Gustavo Valenzuela, Médico Veterinario RCMV 3800, vicepresidente del Consejo Regional Biobío de COLMEVET, explica que el llamado es a no consumir estos salmones, porque algunos de ellos se encontraban bajo tratamiento con antibióticos y su consumo, puede traer consecuencias negativas a la salud humana.
“El consumo de estos salmones bajo tratamiento con antibióticos puede traer consecuencias negativas a la salud humana por ingesta inadecuada de estos fármacos. Los antibióticos se utilizan en tratamientos contra enfermedades bacterianas dentro de tiempos muy concretos y a dosis muy bien determinadas. Una sobredosis de antibióticos, puede traer como consecuencias, entre otras cosas, daño hepático y/o renal, además de disbiosis intestinal (muerte de algunos microorganismos benéficos en el intestino, llamados comúnmente flora intestinal y más correctamente microbiota, lo que produce un desbalance entre ella y puede desencadenar en enfermedades digestivas)”, explica el profesional.
Por otro lado, aclara, una subdosis de antibióticos, predispone a resistencia bacteriana hacia esos antibióticos, lo que significa que en el futuro, ese antibiótico no servirá para tratar enfermedades potencialmente graves para nosotros. Es por eso que, cuando los animales de consumo humano como los salmones, se someten a tratamientos con fármacos, deben pasar por un tiempo en que no se pueden consumir, mientras eliminan completamente dicho fármaco y que es específico para cada uno. Dicho tiempo se denomina periodo de resguardo y es precisamente el que no se ha logrado cumplir en los salmones escapados y, por lo tanto, expone a la población al consumo de esos antibióticos y las consecuencias que acabamos de exponer.
Consecuencias para el ecosistema
Junto con el daño que puede producir a la salud humana, el médico veterinario asegura que, hay que aclarar que esta especie, el salmón del Atlántico (Salmo salar), no es nativa de nuestro país, sino exótica. El salmón del Atlántico es nativo del Atlántico norte y parte del Océano Glacial Ártico, lo que equivale a las costas del este de Norteamérica y oeste de Europa. Luego, hay que entender que toda especie introducida en una distribución que le es distinta, puede llegar a prosperar en ese nuevo lugar, lo que conducirá a un efecto negativo sobre la biodiversidad (animales y plantas) nativa que ya está adaptada en perfecto y delicado equilibrio entre sí.
“Este efecto negativo se traduce en depredación sobre especies nativas que no están adaptadas para escapar o defenderse de esa especie introducida; competencia y desplazamiento de especies nativas que no están adaptadas a competir con esa especie introducida y contagio de enfermedades hacia las especies nativas. Entonces, el salmón del Atlántico, podría depredar sobre nuestras especies nativas que cumplen un rol muy definido en el ecosistema y que no lo reconocen como depredador, es decir, no sabrían que tienen que escapar de él”.
Junto a esto, advierte sobre un problema económico-social sobre los pescadores artesanales que dependen de esos animales depredados (peces, crustáceos, cefalópodos). También competencia con otros peces depredadores con tasas menores de reproducción y/o menos eficientes cazando. Finalmente, transmisión de enfermedades a los demás animales con los que conviviría (incluso, transmisión de parásitos a aquellos que puedan depredarlos, como lobos marinos y aves).
“Esta especie, al igual que otros salmónidos, son anadrómicos, es decir, nacen en agua dulce (ríos), maduran en el mar y retornan al agua dulce a reproducirse en un ciclo que puede durar entre 6 y 10 años; por lo tanto, su impacto no es solamente a nivel marino, sino también a nivel de los frágiles cursos fluviales. Además, la trucha común o café (Salmo trutta) y la trucha arcoíris (Oncorhynchus mykiss) están catalogadas dentro de las 100 especies exóticas invasoras más dañinas del mundo y ambas especies son también salmónidos al igual que el protagonista de esta fuga. O sea, es poseedor del mismo potencial dañino cuando están en situación de foráneos”.