Un notable análisis a la personalidad del candidato presidencial de Chile Vamos, Sebastián Piñera, luego del desubicado chiste machista en una actividad de campaña, realizó el rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, quien explica que el ex mandatario demuestra “su extraña compulsión por la conducta de tipo circense”.
En su habitual columna en El Mercurio, Peña sostiene que la dificultad que enfrenta el ex mandatario “no es que él sea machista, no más al menos que el promedio; tampoco que desconozca o no comparta la agenda de género; menos que sea inconsciente del rechazo que provoca el abuso sexual; ni siquiera que sea descuidado o negligente al preparar sus intervenciones”.
Al respecto, señala que su problema no radica en el contenido de lo que dijo en contra de las mujeres, sino del hecho “de que él revela un notable rasgo de su personalidad. Se trata de su extraña compulsión por la conducta de tipo circense”.
“Su problema es que solo sabe relacionarse con los demás como si todos quienes lo rodean, lo escuchan, lo miran o le hablan no fueran sino un público imaginario ante el cual él debiera hacer alguna gracia, alguna contorsión siquiera lingüística, pronunciar alguna enumeración sorpresiva, exhibir alguna destreza, ejecutar lo que en su imaginación equivale a una pequeña genialidad, a un malabarismo que saca aplausos”, explica el académico.
Sobre ese punto, Peña precisa que “Hanna Arendt observa que, al revés de lo que creyó buena parte de la filosofía, lo más propio del animal humano no es ser esto o aquello, sino aparecer en un ámbito ante la vista de los demás, mostrarse. Por eso, insinúa, los niños en sus primeros años se muestran y se esmeran en llamar la atención de quienes los rodean como si el mundo no fuera sino un escenario. Si Hanna Arendt hubiera conocido a Sebastián Piñera, no habría necesitado argumentar para demostrar su tesis: le bastaría haberlo señalado”.
Asimismo, explica que las famosas “piñericosas” “no son, como livianamente pudiera creerse, fruto ni del descuido ni de la improvisación. Al revés. El problema es que son el resultado de la más estricta planificación, de la más cuidadosa y racional deliberación. No hay en ellos nada de improviso”.
“Lo que ocurre al ex Presidente es que el resto de los seres humanos (incluidos sus ministros y asesores) existen para él solo como público. Para una personalidad como la suya, los demás no son seres que interactúan, sino espectadores que lo miran para censurarlo o aplaudirlo. El resultado es que él, al planificar sus intervenciones, no logra imaginar un interlocutor. Y como no lo hace, sus performances pierden todo sentido comunicativo y se transforman en una cosa levemente maquinal, deslavada, que a veces roza lo absurdo. Y es que cuando un automatismo se delibera -y la comunicación es un automatismo-, en realidad se le suprime”, menciona.
Sobre la personalidad de Piñera, el rector de la UDP sostiene que experimenta a cada paso la necesidad de hacer una gracia, “de ejecutar un desplante, una pequeña destreza- podría constituirse en un rasgo puramente idiosincrásico suyo, carente de toda importancia, si no fuera que él cumple el rol de un líder político cuya labor no es exhibir destrezas reales o imaginadas ante el público que reverbera en su imaginación, sino mostrar ideas, persuadir acerca de su bondad a la ciudadanía y brindar reconocimiento. En especial brindar reconocimiento”.
Y agrega que “la gente, la ciudadanía, actúa a veces como público, es verdad; pero las más de las veces espera encontrar en el político, en su discurso, en la forma en que diagnostica la realidad o promete mejorarla, alguien capaz de validar la idea que ella se ha hecho acerca de su propia trayectoria vital. Y en el caso de los grupos medios de Chile, lo que ellos esperan es que se valide y reconozca la mejora de todos estos años que ellos viven, con quejas y todo, como el fruto de su propio esfuerzo”.
En esa misma línea, señala que “ahora bien, la compulsión del ex Presidente por esa conducta circense (circense no porque haga chistes, sino porque todo en él, incluso lo más serio, es actuación ante un ruedo de espectadores) lo hace incapaz de llevar adelante esa tarea que pudiera llamarse terapéutica de la política, la de conferir reconocimiento a las formas de vida y las trayectorias vitales de la gente”.
Peña remata en su análisis, indicando que “los grandes políticos como Frei o De Gaulle, por nombrar a dos que se inclinan a la derecha, fueron excelsos en esa labor y por eso tuvieron tanto éxito, que fueron capaces de modelar más allá de sí mismos la vida colectiva. Pero el político circense que cree que la comunicación consiste en hacer piruetas de variada índole en el escenario y repetir maquinalmente parrafadas ante la prensa (como le ocurre con demasiada frecuencia al ex Presidente Piñera) podrá sacar aplausos, pero nunca logrará estirar la realidad más allá de sí mismo”.