Una clara parada de carro a la derecha hizo el rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, a las pretensiones que buscan la “teoría del empate” con el hecho de contextualizar el Museo de la Memoria, incorporando las causas que llevaron a justificar las violaciones a los derechos humanos.
En su habitual columna en El Mercurio, Peña sostiene que Ampuero y quienes “lo aplaudieron” en su reclamo por contextualizar las violaciones a los derechos humanos y contemplar las circunstancias que llevaron a estas se “equivocaron”.
“Se equivocó porque en realidad toda memoria es incompleta. Una memoria completa equivaldría -como sugiere Borges en uno de sus textos- a un mapa del tamaño del territorio que intenta describir. Un absurdo. Reclamar que la memoria sea completa es pedir un imposible. Haga usted el esfuerzo de recordar en todos sus pormenores lo que hizo nada más ayer. No es posible. El esfuerzo le tomaría las exactas veinticuatro horas que trata de recordar”, expresa.
En ese sentido, explica que “toda memoria es selectiva. El problema entonces no es si la memoria es o no completa, ese es un falso dilema; el problema a discutir es cuál es el principio en base al cual se efectúa la selección de los recuerdos”.
Al respecto, el académico precisa que “una vez asesinado Jaime Guzmán, ¿qué es lo digno de ser conmemorado? ¿Qué es lo que su memorial debía recoger? ¿Su participación en la dictadura, su carácter de ideólogo del régimen, su silencio frente a los desaparecimientos de personas, todo lo que explicaría en parte el odio de quien le disparó, o el simple hecho de una muerte violenta que simplemente no debió ocurrir? ¿El contexto que explica su asesinato o lo inaceptable de este último? El problema que esas preguntas plantean es un problema moral, no una cuestión fáctica; un asunto relativo a los bienes definitivos de la convivencia, no una cuestión atinente a los hechos. No un problema de completitud del relato, sino un asunto relativo a las convicciones morales que interpela”.
Y agrega que “es seguro que la respuesta frente al problema anterior sería que lo importante, y el sentido del memorial que se erigió en memoria de Jaime Guzmán, es subrayar para las nuevas generaciones que un asesinato violento por razones políticas, y fuere cual fuere la víctima o lo que haya hecho o dejado de hacer, es inaceptable. Y si eso sería así en el caso de Jaime Guzmán, si nadie consideraría sensato identificar las causas de su crimen, aunque las haya, antes de condenar en el memorial su asesinato, ¿por qué sería distinto en el caso de los crímenes cometidos por agentes del Estado, en el caso de las víctimas de la dictadura perseguidas o hechas desaparecer en razón de lo que creían?”.
“Como muestra la literatura (la más relevante de todas, la obra de Maurice Halbwachs), la memoria es un esfuerzo por construir una cierta identidad, un dibujo del futuro, la expresión de aquello que quienes se esfuerzan en la memoria, quieren ser. Si bien la memoria es siempre individual, ella, como muestran los estudios de Halbwachs, se construye socialmente a través de la comunicación con otros y mediante la interacción y se la fija en el tiempo mediante memoriales, ritos y ceremonias. Por eso todas las sociedades y grupos humanos cuentan con ritos y mecanismos de la memoria con los que dibujan lo que se proponen ser -o espantan lo que no quieren ser- y lo ofrecen a las nuevas generaciones”, sostiene.
Por tal motivo, Peña menciona que “en el caso de los derechos humanos, el reclamo de una memoria completa es un absurdo. Tal cosa no existe, puesto que la memoria es el esfuerzo por servirse del pasado para subrayar aquello que las sociedades piensan debe orientar su vida futura. La memoria pasa una y otra vez sobre el pasado para subrayar lo que, en conformidad a sus convicciones, hay que hacer o no hacer. Ese es el sentido y la dignidad de la memoria. Y ese es el error de parte de la derecha y de quienes se convirtieron a ella”.
Sobre el tema, asiente que “cuando esa derecha, conversa o no, reclama que la memoria sea completa no está haciendo un esfuerzo porque ella sea fidedigna. No es un apego a la verdad lo que la motiva, es la huida de la culpa”.
“La derecha está en realidad haciendo un esfuerzo para que en la infinita cadena causal de los hechos, en la penumbra de circunstancias que envuelve todo acto humano, se diluya la culpa que algunos de sus miembros sienten cuando, a la luz de los principios que la memoria subraya, recuerdan para sus adentros el silencio complaciente y cómodo, la forma vergonzosa en que se comportaron. Cuando la derecha reclama contextualizar los crímenes, se está esforzando por ocultar, en la maraña de la causalidad, su culpa, el silencio vergonzoso con que entonces se comportó”, concluyó.