lunes, diciembre 23, 2024

Nuestra deuda con los niños y niñas

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Chile ha avanzado en muchos ámbitos desde el retorno de la democracia, hemos crecido económicamente, podemos adquirir bienes que nuestros padres no habrían soñado en tener, en definitiva, podemos consumir más. El reverso de este bienestar es la falta de solidaridad que como sociedad hemos experimentado. El individualismo necesario para que una sociedad neoliberal funcione adecuadamente nos anestesia de los dolores y malestares que sufren los otros, especialmente cuando estos no tienen voz en nuestra sociedad, como son los niños y jóvenes pobres en riesgo social.

Lo que ha ocurrido con los niños y niñas vulnerables de nuestro país es el directo resultado de la implantación de esa lógica. El que entre los años 2005 y 2016 hayan fallecido 1.113 niños y niñas bajo la tutela del Sename es tal vez el hecho más dramático de esta situación. Pero no podemos dejar de mencionar los abusos sexuales y la violencia que los niños y niñas internados sufren. Esto es lo urgente, lo que no puede esperar.

Desde su creación en 1979 durante la dictadura, el Sename ha sido una institución que ha promovido la exclusión social basado en un modelo en que el Estado se desprendía de su responsabilidad de los derechos sociales de las personas. La externalización a instituciones privadas de la función pública trajo consecuencias negativas que se han venido expresando. Es importante el trabajo de la sociedad civil en conjunto con el Estado para abordar diversas problemáticas sociales, pero lo que no puede ocurrir es la mercantilización de la función pública.

La deuda que tenemos como sociedad es grande y la responsabilidad del Estado es evidente al no priorizar el abordaje de esta problemática con la relevancia que tiene. Tres aspectos deben tratarse. Primero, destinar los recursos necesarios, no puede ser que se gaste más en mantener a una persona presa que lo destinado en cuidar a un niño vulnerable. Segundo, modificar la institucionalidad para atender de manera adecuada a los jóvenes en conflicto con la ley y aquellos que han sido vulnerados. Finalmente, hay que avanzar en las garantías de derechos de niños y niñas para producir un cambio cultural sobre la importancia de la infancia vulnerable en nuestro país.

Es importante que alcemos nuestra voz para no olvidarnos a los niños y jóvenes vulnerables que son víctimas de un sistema que les ha fallado. Como sociedad tenemos que avanzar en mayores niveles de solidaridad para tener un país más justo.

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