lunes, noviembre 25, 2024

Evangélicos, no evangélicos

Debe leer

Este 2017, la irrupción del mundo evangélico en el espacio público ha sido violenta, vertiginosa y a mi juicio, totalmente desastrosa.

Lo anterior, lo digo como evangélico “nacido y criado” (así gusta decir) o mejor dicho “de cuna”.

Ser evangélico en este país (y en América Latina) nunca ha sido fácil. Hoy, al hacer un recuento de mi historia familiar, vienen a mi mente todas las horas que fui sacado de la sala de clases (escuelas municipales) simplemente por ser “evangélico” y no rezar, ni adherir a la fe “católica apostólica romana”, a pesar de crecer en un estado “laico”.

Vienen a mi mente, los golpes que recibía mi mamá en la época escolar, por no rezar; o las peripecias que debía realizar mi papá cuando era miembro de la armada y se les privaba de espacios e incluso se perseguía a los “marinos evangélicos”. En definitiva, crecí en una sociedad en la cual, ser evangélico era de excluidos, de gente poco educada o simplemente se era (y es) víctima de la ignorancia, lo cual parte desde el principio de no entender la diversidad de las denominación o el creer que el ser evangélico es ser parte de una institución unificadora.
Cuando en el año 1999 entró en vigencia la popularmente denominada “ley de libertad de culto” (19.638), vi como tímidamente se celebraba en las congregaciones este hito. Ahora entiendo que seguramente poco entendíamos; y es que una de las tónicas del mundo evangélico es la dispersión y la falta de identidad con la figura del “ciudadano”.
Durante el 2017, ser evangélico se ha vuelto algo más incómodo de lo normal, lo más curioso es que esta incomodidad ha sido protagonizada por un “mundo evangélico” que creo no identifica a buena parte de los que nos auto-denominamos evangélicos. La incomodidad ha sido marcada por:

1-. Una irrupción moralista desenfrenada
Las congregaciones en su mayoría, se han llenado de discursos de “miedo”. Ha florecido una escatología simple y sin fundamento, en donde los temas morales que se discuten en el espacio público, terminan por reducir el mensaje de los evangelios a consignas morales (sexuales en su mayoría). Esta postura que prolifera y se asienta en los sectores menos reflexivos, simplemente ha vuelto el “ser evangélico” en un defensor violento de una moral que supuestamente estaría en decadencia.
Lo curioso es que este juicio contrasta con las libertades con las que contamos, los recursos y reconocimiento social y político. Algo nunca antes visto y que al parecer nunca se estuvo preparado para administrar.

La irrupción moralista ha facilitado la propagación de un mensaje violento y poco “evangélico” (Propio de los evangelios). Debe ser detenida por aquellos/as que entendemos que “ser evangélico” no puede ser una sub-cultura de grupos conservadores, sino que debe ser la denominación de los que proclaman un evangelio de paz y justicia.

2-. El abuso del circo, la ignorancia

Los medios de comunicación y los grupos políticos conservadores (los mismos que durante años cerraron las puertas al mundo evangélico, siendo guardianes de la Iglesia Católica) han sabido utilizar y manipular lo peor de las congregaciones.

La cartelera dada al denominado “pastor Soto” y a ciertos “pastores” que en algunos casos son verdaderos operadores políticos, da pena e impotencia. Pues, si crecí en un mundo en que la ignorancia religiosa terminaba por caricaturizar mi fe. Ahora simplemente (y con complicidad) no es mucho lo que uno puede decir en defensa. Sólo nos queda un argumento clave: El mundo evangélico es muy diverso y no tiene un órgano de representación claro, ni verdaderamente unificador.

3-. Los que tienen una “Catedral”.
Aquí el tema es simplemente decadente. El “Te Deum evangélico” de este año fue la muestra más lamentable de cómo se han instalados “grupos de poder” que han permitido que muchos hablen incluso, de un “voto evangélico”. Este culto que tuvo como protagonista en su origen histórico al mismo Pinochet (una vergüenza para aquellos/as que proclamamos la vida) y se realiza en una “Catedral” que es gobernada por líderes autoritarios, smplemente dan muestra de todas las debilidades del mundo evangélico y de cómo las distintas autoridades políticas de turno, intentan agradar a un mundo que simplemente les es lejano. Quizás la molestia de Bachelet debe ser uno de los actos más sinceros de un gobernante en año.

La irrupción del denominado “Bus de la libertad” hace unos meses, ya comenzaba a presagiar la relación de grupos políticos y la facilidad de seducir que muchos tienen. El asentamiento de una religión sin evangelio, que ocupa el espacio público para beneficiar a algunos/as y perjudicar a otros/as.

Termino este escrito como un “evangélico, no evangélico”, con el reconocimiento de una historia marcada por la discriminación, pero también marcada por la lucha permanente de erradicar mensajes de odio y las manipulaciones por parte de grupos de poder (internos y externos), que han irrumpido en el espacio público perdiendo de vista lo más importante que puede aportar el mensaje del evangelio al mundo contemporáneo. Un mensaje de justicia y paz.

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