En sus primeros encuentros, luego de las elecciones de noviembre y diciembre los partidos políticos que han formado parte de la Nueva Mayoría han iniciado los primeros esfuerzos para registrar y analizar los antecedentes y variables que contribuyan a identificar y explicar las causas de los negativos resultados obtenidos.
En línea con lo anterior se han acordado, en el marco de las respectivas institucionalidades, la convocatoria a Conferencias, Congresos u otras instancias con el objeto de sancionar orgánicamente los resultados a que arriben los debates y, consecuentemente, las propuestas que a partir de ellos se deriven.
Constituye sin dudas una tarea y una responsabilidad insoslayable. La profundidad y complejidad que supone analizar las causas de una derrota exige, entre otras cosas, una actitud que evite las tentaciones a las explicaciones fáciles, pueriles y sobre todo precipitadas que redunden además en propuestas carentes de sustancia. Los hechos sociales y políticos, justamente por su complejidad y dinamismo requieren de un mínimo tiempo histórico para ser observados en perspectiva y distinguir los síntomas externos de las relaciones causales subyacentes a los procesos que se analizan.
Paradojalmente la trascendencia y complejidad de la tarea supone, antes que urgencia de resultados inmediatos, un proceso de reflexión tranquila, que involucre y comprometa al máximo de actores posibles en las distintas escalas, planos y niveles de las organizaciones políticas.
El asumir la tarea como un proceso implica que se requiere tiempos, espacios y dinámicas pertinentes para abordar en profundidad los aspectos más esenciales de las realidades políticas objeto de observación. Implica también explicitar que no se trata de producir una especie de eventos que terminan reducidos a expresiones formales, que no superan los niveles de la apariencia o la banal intención de impactos declarativos. Una idea de tal naturaleza aparecería más bien asociada a la imagen de la “democracia espectáculo” que a instancias destinadas a la materialización de momentos fundamentales del quehacer político.
Los procesos de debate y búsqueda de respuestas y claridades deben constituirse en espacios amplios de participación y deliberación. Y ello porque importa la búsqueda de horizontes de sentidos y definiciones estratégicas y no un mero plan o listado de medidas para la acción inmediata. Un proceso de estas características supera por lejos a la idea de un “encuentro de unos cuantos profesionales” y expertos. Ello sería más bien una caricatura. Y no por la participación de profesionales que ciertamente tienen mucho que aportar, sino por el sentido reduccionista y discriminatorio que tal noción contiene.
Es necesario dejar atrás modos de hacer tecnocráticos que han hecho daño a la relación entre ciudadanía y política y trae reminiscencias del despotismo ilustrado que alude a la ausencia generalizada del pueblo en el conjunto del sistema de decisiones. Este tema es de la máxima relevancia en referencia a las relaciones internas en los partidos políticos.
Un proceso participativo, deliberativo e integrador tendrá que afrontar y examinar las expresiones de conservadurismo que inhibe los aspectos más esenciales de la teoría crítica e impide desarrollar el instrumental analítico que nos permita, a modo de ejemplo, una mayor capacidad para aprehender de fenómenos que incorporan nuevas modalidades de la organización del trabajo y la producción, así como formas diversas de propiedad y gestión.
En el mismo plano existe una generalizada constatación de que la investigación científica y sus resultados en términos de conocimiento constituyen crecientemente componentes fundamentales de los procesos de creación y recreación de valor y en general de las condiciones materiales de existencia de las sociedades. De modo inverso, en términos generales no existe, sin embargo, el suficiente aprendizaje acerca de los impactos de estas relaciones y términos de la economía en los planos de la sociología y la política.
Un proceso sólido y macizo, de reflexión y análisis, requiere una agenda de contenidos igualmente sólida y sugerente y debe por tanto incorporar materias, entre otras, como las señaladas y estar abierto para acoger las diversas inquietudes temáticas que surgen desde las militancias y que en ningún caso se agotan en los solos círculos dirigentes y/o supuestamente ilustrados.
El análisis de lo acaecido en política supone, junto con identificar y asumir los errores, el aprendizaje para acumular saberes y capacidades para elevar la calidad de las propuestas con vistas al futuro. Es una obligación de la política y particularmente de los partidos abordar la dimensión prospectiva asumiendo que el futuro no está dado, que no estamos fatalmente predeterminados, sino que se construye, con ideas fuerzas, principios, valores y propuestas cuya materialización requieren de la participación de grandes mayorías.