Admitiendo los “errores que nos correspondan y corregirlos”, los obispos de la Iglesia Católica chilena hicieron eco de la carta que envió el Papa Francisco y en la que reconoce no tener “información veraz” de lo ocurrido al interior del clero, especialmente con el caso del obispo de Osorno, Juan Barros.
Durante la 115ª asamblea plenaria del episcopado chileno, que se realizó en Punta de Tralca, los obispos expresaron su voluntad de hacerse cargo «de los errores que nos correspondan y corregirlos, de tal forma que la Iglesia sea, cada vez más, un ambiente sano y seguro para niños, niñas y jóvenes«.
En su mensaje, los religiosos se refirieron a la carta que les envió el pontífice tras conocer el informe del obispo de Malta, Charles Scicluna.
En ese sentido, los religiosos valoran que en esta carta, el Papa «abre su corazón ante el dolor abrumador de los abusos que le dieron a conocer sus enviados especiales y nos convoca a Roma a dialogar con Él sobre sus conclusiones, para colaborar en el discernimiento de las medidas que a corto, mediano y largo plazo deberán ser adoptadas para restablecer la comunión eclesial en Chile, con el objetivo de reparar, en lo posible, el escándalo y restablecer la justicia”.
Al respecto, señalan que la misiva de Bergoglio la acogen con “fe y obediencia filial”, expresando su «dolor y vergüenza porque, a pesar de las acciones realizadas estos años, no hemos logrado que las heridas de los abusos sanaran en los corazones de muchas víctimas y siguen siendo una ‘llaga’ abierta en el corazón de la Iglesia en Chile«.
En ese sentido, los obispos sostienen renovar su esperanza en los actos que está llevando el Vaticano, porque ven en esta «intervención del Sucesor de Pedro un camino concreto para que juntos podamos ayudar a sanar y reparar las heridas que aún permanecen abiertas. La carta del Papa la recibimos como una invitación a asumir con magnanimidad y humildad este desafío«.
Para iniciar este camino, los religiosos argumentan que la Iglesia se pone en estado de oración, escucha, discernimiento y disponibilidad para renovar la comunión eclesial, afirmando que «queremos hacernos cargo de los errores que nos correspondan y corregirlos, de tal forma que la Iglesia sea, cada vez más, un ambiente sano y seguro para niños, niñas y jóvenes«.