El sociólogo, columnista y consultor, Eugenio Tironi, aplicó un extraño razonamiento para explicar el triunfo de Sebastián Piñera sobre Alejandro Guillier en segunda vuelta, afirmando que «ganó porque tuvo la misma valentía de Ricardo Lagos después de la primera vuelta de 1999 y cambió de estrategia para el balotaje«.
En su habitual columna en El Mercurio, Tironi plantea que “los electores eligen en función de consideraciones que son bastante más triviales y contingentes de lo que a veces suponemos los analistas, en especial en sociedades donde las identidades de clase y las lealtades ideológicas están en vías de extinción, como es el caso de Chile”.
“Dejemos entonces a un lado las macroexplicaciones y tratemos de entender por qué, a la hora de marcar el voto en la urna, los electores optaron por Piñera y no por Alejandro Guillier. El listado de motivos dista por cierto de ser exhaustivo”, explica.
En ese sentido, su análisis apunta a que “Piñera ganó porque a los chilenos ha terminado por gustarles la alternancia. Cuatro años con uno, cuatro con otro. Sirve para airear, limpiar, energizar. Ganó porque ofreció algo sobre lo que tiene credibilidad: crecimiento económico. Y porque el deseo de los chilenos por retomarlo es superior a su deseo de cambiar a la clase dirigente, que es lo que ofrecía Guillier”.
Y agrega que “ganó porque cuando se trata del Presidente de la República, la ciudadanía es cuidadosa, y esta vez quería de presidente a un mánager, no a un comentarista; a un gestor, no a un reformador; alguien que hable en prosa, no en verso”.
“Ganó porque después de años tensos por las reformas de este gobierno, la población quiere un respiro con un gobierno que se enfoque más en la eficiencia y en los detalles, más en mejorar la eficacia del Estado que en aumentar su tamaño”, justificó.
También expone que “ganó porque los electores sintieron que Piñera atendía mejor a sus temores: el declive económico, la contracción de las oportunidades, el déficit de autoridad y la inseguridad ciudadana”.
“Ganó porque los electores querían castigar a lo que representó la Nueva Mayoría, ya fuera optando por una alternativa de izquierda (Sánchez), o por una de derecha (Piñera). Y ganó porque tuvo la misma valentía de Ricardo Lagos después de la primera vuelta de 1999 y cambió de estrategia para el balotaje”, sostiene.
Además, precisa que “su discurso antirreformas lo llevó a un triunfo que tuvo sabor a derrota. Oyó el mensaje y en la segunda vuelta apareció un nuevo Piñera; una figura abierta a reconocer errores y a modificar sus puntos de vista, con un discurso moderado, unitario y conciliador, comprometido con dar continuidad a las principales reformas de Bachelet. Esto permitió que votantes de centroizquierda se volcaran a darle su apoyo, pues vieron en Piñera a un representante más fiel de la vieja Concertación que el propio Guillier, demasiado escorado hacia la izquierda en el vano intento de seducir a los votantes de Beatriz Sánchez”.
Finalmente, Tironi concluye indicando que “¿quién gobernará a partir del 11 de marzo, el candidato de la primera vuelta o el nuevo Piñera? A juzgar por las señales de los últimos días, el segundo. ¡Bendita democracia!”.