Hace no mucho, presenciamos a través de los medios de comunicación cómo grupos de vecinos de la comuna de Las Condes expresaban su malestar por la decisión del alcalde Lavín, de construir viviendas sociales en el sector de la rotonda Atenas, en Santiago. Más allá de las consideraciones políticas y administrativas en la que se pudiera reparar para criticar o apoyar la medida, es necesario detenerse y revisar qué elementos están a la base del complejo reclamo que realizan dichos vecinos.
Cuando se observan sus declaraciones, planteando dentro de sus preocupaciones no sólo la posible baja de la plusvalía de sus viviendas, debido a la llegada de nuevos propietarios al sector, sino también una inquietud por “el tipo de gente va a venir”, se evidencia en esta expresión una idea que podría explicarse desde el concepto acuñado por la filósofa española Adela Cortina ya en el año 1995, la Aporofobia; que, en palabras de la autora, se define como “rechazo, aversión y miedo que se tiene por destinatarios pobres”, tratándose de una patología social que es necesario investigar en profundidad, para buscar formas de superación, para evitar que se mantengan en el tiempo y den paso a expresiones discriminatorias legitimadas por la sociedad.
La Aporofobia, al igual que la xenofobia o el racismo, que son mucho más antiguos porque tienen su origen en los inicios de la vida social, son formas de animadversión hacia determinadas personas que, por lo general, no se conocen y que quien la experimenta se posiciona desde una superioridad con respecto a ese otro, que se percibe como distinto. Esta diferencia se basa en la convicción de una relación de asimetría, que se explica desde la raza, etnia, orientación sexual, creencia religiosa, entre otras consideraciones que, en el caso de los vecinos de Las Condes, se sustenta en la idea que los nuevos vecinos son de otra condición social.
A la base de las expresiones de discriminación con los inmigrantes haitianos, venezolanos, colombianos también puede aplicarse la Aporofobia, especialmente cuando se trata de aquellos que se encuentran en una situación de pobreza. En estos casos el acto discriminatorio no está dado por razones xenófobas o raciales, sino que se afirman en la molestia que les provoca a algunas personas la pobreza. La fobia hacia el pobre lleva a rechazar a las personas, a las razas y a aquellas etnias que no poseen recursos, desconociendo absolutamente la dignidad y el respeto que toda persona merece.
Como se planteaba más arriba, la importancia de haber nominado esta aversión a la pobreza, con el concepto Aporofobia, permite justamente ayudar a reconocerla en sus expresiones cotidianas, que tanto dañan el tejido social y afectan nuestra convivencia democrática. En tal sentido, frente a la Aporofobia, se plantea el inmenso desafío que posee la educación, para superar estas formas de discriminación. No obstante, dicha educación debe estar exenta en sí misma de características discriminatorias, de lo contrario, se estaría perpetuando justamente aquello que se quiere erradicar.
Es decir, se requiere una igualdad en la educación y en su acceso, que favorezca espacios de reflexión, respecto a la condición humana y los anhelos de una sociedad justa y solidaria. Que permitan poner en tensión, justamente aquellas expresiones como las observadas con los vecinos en Las Condes, para que nada ni nadie se permita poner en cuestionamiento el valor que posee la persona, sólo por el hecho de ser persona…sólo así estaremos respetando activamente la dignidad humana.
Lo anterior, no pretende cerrar una discusión, sino justamente abrir la reflexión y como dice Adela Cortina, nominar una realidad para que no quede oculta y buscar formas conjuntas de mejorar lo que somos como país.