“¿La van a meter en el horno?”, espetó el Duque de Edimburgo durante un acto oficial en una residencia de ancianos a una nonagenaria en silla de ruedas que se protegía del frío con un material parecido al aluminio: el consorte de Isabel II no sólo tiene un particulísimo sentido del humor sino una acentuada sensibilidad estética. Hoy está de actualidad porque pronto dejará de serlo: la Casa Real Británica ha anunciado la retirada de la vida pública del Duque de Edimburgo a sus 96 años.
El Duque de Edimburgo es un icono de estilo, pero uno de esos indelebles, ajenos a las tendencias que año tras año postulamos en nuestra lista de mejor vestidos. ¿Cómo lo ha conseguido? Se lo explicamos en cinco puntos:
1. NACIÓ EN LA ISLA GRIEGA DE CORFÚ
Bien es verdad que muy pronto tuvo que huir con su familia de esta isla griega que Gerald Durell hizo célebre en Mi familia y otros animales, pero la residencia de Mon Repos, donde también nació —bastante tiempo después— Alexia de Grecia, imprime carácter. Corfú es un paraíso de biodiversidad y aunque el Príncipe Felipe dice no recordar mucho de su estancia allí (cuando comenzó la guerra greco-turca, la familia real griega-danesa, a la que él pertenecía, tuvo que salir por patas), está claro que el refulgente sol mediterráneo influyó en su forma distendida de afrontar la vida. No importa lo encorsetado que deba ir ni lo estricta que sea la etiqueta en los actos a los que acude: él siempre parece relajado.
2. PASÓ SU INFANCIA DE FUNERAL EN FUNERAL
En los tres años siguientes a su llegada a Inglaterra (desde Grecia) sus tres hermanas mayores se mudaron a Alemania y se acabaron casando con nobles estrechamente relacionados con el nazismo, su madre fue internada por padecer esquizofrenia y su padre se retiró a Monte Carlo.
A su cargo se quedó su tío, Lord Mildford, que murió de cáncer de médula un año después. La infancia del Duque de Edimburgo no fue precisamente feliz, pero pocos eventos dan la ocasión de comprender el concepto ‘etiqueta’ como un entierro. A los seis años, Prince Philip ya era capaz de hacerse la corbata como un auténtico señor.
3. LUCHÓ EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL EN LAS FLOTAS DEL MEDITERRÁNEO Y EL PACÍFICO
Si YSL se inspiró en diferentes prendas militares para crear algunas de sus piezas más icónicas, no es casualidad. En los talleres de las fuerzas armadas de las grandes potencias europeas se gestó en el siglo XX una confección digna de atelier. Y de eso se aprovechó el Duque, que aunque cuando se casó con su esposa, la Reina, tuvo que renunciar a su carrera dentro del ejército, nunca ha dejado de lucir galones en los actos públicos.
4. LE HACEN LOS TRAJES EN HAWES & CURTIS
Savile Row es a estas alturas una referencia tan universal en el mundo de la sastrería que casi parece un lugar común. Pero si hablamos del hombre que concede a las sastrerías de dicha calle los ‘royal warrants’ (ese sello de calidad que dice «By Appointment…») entonces el lugar común se eleva ya a la categoría de mito. Y ya sabemos que este mito (el Duque de Edimburgo) es un poco puñetero, por eso su sastrería no está en Savile, sino en Jermyn Street. Usted mismo puede comprarse una camisa allí: no son absolutamente incomprables. Ahora, si lo que quiere es que le tome medidas Teddy Walker, el hombre que le hace los trajes al Príncipe Consorte, eso ya es otro cantar.
5. ES PATRÓN DE 800 ORGANIZACIONES
Eso significa dos cosas: que su agenda es una auténtica ginkana y que su fondo de armario, necesariamente, tiene que ser amplísimo. Responder a las expectativas de etiqueta de todos los actos a los que le invitan no es fácil, pero él lo consigue una y otra vez. No olvidemos que estamos hablando del padre del Príncipe Carlos, a quien nunca se le ha visto con otra cosa que no fuera tweed, barbour o lana de camello. El legado estilístico de su padre está a buen recaudo.
Fuente: Vanity Fair