Este domingo el Canciller de Chile, Roberto Ampuero, publica una extensa columna-declaración que da luces de cómo vendría el fallo de la Corte Internacional de La Haya, tras la demanda marítima interpuesta pro Bolivia en la que busca obligar a Chile a negociar una salida al Pacífico y que Chile ha manejado de la peor manera posible tanto en lo político como comunicacional.
En este punto hay que reconocerle a La Paz la exitosa campaña político-comunicacional para instalar la «victimización» de su país y la desgracia que le ha significad vivir sin acceso al océano. Chile quedó arrinconado con un discurso legalista anclado en el siglo XIX, mientras que Bolivia incluso logró tergiversar la historia del conflicto (Guerra del Pacífico) instalando su versión por sobre la realidad histórica que nuestro país y su mal llamada clase política NO fue capaz de sostener con firmeza, así las cosas, esta columna-declaración claramente puede interpretarse como «el parche antes de la herida» ante un inminente fallo que indica que NO será -para variar- favorable a Chile.
A continuación el texto ompleto de lo escrito por el canciller Ampuero:
«El Presidente de Bolivia, señor Evo Morales, muestra en estos días una vez más la metamorfosis en su postura hacia Chile. Ahora preferiría ignorar la dimensión judicial en que instaló los nexos entre La Paz y Santiago: ofrece pasar por alto lo que él mismo generó -la demanda contra Chile en La Haya- e iniciar un diálogo directo como si aquella no existiese. La frecuencia con que muta de estados de ánimo frente a nuestro país solo nutre de mayor incertidumbre la relación bilateral entre Bolivia y Chile, lo que lleva a preguntarnos ¿cuál será al final su verdadera posición?
Esto no es nuevo. Lo constante en su postura es la inconstancia. Basta con examinar diarios, periódicos y documentos recientes. A lo largo del juicio sobre la supuesta obligación de negociar entre Bolivia y Chile una salida soberana al Pacífico, Bolivia ha presentado diversas tesis y objetivos. Ha señalado, por ejemplo, que pide un acceso soberano al océano Pacífico. Posteriormente, que en verdad aspira solo a una negociación. Más tarde afirma que lo que busca es simplemente abrir un proceso de diálogo entre ambos países. Diálogo que, por cierto, nuestro vecino ha interrumpido rompiendo en dos oportunidades las relaciones diplomáticas y retirándose a menudo de tratativas sobre asuntos de cooperación bilateral, los que Chile siempre exige que sean bajo el amparo y el marco irrestricto del Tratado de 1904.
Un criterio esencial para intentar dilucidar cuál es la posición definitiva de Evo Morales ante Chile lo brinda el caudal de promesas que ha hecho el Mandatario a su propio pueblo sobre la materia.
¿En qué consisten esas promesas? ¿Cuál ha sido el objetivo que, ha sostenido Evo Morales, Bolivia va a conseguir ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya? ¿Cuál es el supuesto resultado que justificaría haber demandado a Chile en La Haya y haber dañado así el diálogo y los nexos que manteníamos en términos bilaterales? Nadie puede expresarlo mejor que el propio Presidente boliviano:
«La meta está definida, es volver al mar con soberanía», ha aseverado. «Antofagasta fue, es y será territorio boliviano», sostuvo de forma irresponsable. «Estamos por primera vez muy cerca de volver al Pacífico con soberanía», le aseguró a su pueblo. «Ese Tratado está muerto (…)», manifestó, desconociendo el Tratado de 1904 firmado soberanamente por ambos países, decenios después de finalizada la guerra.
Todas estas frases de la más alta autoridad boliviana establecen con meridiana claridad lo que Evo Morales ha prometido a su pueblo que conseguirá en La Haya. Nada más y nada menos que territorio soberano chileno, que está amparado por el Tratado de 1904, el Derecho Internacional y la firme voluntad de los chilenos de defender su soberanía.
Lo relevante de las promesas de Evo Morales a su pueblo es que por ellas se ha de medir el fracaso o el logro de su gestión en contra de Chile. Esas promesas son la vara con que será medido. Y dejó la vara demasiado alta. Sus promesas a los bolivianos serán el criterio con que su propio pueblo lo juzgará.
Dicho esto, en Chile extraemos varias conclusiones. Una de ellas: es indudable que con una elección presidencial ad portas, las actuales autoridades bolivianas intentarán mostrarse triunfantes, incluso ante un desenlace que no cumpla con las expectativas que le ofrecieron a su pueblo. El resultado que sea tratarán de presentarlo como una victoria. El gobierno de La Paz recurrirá a esto por una razón simple: no hay ninguna posibilidad de que pueda cumplir ante la ciudadanía la promesa de que Chile entregue soberanía. Por lo demás, eso no está en cuestión en La Haya.
Se trata, entonces, de una promesa imposible. Eso es lo más complejo de prometer lo imposible: cumplir. Y enfrentar la realidad -sin forzarla ni acomodarla- cuando ella se presente con su peso implacable.
Lo lamentable, a juicio de Chile, es constatar que el tiempo, la energía y los recursos que ambos países hemos invertido en el litigio en La Haya bien pudieron haber sido destinados a la elaboración de una agenda política y diplomática de futuro que, reconociendo las realidades de la historia y los tratados, hubiese podido enriquecer y profundizar la cooperación entre dos países vecinos. Sin embargo, en los archivos de nuestra Cancillería se acumulan las declaraciones de Evo Morales, muchas de ellas descalificadoras hacia nuestro país, sus instituciones y autoridades, y las respuestas bolivianas, muchas de ellas condicionando cualquier tipo de diálogo a abordar el tema marítimo. Incluso, cuando se trataba de trabajar en asuntos de alta importancia para ambos países, como la seguridad en la frontera, aunar esfuerzos contra el tráfico de drogas, lucha contra la trata de personas o contrabando, se intentaba incluir un tema zanjado ya a perpetuidad por el Tratado de 1904.
Por nuestra parte continuaremos defendiendo nuestros intereses de manera profesional y sobria, con la firme convicción que nos otorgan el Derecho y la historia, comunicando seriamente y sin tergiversaciones a la opinión pública los alcances del fallo que será emitido por la Corte.
Tenemos la convicción de que defendimos nuestros intereses de forma sólida y coherente en La Haya, que la esencia de las relaciones bilaterales la instaló Evo Morales en esa Corte, que nuestra integridad territorial no está en juego, y que esperamos y abordaremos la sentencia del alto tribunal de la manera como actuamos los chilenos y chilenas en estas materias: con un espíritu de profunda unidad nacional»,sostiene el ministro del Exterior, Roberto Ampuero