Este domingo, el rector, abogado y columnista Carlos Peña, analiza la dura definición que realizó el escrito peruano MArio Vargas Llosa sobre «derecha Cavernaria» en una columna-análisis del mismo nombre publicada -era que no- en el diario que representa -para él- una parte de ese sector. Sin duda una oportuna reflexión en tiempo en que se le atribuye la ultraderechización del candidato de Chile Vamos.
Lo más sabroso del análisis de Peña es que desentraña el porqué Piñera resulta interesante para Vargas Llosa: «Vino a apoyar con su presencia la candidatura de su amigo, un personaje para él obviamente novelesco, Sebastián Piñera».
El análisis de Peña es el siguiente:
«La expresión la empleó Mario Vargas Llosa en su reciente visita a Chile, ocasión en la que, es obvio, vino a apoyar con su presencia la candidatura de su amigo, un personaje para él obviamente novelesco, Sebastián Piñera.
Y es que Sebastián Piñera es al poder y al dinero, lo que Pedro Camacho, el personaje de La Tía Julia y el Escribidor, es a la escritura.
Pero ¿existe la derecha cavernaria?
Por supuesto que sí; aunque no se reduce a quienes se opusieron al aborto.
Es cosa de recordar.
A fines de los años noventa se discutió modificar el estatuto de la filiación. Por esos días, y aunque hoy suene increíble, se distinguía entre hijos legítimos e ilegítimos, según mediara o no matrimonio de los padres. La distinción era obviamente discriminatoria y resultaba opuesta al principio que subyace a los derechos humanos (según el cual no deben reprocharse a las personas cualidades adscritas sobre las cuales carecen de todo control, entre las cuales están obviamente las circunstancias en que cada uno fue concebido). ¿Cuál fue entonces la posición de la derecha? Se opuso con dientes y muelas (sus argumentos no eran demasiados) y solo consintió en el nuevo estatuto una vez que se garantizó que los derechos hereditarios del cónyuge se fortalecieran (de manera que la igualdad de los hijos no los desmedrara).
Entonces, no cabe duda, fue cavernaria.
Más tarde se debatió la ley de divorcio. Hasta esa fecha el matrimonio en Chile era indisoluble y seguía a pie juntillas el modelo del Concilio de Trento. ¿Cuál fue entonces la posición de la derecha? Se opuso. De aprobarse el divorcio, dijo entonces, la familia desaparecería, la infancia se desenvolvería en un desierto de abandono, la vida nacional sería herida en lo más profundo. Entre quienes se opusieron estaban nombres como el de Andrés Allamand y Andrés Chadwick (aunque hoy parecen haberse redimido de su condición cavernaria). El Instituto Libertad y Desarrollo auguró que la aprobación de la ley traería a la familia el peligro de la drogadicción, inestabilidad emocional, abandono y otros males semejantes.
Entonces también fue cavernaria.
Y -los ejemplos sobran- siguieron la píldora del día después, donde estuvieron acompañados de algunos decé; la oposición al matrimonio homosexual, y, claro, la reciente votación sobre el aborto.
¿Hay alguna línea que unifique todas esas posiciones, un argumento que las unifique y permita comprender cuál es el guión intelectual de la derecha cavernaria?
Lo que tienen en común es, desde luego, la idea de que hay personas que, no obstante ser adultas, deben ser tratadas como pupilos, como menores de edad, como personas que requieren para vivir la guía de otro. La derecha cavernaria cree que hay porciones de adultos que, por ignorancia, incredulidad, desidia u origen, no son capaces de conducirse a sí mismos y requieren entonces la guía esclarecida de una clase dirigente (que coincide con los miembros de la derecha cavernaria) que les evite los tropiezos y los errores.
Esta derecha piensa que el paternalismo (creer que hay razones para intervenir en la vida de las personas independiente de cuál sea la opinión de estas últimas) debe ser la regla general en política. En vez de creer que la tarea de la política es crear las condiciones para que los individuos gestionen y conduzcan su vida, la derecha cavernaria piensa que la política tiene por función guiar las vidas ajenas, especialmente en cuestiones de moralidad (como lo puso de manifiesto su actitud en el debate del divorcio, igualdad de los hijos y aborto). La derecha cavernaria, en suma, no piensa que la política tenga como tarea representar a los individuos y su forma de ver la vida, sino que cree que la política consiste en representar a la sociedad, como si esta fuera una entidad intemporal, con un contenido espiritual que hay que evitar ensuciar.
Como se ve, Mario Vargas Llosa tuvo toda la razón al hablar de la derecha cavernaria.
Solo cometió dos errores.
El primero fue que su anfitrión, Sebastián Piñera, ha defendido opiniones de la derecha cavernaria, motivo por el cual es injusto que lo olvidara.
El segundo es que al pronunciar la expresión derecha cavernaria usó un pleonasmo, una redundancia.
Y eso sí que es imperdonable en un Nobel de Literatura», remata socarronamente Peña.