jueves, abril 25, 2024

Genaro Arriagada defiende el Museo de la Memoria y explica que éste no busca consagrar la verdad

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El histórico dirigentes de la DC, Genaro Arriagada, salió este miércoles a defender al Museo de la Memoria luego de las críticas hechas por el renunciado ex ministro Mauricio Rojas, explicando que una exhibición de este tipo debe ser “estricto en los hechos que registra” y no busca “consagrar la verdad”.

En una columna en El Mercurio, Arriagada señala que la caída de Rojas permite plantear un tema relevante como es el significado y la relación entre memoria e historia.

Una sociedad que ha sufrido masivas violaciones a los derechos humanos no debe borrar ese pasado. Puede haber perdón -que es un acto privado-, pero no olvido, pues este abre el camino a la impunidad y hace más posible (nunca se estará enteramente libre de ese riesgo) que esos crímenes y la amnesia como cultura son nefastas para una sociedad”, menciona.

En ese sentido, el DC sostiene que es un signo de salud y no un error “que las sociedades construyan elementos para salvar el recuerdo de esos horrores. No es extraño, por tanto, que en las sociedades democráticas, no en las dictaduras, se hayan creado museos de la memoria cuyos ejemplos notorios son los del Holocausto, pero también aquellos que registran la esclavitud, los abusos sobre los pueblos originarios, el bombardeo atómico o sobre guerras estúpidas, como ese memorial en Washington donde la fuerza está en el listado sobre una placa, de los 58196 norteamericanos que murieron en la Guerra de Vietnam«.

Al respecto, el político plantea si existirá la posibilidad que haya un panteón para recordar al par de millones de vietnamitas que “fueron sacrificados en las  guerras contra Francia y Estados Unidos”.

A su juicio, explica que un museo de la memoria debe ser estricto en los hechos que registra “mover a la solidaridad y a la compasión frente al sufrimiento, inducir a la afirmación de que “nunca más”, pero no es un texto de historia y su existencia no tiene la pretensión de consagrar “la” verdad”.

Aquí es donde memoria e historia -sin contradecirse- se separan. La memora son hechos claros y duros; los mismos con que trabaja la historia. Pero frente a esos hechos caben no mucho tiempo, y ese es el papel de la historia, pero no el de los museos de la memoria. Interpretaciones que no son neutras ni irrelevantes, pues la forma en que percibimos la historia, particularmente la reciente, es lo que adelante los rasgos del futuro que nos hemos propuesto construir”, afirma.

Al mismo tiempo, precisa que por tal razón los “movimientos refundacionales -sean revolucionarios o conservadores- se preocupan tanto por este asunto. AL fijar el pasado creen adelantar la forma que va a tener el futuro. Actúan como si para hacer creíble la promesa de un porvenir luminoso, la mejor arma fuera reescribir el tiempo pretérito con los tonos más grises”.

Ante estos hecho, Arriagada sostiene que los museos de la memoria no son obstáculos para lo que “David Rieff, con cierta exageración que él mismo advierte, llama “las guerras por la historia”. Cuando la memoria intenta apropiarse de la historia, lo que tenemos es el intento de “imponer un criterio particular y un programa político y social”. Y si el museo de la memoria debe estar hondamente comprometido con el dolor de las víctimas, el historiador -como lo dice Todorov- debe estar consciente de que “el sufrimiento de un grupo no prueba que su causa sea justa, ni la compasión por sí sola puede tomar el lugar de la política””.

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