lunes, diciembre 23, 2024

Gatos, símbolo de la cultura que ha trascendido con los tiempos

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Ha sido amo del universo en la antigüedad, pero despreciado y torturado en el Medievo. Sin embargo, el gato ha dado pruebas de poseer una personalidad poco ordinaria, y ha reaparecido digno y fascinante a nuestros ojos.

El dios gato, venerado y ensalzado en la cultura egipcia

A pesar de las dudas sobre la aparición del gato en Egipto, se cree que este pueblo lo domesticó hacia el año 4000 a.C. para convertirlo en cazador; pescador y en el más importante ratonero, dado que la rata se había vuelto una plaga nacional para las cosechas. Esta función permitió que el gato se ganase el respeto y la admiración de los egipcios, hasta llegar a convertirse en un dios tutelar que protegía a la familia.

El gato se elevó entonces hasta el rango de Totem (Myeo) y entró en el panteón de los dioses egipcios. Entre las numerosas deidades con forma de gatas y leonas, la más conocida es la diosa Bastet, diosa del amor con cabeza de gata y símbolo de la feminidad, la suavidad, la sensualidad y la maternidad. El gato llegó a ocupar una posición de tal importancia en la familia que, a su muerte, todos los miembros de ésta se rasuraban las cejas en señal de duelo.

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Un animal querido en Oriente

El culto dedicado al gato en Egipto dejó sus huellas. Su influencia se extendió hasta en el extranjero: en la Galia, como lo muestra el descubrimiento – principalmente en la ciudad de Toulouse – de amuletos, estatuillas y sistros que datan probablemente del siglo I a.C., y en las islas británicas, donde se han identificado restos de gatos en diversas ciudades.

En Extremo Oriente el gato gozó de gran estima. Los monjes budistas criaban gatos sagrados. En Japón, el palacio de Kioto abrió sus puertas a una gata blanca que parió cinco gatitos. El templo consagrado a la gata Maneki Neko, representada sentada, con una pata levantada en señal de bienvenida, es una prueba de toda la adoración que se rendía al gato en el imperio del sol naciente.

El gato llegó a la China y a la India poco tiempo después de su propagación en Egipto, siendo acogido como un animal de compañía, especialmente entre las mujeres. En la China, el dios agreste Li Shu tenía el aspecto de un gato y, en la India, Sasti, la diosa de la fecundidad, era el equivalente de Bastet. En Grecia, el equivalente de Bastet era la diosa Artemisa, que creó al gato. La civilización romana apreció al gato no sólo por sus cualidades de cazador sino también por su belleza (numerosos frescos y mosaicos dan testimonio de ello) y su espíritu de independencia. El gato encarnaba entonces la libertad.

Un ser con alma pura

Los árabes del siglo VII veían en el gato un alma pura, contrariamente al alma impura del perro. Antes del advenimiento del Islam, adoraban al Gato de oro. Mahoma tenía también gran consideración por el gato. En efecto, cuenta la leyenda que Muezza, la gata de Mahoma, se quedó dormida en los brazos del profeta y este prefirió cortar la manga de su traje antes que no molestar a su compañera. La gata se lo agradeció, entonces su amo pasó afectuosamente tres veces su mano por el lomo, confiriéndole así la facultad de caer siempre de pie y tener siete vidas.

De divinidad a diablo: el símbolo del mal

Con la propagación del cristianismo, el gato se sume en las tinieblas. En la Edad Media, sobre todo entre 1180 y 1233, el gato, con su comportamiento extraño e incomprendido, fue víctima de las peores acusaciones y fue considerado símbolo del mal y de Satán. Se le asoció a los crímenes imaginarios que los paganos atribuían a los cristianos y, luego, los cristianos a los gnósticos y a los judíos. Para los cátaros, el diablo tomaba la forma de un gato. Los japoneses del medioevo distinguieron los gatos amuleto, por su pelaje “tortuga” (blanco, negro y leonado), de los gatos maléficos, por su cola hendida en la punta y su capacidad de transformarse en brujas.

Cientos de años más tarde, en el siglo XVII, el gato comenzó a ser asociado a la brujería en muchas áreas del mundo. Generalmente, el gato negro era visto como buena suerte, pero en Estados Unidos y en algunas zonas de Europa, como por ejemplo España – donde se mantuvieron las cazas de brujas – su asociación con estas les hizo ser considerados como portadores de mala suerte.

Todavía hoy en día, en nuestro país, mucha gente evita cruzarse con un gato negro. Los más supersticiosos aseguran que supone un mal augurio. Sin embargo, en Escocia, encontrarse con un gato negro en la puerta de tu casa significa que tendrás un futuro próspero.

Hay quienes consideran que el gato tiene un gran poder de superstición. En Irlanda, cruzarse con un gato negro a la luz de la luna significa que va a haber una enfermedad epidémica, mientras que en Italia, si un gato negro se pone en la cama de un enfermo, se cree que esa persona morirá pronto.

El característico comportamiento del gato, su independencia, inteligencia y misterio han convertido al gato en símbolo benéfico y maléfico a la vez. Y, aunque según la época y el país, haya inspirado diferentes sentimientos extremos, el gato es hoy en día un adorable compañero para muchos de nosotros.

Fuente: Marie Claire

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