jueves, diciembre 26, 2024

Cristián Warnken advierte sobre las «balas locas» : «Nos va a sacar lágrimas de sangre»

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Este jueves, Cristián Warnken publicó una columna titulada «Balas locas» y es una brutal advertencia a la mal llamada clase dirigente, política y por cierto a la élite sobre este fenómeno que destaca la crónica roja pero que refleja un problema grave: «Esas balas no son, al parecer, tan locas y fortuitas como parecen. La reciente investigación en un municipio y en uno de los principales partidos históricos de Chile sobre el alcance de una red de influencia del narcotráfico le acaba de estallar en la cara no solamente a los militantes y dirigentes de ese sector, sino a todo el sistema político».

A continuación el texto completo de la reflexión de Warnken:

«Una joven madre de dos hijos pequeños que dormía en su casa de Quillota falleció al recibir, este lunes, el impacto de una «bala loca» producto del enfrentamiento entre bandas delictuales en el sector. Lo inconmensurable del dolor y el sentimiento de absurdo de esta tragedia debieran resonar como una campanada de alerta. Nadie les devolverá su madre a estos niños, ella es una mártir involuntaria de una tragedia mayor: la de las poblaciones que viven hoy amenazadas o derechamente secuestradas por bandas de narcotraficantes.

Hace unos días otra «bala loca» alcanzó a un menor, en circunstancias análogas, también en la V Región. Un diputado dijo que había que cuidar las palabras y no hablar de «narcocultura» para nombrar lo que está ocurriendo en el país. Es verdad que hay que encender una voz de alarma sin caer en un alarmismo paralizante ni histérico, pero no hay que confundir serenidad con indiferencia.

Esas balas no son, al parecer, tan locas y fortuitas como parecen. La reciente investigación en un municipio y en uno de los principales partidos históricos de Chile sobre el alcance de una red de influencia del narcotráfico le acaba de estallar en la cara no solamente a los militantes y dirigentes de ese sector, sino a todo el sistema político. Una alcaldesa valiente ha denunciado una verdad incómoda y dolorosa, al revés de los altos dirigentes del partido infestado, que han actuado tarde y mal, sin un sentido de la urgencia. Pero nadie está libre de ese flagelo: estamos a las puertas de un segundo shock colectivo, peor que el vivido como país hace un par de años, cuando nos comenzamos a enterar con estupor de las promiscuas relaciones entre el dinero y la política.

Las investigaciones en curso nos dirán cuánto y de qué magnitud es el tejido enfermo, si se trata de un cáncer localizado y extirpable o de una enfermedad mayor. Y del estupor podemos pasar al horror. Me temo que las alcantarillas que se abran a nivel municipal hagan emerger una podredumbre insoportable. Si eso llega a ocurrir, no nos lamentemos buscando un culpable en los otros, en la vereda de enfrente. Eso es lo más cómodo e inconducente, además de hipócrita.

Si el narcotráfico ha logrado enquistarse en la política y en los municipios es porque hace ya años comenzó una decadencia moral en nuestra élite dirigente, pero también en los ciudadanos: cuando, por ejemplo, nos acostumbramos a hablar del «mal menor» para referirnos a candidatos de izquierda o derecha éticamente reprobables, pero a los que no se les puede probar nada legalmente y por los que se vota, porque son la manera más rápida y fácil de llegar al poder. El silencio y complicidad ante los «males menores» finalmente terminan en el mal mayor respirándonos en la nuca. Y si el narcotráfico se encuentra frente a él con un sistema político reblandecido moralmente, la comedia se transforma rápidamente en tragedia.

Lo que nos daba risa (el patetismo de muchos políticos cantinfleros o mentirosos), a la larga nos va a sacar lágrimas de sangre.
Lo he dicho majaderamente en esta tribuna desde hace años y algunos me han acusado de exagerado o «lírico» por afirmar que no basta el crecimiento económico para llevar a Chile a la modernidad. Si este crecimiento no va aparejado de un crecimiento moral, cultural, espiritual, de nada servirá tener un PIB alto. La ética no es una palabra bonita inventada por un griego hace miles de años para usarla de comodín o convertirla en un ramo universitario más. Nos están disparando cerca. O expulsamos a los mercaderes y corruptos del templo (del Estado, la política y el mundo empresarial), o todo Chile amanecerá un día secuestrado por el hampa, como lo están la población La Legua, las comunas de San Ramón y tantas otras.

Ahora miramos como voyeristas desde nuestros cómodos «ghettos» de clase media y alta, sin pensar que algún día las balas también nos podrán alcanzar a nosotros. Pero ese día ya no podremos llamarlas más «balas locas».

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