El historiador de extrema derecha y férreo defensor de la dictadura de Augusto Pinochet, Gonzalo Rojas, se lanzó, una vez más, contra el Presidente Sebastián Piñera por haber cedido a las presiones de la izquierda y sacar al hasta entonces ministro de las Culturas, Mauricio Rojas, por sus comentarios contra el Museo de la Memoria.
En su habitual columna en El Mercurio, Rojas señala que los museos han complicado al gobierno de derecha, recordando que el primer problema lo tuvo con el Histórico Nacional por la exposición que incluía una cita del dictador Augusto Pinochet y luego el de la Memoria.
“Por algo será. Parece que la memoria, que la historia, no se avienen bien con el piñerismo. ¿Sabía Piñera lo que había dicho Rojas sobre el dichoso museo? Si lo sabía, ¿por qué lo nombró? Y si no lo sabía, ¿en qué mundo vive, con qué asesores cuenta?”.
Rojas explica que “más allá de la información que haya tenido, lo importante es la decisión que posteriormente toma el Presidente: descoloca a su flamante ministro mediante la declaración de Blumel y, a continuación, se rinde ante las presiones de la izquierda, y lo fuerza primero a retractarse y después a renunciar. Eso es lo que quedará en la memoria, en la historia, como uno de los más notables actos de manejo de personas en la historia contemporánea de Chile”.
“Rojas tenía una mirada sobre el museo y la había expresado con valentía. ¿Nadie comparte en el Gobierno su visión original, su opinión antes no contaminada por las presiones? Sin duda, en Palacio -con todas sus extensiones ministeriales- hay tres tipos de personas”, precisa.
En ese sentido, plantea que están los que “han decidido olvidar su propio pasado de colaboración con el gobierno del Presidente Pinochet, hacerse los giles y comenzar una nueva vida. Los conocemos, sabemos quiénes son: están marcados por su indeleble claudicación”.
Agrega que también están los que “sufren en silencio la humillación a sus convicciones. Creen que es mejor colaborar con Piñera por el bien de Chile, a pesar de cómo son maltratados. Los comprendo. Son personas nobles, en su mayoría guzmanianos. Pero para todo hay un límite: ha llegado el momento en que tienen que considerar hasta cuándo es legítimo someterse a tanta vejación, a tanta esquizofrenia”.
Y respecto al tercer grupo, Rojas sostiene que son los “que trabajan para un gobierno que ganó con votos de derecha, que se declara de centro, pero que los acoge a ellos como personas de mentalidad histórica de izquierda. No me cabe duda: habrían sido del MAPU o de la IC en 1973. Ellos están felices con la decisión piñerista de sacar a Rojas: en esto, no se distinguen en nada de Boric o de Guillier, de Teillier o de Elizalde”.
“Unos y otros y otros, todos, están colaborando con la anulación de la auténtica memoria, incluso antes de que se apruebe la ley que termine con la libertad de investigación histórica en Chile. Y a la izquierda, ante las declaraciones de Mauricio Rojas, ¿le costaba mucho pedir algo así como «dé por favor sus argumentos para sostener su postura respecto del Museo de la Memoria»? Sí, le costaba mucho”, plantea.
Rojas dispara en sus últimos comentarios de la columna contra la izquierda, indicando que “le costaba que alguien le recordara al Partido Comunista su entusiasta apoyo a la invasión de Checoslovaquia, 50 años atrás, el 20 de agosto de 1968. Le costaba que alguien recordara la declaración de la Cámara de Diputados de hace 45 años, el 23 de agosto de 1973, acusando al gobierno de Allende de empeñarse «en conquistar el poder total» y «lograr de ese modo la instauración de un sistema totalitario». Agosto no era un buen momento para que la izquierda entrara en discusiones históricas. Además, nunca le han interesado, y siempre ha entendido que es fácil obtener la rendición de sus adversarios. No iba a dejar pasar esta nueva oportunidad. Por eso, le era mucho más conveniente evitar todo debate histórico, y presionar a Piñera para que, una vez más, les diera la razón, les diera la fuerza, les diera el triunfo. Pero no todos somos así. Aún hay memoria, ciudadanos”.