«A fin de cuentas las confrontaciones políticas cotidianas entre sufragistas y abstencionistas, no son sino la lucha ideológica más compleja y de más largo aliento entre el diálogo democrático racional y la posverdad, vertedero de prejuicios, ignorancias y rencores propios de una atmósfera de resentimiento social»
En febrero de 2013, tras un receso de cuatro meses empleado para ajustar su metodología, la empresa Adimark volvió a publicar su encuesta sobre popularidad del Presidente de la República, evaluación de la gestión de gobierno y adhesión a las coaliciones políticas. El Presidente Sebastián Piñera estaba a punto de entrar al último año de su administración, los partidos Socialista y PPD esperaban que Michelle Bachelet arribara desde Nueva York para proclamarla como candidata a las primarias de julio, los radicales postulaban a José Antonio Gómez, y la Democracia Cristiana se inclinaba en su consulta abierta a militantes e independientes por Claudio Orrego.
Por estos días Adimark difundió su último sondeo. En él, a diferencia de la medición de hace cuatro años, incorporó la opinión de los encuestados acerca de los eventuales candidaturas presidenciales. Ahora es Piñera quien aparece virtualmente proclamado, mientras el PPD postula a Ricardo Lagos, y socialistas, democratacristianos y comunistas aún no definen sus cartas. Hoy, el binominal es historia, pero lo que traerá el sistema proporcional y los nuevos deslindes electorales es todavía una incógnita.
Al comparar las fotografías de ambos momentos, pueden advertirse diferencias que no son tan grandes, y similitudes que no son tan pequeñas. Es lo que ocurre con la opinión de los encuestados sobre las distintas áreas de la gestión gubernamental. Al mirar el gráfico Aprobación por áreas de gestión, se percibe que la política mejor evaluada de Piñera es la de empleo. Existían razones. El empleo no sólo había sido prioridad comunicacional del Ejecutivo sino que en ese instante se estaban registrando las tasas más auspiciosas de desocupación: 6,4%. Por contraste, en la encuesta de enero de 2017, Bachelet obtiene menos de la mitad del apoyo conseguido por Piñera para las variables empleo y desempeño económico. Lo paradójico es que la actual cifra de desocupación es aún más baja que la de Piñera: apenas 6,1%. De cualquier modo, el momento de Piñera es también mejor que el de Bachelet en ambiente, transporte, salud, corrupción y delincuencia, pero no logra ser mejor en educación, donde la gratuidad empieza a rendir sus frutos.
En el gráfico Evaluación positiva de ministros aparecen las opiniones de los encuestados sobre las principales carteras. Esta vez los desempeños en Relaciones Exteriores y en Defensa son mejor apreciados en el momento de Bachelet que en el de Piñera. Al revés, las gestiones de los ministros Larraín, Larroulet y Chadwick, son más valoradas que las de Valdés, Eyzaguirre y Fernández al frente de Hacienda, Segpres e Interior. El indicador mensual de actividad económica de enero de 2013 había sido de 6,7 por ciento respecto del de enero del año anterior, lo que incluso despertaba temores de sobrecalentamiento de la economía. El actual Imacec, el de diciembre de 2016, podría ser de no más de 1,2 por ciento.
En el gráfico Identificación con el gobierno y con la oposición, puede verse que las distancias son más cortas que las imaginadas al fragor de la disputa por los atributos presidenciales. En enero de 2017 hay más ciudadanos que se sienten identificados con el Gobierno que en febrero de 2013. Hace cuatro años sólo un 29 por ciento adscribía al gobierno de Piñera; hoy, un 33 por ciento adhiere al gobierno de Bachelet. Sin embargo, en los tiempos de Piñera, a diferencia de ahora, había menos gente que se identificaba con la oposición. Aquella oposición era fundamentalmente lo que en el presente es la Nueva Mayoría, pero la actual oposición es lo que dejó de ser Nueva Mayoría más la opinión que en 2013 simpatizaba con el gobierno de Piñera.
Por último, en el gráfico Apoyo a las coaliciones aparece la adhesión prestada por la población encuestada a las diversas alianzas políticas. En el verano de 2013 estas formaciones predominantes eran la Coalición por el Cambio, que respaldaba al gobierno, y la Concertación de Partidos por la Democracia, que se situaba en la oposición. En 2017 son Chile Vamos, pacto de centroderecha opositor, y la oficialista Nueva Mayoría.
Puede verse que la afección hacia ambas alianzas se ha mantenido relativamente estable. En febrero de 2013, el 23 por ciento se identifica con la Coalición por el Cambio. En enero de 2017, lo hace el 24 por ciento. Por estos días la Nueva Mayoría capta la adhesión de 19 de cada cien encuestados. Hace cuatro años, la Concertación capturaba el 19 por ciento de apoyo. No obstante las ventajas de una y los rezagos de la otra, la coalición de centroderecha perdió el gobierno, mientras que la alianza de centroizquierda lo conquistó.
No existe correlación significativa entre la opinión de los entrevistados y el comportamiento electoral de los ciudadanos.
La razón de esta inconsistencia entre la respuesta que la gente da a una llamada telefónica y la opción que señala en un voto, se debe precisamente a que se trata de dos tipos de público. La encuesta Adimark se aplica a una muestra representativa de la población mayor de 18 años que, además, dispone de teléfono fijo o móvil. Este universo del que se obtiene la muestra de mil casos asciende a cerca de 14 millones de personas, misma cantidad que actualmente tiene derecho a voto, pero distinta de cuantos efectivamente ejercen el derecho a voto. Si nos guiamos por la última elección de concejales, los que van y votan son el 35 por ciento, o sea, como cuatro millones 700 mil ciudadanos. Los otros nueve millones no votan, pero opinan en la encuesta.
La desconfianza de los abstencionistas en la política, los políticos y las instituciones no tiene efectos prácticos sobre la generación del poder y su distribución. Pero así como influyen en la opinión pública a través de la respuesta que dan a un encuestador, así también influyen en la reproducción de esa opinión, pues están integrados a las comunicaciones.
A fin de cuentas las confrontaciones políticas cotidianas entre sufragistas y abstencionistas, no son sino la lucha ideológica más compleja y de más largo aliento entre el diálogo democrático racional y la posverdad, vertedero de prejuicios, ignorancias y rencores propios de una atmósfera de resentimiento social. Si este conflicto se ha agudizado es porque los instrumentos de que se vale también son más sofisticados.
En el verano de 2013 un poco más de 6 millones tenía acceso a Internet y, por lo tanto, a las redes sociales a través de las cuales se diseminan falsas noticias y animadversiones contra toda representación del poder y de la autoridad, a un punto que Facebook ha debido cambiar su algoritmo para combatir estas prácticas. En 2017 ¡más de 13 millones de chilenos se comunica a través de la red!
Esto explica la exacerbación de la crítica que se advierte entre los dos momentos de desafección capturados por el mismo lente metodológico de Adimark.