lunes, diciembre 23, 2024

El crimen de la batas blancas

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Se ha develado lo sospechado ciertamente hace largo tiempo. Al ex Presidente Eduardo Frei Montalva lo asesinaron vilmente unos médicos esbirros de la dictadura militar chilena, esa que puso en jaque -no en jaque mate, para nuestra fortuna- el alma de los chilenos.

Nadie puede negar que nuestro país ha podido sortear con cierto éxito el pasado de esos aciagos años que provocó el derrocamiento de un gobierno de la Unidad Popular, ese que generaba una indudable incertidumbre; pero como dijo un poblador en una de las tantas marchas de aquel tiempo ese fue «un gobierno de mierda pero es mi gobierno», uno que plasmó en nuestra memoria y ADN que la democracia, como expresión de nuestro libre albedrío, es el norte que siempre debemos defender.

Los culpables de la rotura del orden democrático fueron muchos, entre los cuales estaba la cúpula mayor del partido Demócrata Cristiano que sembraron el terror y apuraron el infausto desenlace del once chileno que perduró y gobernó con hierro y muertes por casi dos décadas. Basta recordar una sola frase pronunciada por el líder de una feble oposición, sin medios de comunicación a inicios de la década e los ’80 al carismático Eduardo Frei Montalva, que dijo en octubre de 1973 -cuando aún llorábamos el quiebre institucional y la muerte del presidente Allende- que los militares habían salvado a Chile, pero quien iba a decir que los que para él eran salvadores resultarían ser sus homicidas.

A inicios de la década del 80, el ex Presidente Frei Montalva fue objeto de un crimen a manos de delantales blancos, médicos de profesión que pisotearon el juramento hipocrático -los que de nuestra profesión juramos defender- ocultando sus perversas mentes tras una vestimenta de bien común.

Todos estos errores que se cometieron en nuestra historia democrática debe ser una enseñanza para todos quienes queremos y creemos en Chile. El Presidente Frei Montalva equivocó la solución al país que también representaba como un político de fuste, ante un gobierno del Dr Allende que -pese a sus desaciertos- era un gobierno democrático y no una dictadura, lo que para su desgracia lo llevó a su propia muertes a manos de aquellos a quienes el mismo apoyo en su momento. Como epígrafe a su actuar debemos evocar a Goethe «el único hombre que no se equivoca es aquel que nunca hace nada».

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