anuncios de Tiempos Mejores en marzo (Chile entraba a una nueva fase de su historia), hasta el primer Mensaje al Congreso a inicios de Junio. También Piñera cosechó las mieles del triunfo en La Haya a inicios de Octubre. Sumemos a ello varias cadenas nacionales dedicadas a tratar de instalar temas en la agenda como la anunciada reforma previsional.
Pese al entusiasmo, el resultado es el que reveló la encuesta CEP : la mayoría de los chilenos está disconforme con la gestión de gobierno. Perciben al presidente lejano. Y su gobierno tiene cifras mas bajas aún.
El gobierno no logra instalar la agenda, y esta empieza a ser dominada por la emergencia de crisis cotidianas. Recordemos en lo mas reciente el desastre ecológico en Quintero y Ventana. Desde hace un mes, el crimen del comunero Catrillanca no sólo revela el pendiente de Chile en cuanto a los pueblos originarios, sino que además cuestiona la publicitada reorganización de Carabineros que se anunció cuando se removió a mas de 13 generales junto a la destitución del anterior General Director Bruno Villalobos. La protesta mapuche y la indignación nacional aumentó al revelarse los detalles de lo ocurrido y sobre todo, las diversas y contradictorias acciones del personal policial. Con ello la crisis entró a La Moneda porque es desde allí desde donde se dirige la Seguridad Pública.
El descontrol de la agenda no es el único síntoma. El manejo errático de algunas carteras sectoriales es otro. El más elocuente hoy en día está en la política exterior. La ausencia de una Estrategia en nuestra diplomacia (definición de objetivos, prioridades, diseño de escenarios y maniobras correspondientes) se trata de reemplazar con una sumatoria de viajes y visitas. El reciente rechazo al Pacto Migratorio es lo mas reciente. Aclaremos, el Gobierno tiene toda la potestad para cambiar de opinión, pero hubiera sido mas entendible que ante el giro –dado que en la la ONU en septiembre pasado Piñera respaldo públicamente el Pacto- que ante un cambio de 180 grados el Gobierno y la Cancillería hubieran emitido algún reparo, algún cuestionamiento. Pero pasamos en pocas horas de gestionar una Vice Presidencia a la Conferencia, a retirar nuestra delegación. Sin contar con las contradicciones públicas entre autoridades.
No sólo es la Cancillería, otro sector vital del Estado es la Defensa, y allí la tónica ha sido la notoria falta de sintonía entre las instituciones y las autoridades políticas. Empezando por las formas, que como manda la doctrina, siempre las felicitaciones son en público y las llamadas de atención en privado. En la ultimas semanas hemos sido testigos de todo lo contrario, inclusive el hacer públicas las conversaciones privadas. Un ex comandante en jefe, ante el silencio reglamentario de las autoridades castrenses por su no deliberación, aventuró que es fácil pegarle a las FFAA porque no pueden defenderse y eso acumula puntos en las encuestas. Es cierto que son indignantes los hechos de corrupción develadas, hay que corregirlos y dejar en la justicia los castigos. Pero las reformas a las instituciones se hacen con las instituciones y no en contra de ellas. No vivimos un buen momento de la relación civil – militar.
La relación con el Congreso siempre es un tema complejo, mas aún cuando el oficialismo no cuenta con mayoría parlamentaria. Obviamente el gobierno requiere construir mayorías, y eso requiere horas de diálogo y mucha experiencia. Por ello llama la atención en que a la reciente gira a Europa se invitara a mas de una docena de parlamentarios, al tiempo que a la delegación del congreso que fue a la Reunión de Migración nadie le informó que Chile había cambiado de posición. Como ese hay muchos ejemplos de un ámbito donde solo la iniciativa llamada Aula Segura puede exhibirse como logro en estos meses.
Para controlar la agenda es necesario tener un equipo afiatado en la Moneda, y al mismo tiempo, en sintonía con los partidos de su coalición. En estos días han abundado los regaños a Carabineros, y en cambio, los parlamentarios de la UDI han concurrido a la Dirección General a manifestarle su respaldo, y lo propio lo ha hecho el presidente de RN.
En la Moneda en cambio se ve un fuerte Ministerio del Interior, experimentado, pero un poco solo a ratos. El portaviones a menudo no tiene a sus destructores de escolta navegando a la par.
El gobierno tiene buenas cartas, pero quizás no donde mejor puedan rendir. El Ministro de Justicia tiene una vasta experiencia, cuando fue Presidente del Senado mostró su capacidad de Estado. No se le ve cómodo o pleno, administrando los problemas de Gendarmería o las querellas del SENAME.
Un cambio de gabinete le permitiría al Gobierno instalar un hecho potente en la agenda, y de paso, superar las deficiencias que estos meses se han hecho evidentes.