Una corriente que empiezan a abrazar muchos millennials y que se refleja en el estudio Glaad’s Accelerating Acceptance Report, de 2016, que revela que las nuevas generaciones se sienten cada vez más cómodas identificándose fuera de los tradicionales conceptos binarios de gay/ heterosexual, hombre/mujer. El estudio, llevado a cabo en EEUU entre 2.037 adultos, revela que un 20% de los jóvenes de entre 18 y 34 años son más propensos a definirse abiertamente como integrantes del colectivo LGTBI que las generaciones anteriores.
Otro 12% de ellos se consideran transexuales o no están contentos con el género que les asignó al nacer, el doble del porcentaje que registra este fenómeno entre los entrevistados pertenecientes a la Generación X (los que cuentan ahora entre 35 y 51 años). El estudio es el último que se ha hecho al respecto, después de que el pasado año la agencia Walter Thompson Innovation descubriera, tras la elaboración de una encuesta, que solo el 48% de la Generación Z (entre 13 y 20 años) se identifican a sí mismos como heterosexuales; y de que en 2015, una investigación en el Reino Unido llevada a cabo por YouGov, una firma de estudios de mercado, mostrara al mundo que el 43% de los jóvenes ingleses de entre 18 y 24 años no se consideran a sí mismos como completamente heterosexuales.
Celebridades como Kristen Stewart, Miley Cyrus, Cara Delevingne o Lily-Rose Depp se resisten a satisfacer la ansiedad de un público que necesita encasillarlas en una orientación sexual determinada. La top model Hanne Gaby ha ido más allá y se ha declarado públicamente intersexual, es decir, un individuo que tiene en grados variables caracteres sexuales de ambos sexos. “Es muy importante para mí que en este momento de mi vida se rompan los tabús. En este punto, en esta época, debería ser perfectamente normal hablar de la intersexualidad”, declaró la modelo tras hablar sin tapujos.
Una idea que salió de la cabeza de la artista iO Tillett Wright, que un día empezó a fotografiar rostros “no de hombres ni mujeres, sino de individuos”. “Todos somos iguales, todos somos únicos” es la filosofía que se desprende de sus vivencias personales. A los seis años quiso ser niño, para lo que se rapó el pelo y empezó a jugar al balón. Más adelante, se sintió de nuevo cómoda con su cuerpo y volvió a ser mujer.
Jill Soloway creadora de la popular y premiada serie Transparent, reflexionaba como uno de los papeles de los transexuales es hacer que el resto del mundo empiece a cuestionarse qué es lo que realmente le atrae. “Enamoramientos entre gays o lesbianas, entre heterosexuales o gente con una orientación sexual más fluida, o queer? ¿O tal vez solo atracciones, solo sexo, solo amor?”.
Para la socióloga y sexóloga española experta en género y derechos humanos Delfina Mieville “dentro de las nuevas generaciones hay mucha más fluidez en cuanto a la orientación sexual es decir, hacia quién dirijo mi deseo (hetero, homo, bi, pansexual…), pero también hay más polaridad. Por un lado están los jóvenes educados y concienciados con la diversidad racial, de género u orientación y por otra parte los hijos de la “no frustración”, que al no salir de su zona de confort, viven ajenos a la realidad, sin entender nada ni querer hacerlo. Porque, al mismo tiempo que existe la primera tendencia entre los millennials, también se registra un cierto renacimiento o continuidad de la cultura machista entre sectores más jóvenes”.
Mieville opina que hay mucho de estrategia de marketing en esta celebrada tolerancia sexual. “En cuanto al ‘no género’, o la ambigüedad, la mayoría es un juego de seducción con la cámara y el espectador, sea éste quien sea, como objeto del deseo de esa mirada estudiada. Lo no binario (hombre/mujer), además de ser algo nuevo para occidente es todavía difícilmente viable a pie de calle. Algunos transexuales como Laverne Cox, una de las protagonistas de Orange is the New Black, pueden llegar a convertirse en iconos. Pero no olvidemos que los ‘pecados’ se les perdonan antes a los privilegiados o personas con algún tipo de poder, que a los simples mortales. Tampoco hay que perder de vista que las mujeres transexuales lo tienen más difícil, porque al cambiar de hombres a mujeres bajan de estatus, pasan a formar parte de lo que se ha llamado ‘el sexo débil’, y muchas tienen miedo a ser objeto de burla o a sufrir agresiones de todo tipo. Con todo, por ahora, yo sentiría gratitud, por que aunque sea más un reflejo que una realidad, existe visibilidad”.
La propia Laverne Cox, tuvo que emigrar a Nueva York para refugiarse del continuo acoso de sus compañeros de colegio en Alabama, por sus actitudes claramente femeninas y, más adelante, intentó suicidarse tomándose un frasco de pastillas. El glamour que acompaña a su vida pública y su aparición en la portada de la revista Time es una trayectoria que pocas transexuales comparten.
Caitlyn Jenner –ex William Bruce Jenner, campeón olímpico de decatlón en los Juegos Olímpicos de 1976–, quien confesaba en una cabecera que tuvo “una pistola en las manos un par de veces”; la modelo transgénica Andreja Pejic o el genial actor escocés Alan Cumming, que registra dos matrimonios, el primero con una mujer y el segundo con un hombre, son ejemplos de la elasticidad en cuestión de identidades y orientaciones hacia la que caminamos. Tal vez dentro de algunos años la casilla del sexo desaparezca de los pasaportes o carnets de identidad y salir del armario no tendrá ya sentido. Habrá tantos por los que transitaremos a lo largo de nuestras vidas que ya nadie dará importancia a aquellas primitivas ‘clasificaciones’.
Artículo editado de: El País