Como en muchas áreas de nuestro país, el fenómeno de la migración nos encontró atrasados en el ámbito legislativo. Estábamos a la par de Brasil en cuanto a la antigüedad de nuestra legislación, con un alcance: el gigante de Sudamérica ya modernizó su ley de extranjería recientemente.
¿Tenemos alguna sospecha respecto de nuestro atraso legislativo? Me temo que sí. En verdad, nos cuesta asumir como sociedad lo que somos: un país al que le incomoda el desafío de aumentar nuestra población de extranjeros en el mundo laboral, educacional y de salud.
Obvio, no lo decimos -porque es incorrecto- pero basta con darse una vuelta por redes sociales para advertir la profunda agresividad que un importante (¿será tan importante o serán unos pocos y que meten ruido en la cloaca?) sector de la sociedad chilena manifiesta hacia los flujos migratorios, incluido un candidato presidencial.
Hace un tiempo conversaba este tema con el ex Presidente Ricardo Lagos y nos contó una anécdota que he recordado estos días. En una reunión de Estado que él tuvo hace algunos años con el ex Primer Ministro de Singapur Lee Kuan Yew, le consultó en qué momento su país pasó de tener un PIB similar al nuestro -hace 40 años-, ser una isla sin recursos naturales y con un nivel de alfabetización parecido, a cuadruplicarnos en ingresos y convertirse en modelo de corrección fiscal.
La respuesta no deja de ser sorprendente: Singapur advirtió que sin migración el paso al desarrollo demoraría 50 años más. Así de simple. Así de complejo. Resolvieron invitar a los mejores alumnos de pregrado y postgrados de Universidades chinas a concluir sus estudios en la Isla, con becas que incluían, además del arancel académico, buenas viviendas, movilización y algo de dinero para diversión. El compromiso era uno solo: al terminar sus estudios, debían mantenerse en Singapur por tres años. La apuesta era arriesgada y no de corto plazo, pero el tiempo fue un buen aliado y los resultados los vemos hoy día.
Al cabo de esos tres años, uno de cada tres estudiantes se quedaba en Singapur, porque había encontrado un buen empleo, o le acomodaba el país o, bien, porque había hecho su familia allá.
Chile necesita migrantes por múltiples necesidades, hasta demográficas. Pero en este análisis vamos a darle la mano a los detractores añadiendo un matiz: también necesitamos una migración especializada por áreas de servicios.
En un país que acogió desde el venezolano Andrés Bello, pasando por el polaco Ignacio Domeyko, el francés Claudio Gay y hasta el ex Presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso, hoy se necesita invitar y acoger las mejores y más lúcidas mentes de nuestro continente para dar un impulso cualitativo en ciencia, tecnología e innovación o, definitivamente, países como Singapur, Malasia, Corea del Sur, Finlandia y Nueva Zelanda seguirán mirándonos desde arriba. Y cada vez, a mayor distancia.