domingo, diciembre 22, 2024

Peña destroza las supuestas habilidades de Piñera para los negocios y dice que es solo utilitarismo

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El rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, destrozó las supuestas habilidades para los negocios que tiene el ex Presidente Sebastián Piñera y que fueron elogiadas por el columnista de El Mercurio, David Gallagher, afirmando que no son privativas del ex mandatario, sino que es compartida por varios empresarios como los controladores de Penta y que responde a un “utilitarismo”.

En su habitual columna en El Mercurio, Peña se refiere a la comparación hecha por Gallagher de las habilidades de Piñera con las del senador Alejando Guillier, quien señaló que el ganar esa  cantidad de dinero “requiere un prodigioso conjunto de habilidades. Son -no quiero ofender a nadie- habilidades bastante más difíciles de reunir, y bastante más útiles en el gobierno de un país, que las que se necesitan para ser lector de noticias”.

Sin embargo, el académico arremete recordando que durante esta semana “se reveló una de esas prodigiosas habilidades de Piñera que lo haría más virtuoso que un simple «lector de noticias»”.

Y haciendo referencia a la investigación del periodista Juan Andrés Guzmán en Ciper Chile, en la que se revela que Inversiones Bancard Ltda. compró empresas que habían estado sin actividad durante años para de esa forma declarar pérdidas tributarias y eludir impuestos, afirmando que dichas «empresas zombie»  permitieron a Bancard declarar pérdidas por $44 mil millones, “nada menos, gracias a la argucia de revivir empresas quebradas del grupo Cruzat. Todo eso se tradujo en una notable rebaja de impuestos que solo logró ser corregida por el SII para el período 2001-2004”.

Esa prodigiosa habilidad del ex Presidente no es privativa suya, por supuesto, sino que es compartida por varios otros empresarios entre los que se contaban los dueños y controladores de las empresas Penta”, sostiene Peña.

El rector de la UDP explica que “no cabe duda que tamaña habilidad e imaginación es extremadamente «difícil de reunir» (requiere desde luego un apetito voraz, un ejército de abogados sagaces y una particular tolerancia con el cumplimiento de los propios deberes), pero lo que cabe discutir a David Gallagher es que sea bastante más útil que las de un lector de noticias a la hora de gobernar el país”.

Porque ocurre que uno de los deberes de un gobierno, incluso en opinión de los más recalcitrantes partidarios de un Estado mínimo, es el de recaudar impuestos, es decir, obtener coercitivamente renta de los ciudadanos para financiar bienes públicos. Usted puede discutir si el deber del gobierno es promover la igualdad o la eficiencia o cualquiera otra cosa. Lo que nadie discute es que una de las tareas básicas del Estado es recaudar impuestos y de esa forma financiar bienes que los particulares, por un problema de free rider , no se mostrarían dispuestos a financiar de manera espontánea”, aclara.

Y se cuestiona: “¿En qué sentido, entonces -cabría preguntar-, la «prodigiosa habilidad» para hacer fintas contables y comprar empresas desprovistas de toda actividad, simples cascarones, para disfrazar la propia prosperidad y así rebajar impuestos podría «ser útil en el gobierno de un país»?”.

Peña sostiene que la única forma de presentar como virtud o prodigiosa habilidad conductas como las conocidas sobre Piñera “es un tosco utilitarismo, que para calificar la corrección o incorrección de un acto, atiende solo a los resultados que brinda a quien lo ejecuta. Pero esta forma de medir las virtudes o las habilidades de un político -según cuánto ha logrado engrosar su billetera sin atender a los modales que empleó para lograrlo- es un argumento obviamente erróneo, que nadie, con un mínimo de reflexión, aceptaría. La escala de la virtud política, no es equivalente a la escala de la riqueza”.

Peña concluye con que existen muchas formas de evaluar a los políticos, candidatos, periodistas o quien fuera, mencionando que en “algunas queda bien Piñera y mal Guillier; en otras bien Guillier y mal Piñera. Se puede, por ejemplo, juzgar su inteligencia, su carácter, su cultura, la índole de sus actos, sus ideas o cualquier otro aspectos de su comportamiento público; pero lo que no parece correcto es sostener, o siquiera sugerir, como inexplicablemente lo ha hecho Gallagher, bajo otros respectos tan ponderado, que la medida de las virtudes públicas de un político, o de quien fuera, es simplemente la fortuna que ha logrado reunir con prescindencia de la conducta que mostró para lograrlo”.

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